martes 23, septiembre, 2025

Acoso laboral: mano dura o más víctimas

Daniella Giacomán

El caso tan triste y desgarrador de “Papayita”, que conmocionó no solo a Torreón, sino a todo un país que se unió al clamor de justicia, me dejó pensando en muchas cosas.

La primera reflexión que me deja es qué tan arraigado y normalizado tenemos el acoso laboral en México. Lo aceptamos disfrazado de broma, de “ambiente de trabajo”, de “aguantar vara”. Nos convencemos de que hay niveles —de lo leve a lo severo—, cuando en realidad no debería manifestarse de ninguna forma ni en ningún grado.

Dicen que todo comenzó con una “mala broma” sobre la bebida que habría tomado Carlos Gurrola, “Papayita”, y que días después le costó la vida. La sustancia le produjo quemaduras internas severas en órganos vitales: tráquea, vías respiratorias, pulmones, esófago y estómago.

Más allá de si fue un accidente o no, lo cierto es que ya existían antecedentes de hostigamiento en su lugar de trabajo. Ese es el punto que nos debe mover: todos, en algún momento, hemos sido “Papayita”.

Yo misma lo viví hace como diez años. Dolía escuchar cómo alguien imitaba mi voz o cómo se burlaban de mí por cosas que no podía controlar. Muchas veces preferí callar para que no me dijeran «exagerada», pero en un par de ocasiones exploté y me convertí en la «conflictiva», pero solo quería poner límites.

Conozco a colegas —mujeres y hombres— que han tenido que “aguantar vara”, soportando insultos, gritos y burlas “por convivir” o simplemente por sobrevivir.

Hoy el acoso laboral vuelve a ponerse sobre la mesa en un país sumamente golpeado social, política y económicamente. Un país que ya está harto, que encuentra en cualquier escándalo en redes un espacio para desahogarse, pero que no logra transformar la indignación en cambios reales.

Aquí cabe preguntar: ¿qué hizo el área de Recursos Humanos de la empresa donde trabajaba “Papayita” frente a los antecedentes de acoso laboral que ya se habían señalado?, ¿por qué no se les dio seguimiento?, ¿por qué no les importó?

¿Qué tiene que pasar para que el acoso laboral reciba castigos más severos? ¿Necesitamos más trabajadores muertos o que decidan tomar la puerta falsa por el sufrimiento?

Hace apenas unos días, el 10 de septiembre, nos vestimos de amarillo y portamos un lazo del mismo color en señal de compromiso con la prevención del suicidio. Todos hablamos de la importancia de expresarnos, de pedir ayuda, de no callar, de cuidar la salud mental propia y de la comunidad; hoy queda claro que no hemos dado importancia a lo importante.

Hace siete años entró en vigor la NOM-035, que establece lineamientos para identificar y prevenir factores de riesgo psicosocial en los centros de trabajo. ¿Cuántas empresas han cumplido con ella?, ¿la Secretaría del Trabajo se ha preocupado en vigilar su cumplimiento, o solo quedó ‘lo vamos a checar’?

Como ciudadana coahuilense me gustaría que los diputados retomaran el tema y propusieran castigos más severos contra el acoso laboral, porque de fondo se trata de salud mental. Una salud mental que, desde la pandemia, se ha deteriorado en todo el mundo.

Se necesita mano dura, voluntad y trabajo real. Las buenas intenciones ya no sirven: solo adornan la foto.

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