El rey en su palacio
Julián Parra Ibarra
Cuando el más chico de mis hijos estaba pequeño, le encantaba que jugáramos a los soldaditos. La sala de casa se convertía en el escenario, pero no se crea que eran combates parejos, no, regularmente elegía los mejores hombres y armas –tanques de guerra, cañones, vehículos, helicópteros, aviones- y casi siempre formaba una muralla al centro de la habitación, prácticamente impenetrable, además porque a mí me dejaba lo menos peligroso, uno que otro soldadito, de esos de plástico que ya no hay, pero lisiados, o les faltaba una pierna, un brazo o el fusil que empuñaba estaba a menos de la mitad. Obvio, siempre ganaba. Pero era un juego nada más.
Sin embargo, en la vida real hay a quienes les sigue gustando jugar a los soldaditos, se atrincheran en una gran fortaleza rodeado de sus mejores elementos, a sus preferidos los colocan en posiciones tan estratégicas como privilegiadas, y se sienten reyes porque viven en un palacio amurallado e impenetrable, para que nadie pueda ya no ganarle una batalla, sino simplemente para que nadie lo importune. ¡Nadie!
El problema es que estos casos no son un juego, no son soldaditos de plástico ni guerras ficticias e imaginarias las que se libran, y las víctimas son reales, los muertos, los hijos que quedan huérfanos, las mujeres que quedan viudas, los padres que pierden a sus hijos, son personas reales, de carne y hueso, que sienten que sufren, y sienten en carne propia el dolor de sus pérdidas, que derraman un mar de lágrimas, y muchos de ellos lloran desconsoladamente tirados en el piso, ante la insensibilidad del rey que puede –y pudo- haber evitado tanto dolor y muerte, y simplemente se voltea a otro lado y sigue con su mezquino y ruin juego, ignorando el dolor de los demás.
El problema también es que aquí el juguete principal es un país, al que no le importa haber dividido y confrontado mientras él siga ganando guerritas y guerrotas, porque no quiere perder ni a las canicas, así tenga que recurrir a todas las trampas por burdas que estas parezcan. Este rey en su palacio, siempre las quiere ganar de todas todas, y al más puro estilo Jalisco, cuando no gana arrebata.
El rey se ha amurallado –literal- en su palacio, que no logra ver más allá de los enormes armatostes metálicos que lo rodean. No alcanza a ver ni la catedral, ni el edificio de la Suprema Corte ni los edificios que tiene enfrente suyo.
En términos reales no se sabe si es porque no quiere –que es muy factible- o porque de veras no puede con esas murallas, ver al resto del país, y porque ahí dentro de su palacio, ya no alcanza a ver al pueblo, ni sus necesidades, ni sus padecimientos, ni sus dolores, pero además vive auto engañado porque quienes le allegan la información del exterior de su fortaleza, le mienten permanentemente y eso parece que él lo sabe, pero si sirve para que el engaño aumente el tamaño de su ego, sea bienvenido, y se apega a aquello de que una mentira repetida mil veces termina por convertirse en verdad, máxima de la que parece ser adorador.
En su momento antes de convertirse en rey, convenció a muchos de que el pueblo era su prioridad, pero es al que le ha asestado los golpes más duros ¿no les quitó a los campesinos del sector social la institución mediante la cual se refaccionaban para los insumos agrícolas, para las semillas, para los fertilizantes? ¿No a las mujeres cabeza de familia, madres trabajadoras, les quitó la posibilidad de seguir trabajando al no tener dónde dejar a sus hijos cuando les quitó las guarderías infantiles? ¿No a las mujeres violentadas las dejó más expuestas que nunca al cerrarles los refugios donde recibían atención médica, psicológica, legal y hasta laboral?
¿No ha dejado a los enfermos de cáncer, sobre todo a los más pequeños, a los niños, sin los medicamentos que necesitan para sobrevivir y por ese motivo muchos de ellos han muerto, mientras que a sus padres por pedir las medicinas se le tachó de golpistas y de traidores a la patria?
¿Qué no a la gente que no tiene acceso a ningún sistema de seguridad social les quitó la única opción que tenían de recibir atención médica a través del Seguro Popular, les creó el INSABI que fue todo un fracaso y lo tuvo qué desaparecer a cuatro años de fundado, dejando totalmente desprotegido a millones de los mexicanos más pobres?
¿Qué no…? Ya hasta resulta ocioso seguir enumerando los montones de ejemplos que toda la gente sabe y conoce, pero él se niega o verdaderamente no alcanza a ver más allá de las murallas que rodean su palacio, que es el sexenio más violento en la historia moderna del país, que hoy el sistema eléctrico está virtualmente colapsado por la terrible onda de calor, pero el sigue diciendo que todo está bien, y que es normal lo que está pasando. Que vaya y se los diga en su cara a los millones de mexicanos que están padeciendo este terrible momento, pero no se atreve ni siquiera a cruzar la calle, el Zócalo pues, caminando para escuchar a la gente. Prefiere oír mentiras porque esas son más dulces.
Pobre rey que quiere seguir encerrado en su palacio, jugando a los soldaditos, y colocándolos en la posición que más le vayan sirviendo para ganar las batallas, pero se le olvida que, paradójicamente, cada día más, es un día menos.
@JuliánParraIba