Dejar de ser
Julián Parra Ibarra
Decía el ex gobernador Enrique Martínez y Martínez, que en política había que estar preparados para ser, para no ser, y para dejar de ser. Cuánta razón tenía, porque hay muchos que buscan infructuosamente algunos puestos y cuando llegan demuestran que no estaban preparados para el cargo; otros más no están preparados para no ser los elegidos, y cuando eso sucede, recurren al berrinche, a la descalificación, a los insultos en contra de quienes –suponen-, los podría haber elegido con su decisión. Y quizá los más peligrosos son aquellos que no se preparan para dejar de ser, y aun cuando ya no ocupen los puestos que tenían, quieren seguir manejando a su sucesor para convertirse en poder tras el trono.
Un ejemplo claro del segundo de los grupos mencionados, a propósito del desarrollo de las campañas electorales en Coahuila, lo es indudablemente Ricardo Mejía Berdeja, quien estaba preparado para ser el candidato a la gubernatura, pero nunca se preparó para no ser.
En su momento aceptó y firmó las reglas de la contienda interna, porque daba por un hecho que su cercanía en el primer círculo del Presidente, le tenían garantizada la candidatura, al grado tal que ya se comportaba ni siquiera como candidato, sino como Gobernador, y hasta anduvo repartiendo puestos.
Pero cuando la diosa fortuna le volvió la espalda, a sabiendas que había traicionado al Presidente y se había ido de la subsecretaría de Seguridad federal por la puerta de atrás, al no resultar el elegido, despotricó –él y su esposa a través de las redes sociales- en contra del partido Morena –al que luego diría que nunca había pertenecido-, y contra su líder nacional, Mario Delgado, a quien no bajaron de traidor, de corrupto, de vender candidaturas. No, definitivamente por sus acciones, nos demostró que no estaba preparado para no ser, y a lo único que se ha dedicado de entonces a la fecha, es a dividir los eventuales votos de la 8T, esto último porque tanto él como Armando Guadiana dicen ser los auténticos representantes de la 4T, y para que las cuentas cuadren, en Coahuila pues, hay una 8T, 4 y 4 para que no se peleen.
Los peores y más peligrosos son los que no están preparados para dejar de ser y entre ellos mucho me temo que quien está inscrito es el principal inquilino del Palacio Nacional, que en la recta final de su mandato ha venido dejando instrucciones de qué es lo que debe hacer su sucesor una vez que él deje el cargo, y para resultar el elegido, todas las corcholatas mantienen un discurso en consonancia con lo de predica, declare o hable el ‘jefe’. El que disienta un poco, se irá quedando en la orilla.
Bueno, ahora hasta Ricardo Monreal que mucho se quejó de que no lo tomaban en cuenta, ya se alineó después del ‘reencuentro’ como él mismo lo definió, con el Presidente, durante el llamado ‘fin de semana negro’, y ahora para terminar de agradar a ya saben quién, hasta admite que quizá ya dejó de ser un interlocutor con el llamado ‘bloque opositor’, luego de haber roto su palabra de que las propuestas presidenciales no pasarían en fast track como ocurrió en la cámara de diputados, y había empeñado su palabra de que en el Senado se discutirían, y en los hechos sucedió totalmente lo contrario en una sesión por decir lo menos ‘rara’, en una sede alterna y sin la presencia de la Oposición.
Las órdenes del Presidente ya se acatan sin moverle ni un punto ni una coma en el Congreso de la Unión, igual en la cámara baja que en la alta. La tan cacareada división de poderes, al menos entre el ejecutivo y el legislativo es letra muerta, y ya uno de los poderes tiene totalmente sometido al otro.
El único poder al que no ha podido someter es al judicial, al que trató de imponerle la agenda de temas a discutir, cuando ordenó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), que se discutieran primero las impugnaciones de 2018 y no el Plan ‘B’ electoral. Pero la Corte ha decidido programar para el próximo lunes la discusión de proyecto que busca invalidar la parte electoral del famoso Plan ‘B’, y tenerlo resuelto antes que inicie el periodo electoral federal.
Aunque debido a la desarticulación y la falta de una figura principal por parte de la Oposición hace a muchos pensar que habrá una segunda administración morenista, entre ellos y principalmente al Presidente, éste busca perfilar a la figura que fiel a su estilo, sea 10 por ciento capacidad y 90 por ciento lealtad, porque lo que desea es que quien le suceda en el cargo, sea manipulable a tal grado, que él pueda seguir siendo el poder tras el trono.
El Presidente sin embargo, olvida que el poder no se comparte, y que quien llegue a la Presidencia en 2024, una vez que se siente en la silla y pruebe las mieles del poder, tomará el timón e impondrá su propio estilo de gobernar. Le guste o no, será el momento de ‘muera el rey, viva el rey’. Así será, pero a leguas se ve, que no está preparado para dejar de ser. Y si no, al tiempo.
@JulianParraIba