Un espejismo
Julián Parra Ibarra
En los días recientes, la presidenta de México anunció el incremento al salario diario de los trabajadores a partir de enero de 2026, y con éste se habrá llegado a un crecimiento del 154 por ciento a partir del 2018, cuando llegó por primera vez al poder el Movimiento de Regeneración Nacional.
De acuerdo con los registros, en 2018, al cierre del sexenio del priista Enrique Peña Nieto, el salario mínimo en nuestro país era de 123.94 pesos diarios, y a partir de entonces ha tenido aumentos significativos implementados por decreto y a contentillo del presidente de cuyo nombre no quiero acordarme.
En el 2019 el salario mínimo subió a 140.06 pesos diarios, en el 2020 a 162.95 pesos, en 2021 a 174.55, en 2022 a 197.50, en 2023 a 226.45, en 2024 a 260.75, y ya atribuible a la actual administración este año subió a 276.80, y para el entrante será de 315.04. En el periodo del que estamos hablando la diferencia es de 191.10 pesos diarios, un incremento total del 154 por ciento.
Especialistas empiezan a llamar la atención porque se está llegando al límite, lo que podría provocar principalmente presiones inflacionarias, una eventual reducción del empleo formal y por supuesto afectación a las pequeñas y medianas empresas. Algunos consideran incluso que, de mantener ese ritmo de crecimiento, en un par de años el mínimo alcanzará los sueldos profesionales, lo que de hecho ya ha empezado a afectar a las empresas, que han tenido que eliminar el bloque más bajo de su tabulador, porque el mínimo los ha rebasado.
A través de sus redes sociales, un empresario lagunero escribió: “Si realmente el gobierno federal quisiera ayudar a los trabajadores que perciben un sueldo, lo que deben hacer es eliminar o disminuir drásticamente es el ISR. No suben el salario mínimo porque les preocupen los trabajadores, sino para recaudar más impuestos.
“Cuando sube el salario mínimo, sube tu salario base de cotización: con eso se disparan las cuotas al IMSS e Infonavit que paga tu patrón y que te descuentan a ti. Al mismo tiempo, como las tablas de ISR no se actualizan en términos reales y el subsidio al empleo se quedó chico, una parte cada vez mayor de ese “aumento” se la queda Hacienda. Y sobre la nueva cifra de tu sueldo también se cobra más impuesto sobre nómina a las empresas.
El salario mínimo se ha convertido en la política más popular para subir impuestos sin que nos demos cuenta”.
De mantener el mismo ritmo de crecimiento los incrementos graduales, se podría provocar inflación, las empresas –sobre todo las pequeñas y medianas- trasladarán el aumento de sus costos laborales al precio final de sus productos y servicios para poder cubrir los nuevos salarios. Esto generaría un aumento generalizado de precios, afectando el poder adquisitivo de toda la población.
También podría generar desempleo y crecimiento de la informalidad. En un mercado competitivo, un aumento salarial muy por encima de la productividad puede llevar a las empresas a reducir el número de empleados o las horas trabajadas para mantener su rentabilidad. Los trabajadores menos capacitados o con menor experiencia serían los primeros afectados. Esto también podría empujar a más trabajadores y empresas hacia la economía informal, donde no se respeta el salario mínimo.
Además, un aumento significativo representa una carga financiera importante, especialmente para las micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes) con márgenes de ganancia ajustados. Esto podría desincentivar la inversión y, en casos extremos, provocar el cierre de negocios.
De hecho, el sector privado dio a conocer que, si bien coincide con el objetivo de aumentar los salarios y reducir paulatinamente la jornada laboral, estas medidas tendrán un impacto importante en las micro, pequeñas y medianas empresas, que podría incrementar el riesgo de cierres, y por tanto el crecimiento de la informalidad.
Alertan que el ajuste salarial no sólo implica el pago directo al trabajador, sino el incremento de costos laborales adicionales, ligados a cargas fiscales y prestaciones, por lo que proponen al gobierno federal –que los oigan y les hagan caso es otra cosa- que se otorgue un subsidio a las horas extras para evitar que el sector productivo absorba en su totalidad el impacto económico del incremento al salario y la reducción de las horas de la jornada laboral.
El empresariado está de acuerdo en apoyar las políticas del gobierno en materia laboral, pero les pide que la carga tiene que ser compartida, entre el estado y los empleadores.
Los incrementos al salario mínimo son un espejismo, porque si bien una persona que gana el salario mínimo a partir de 2026 ganará 191.10 pesos diarios más que en 2018, con ese nuevo monto no alcanza comprar lo mismo que compraba hace ocho años. Por la sencilla razón que, sobre todos los pequeño y medianos empresarios, transfieren esos aumentos al producto final y el trabajador paga más por lo que compra…en el mejor de los casos que siga teniendo empleo; porque muchos, han sido desocupados y hoy están desempleados o laborando en la informalidad, donde las prestaciones sociales no existen.
X= @JulianParraIba







