El secuestro de un Obispo
Julián Parra Ibarra
La violencia en nuestro país parece que no tiene límites. Desde hace al menos una década, cuando pensamos que ya lo hemos visto todo, los hechos del día siguiente superan y hacen olvidar los de hoy, y los de pasado mañana nos harán olvidar a los de mañana, y así sucesivamente hasta que los acontecimientos de cada día, su suma, al parecer ha ido llevando a muchos a perder la capacidad de asombro y a muchísimos más, tal vez a la mayoría, a normalizar la violencia.
Empezamos a asombrarnos con las primeras desapariciones y ejecuciones a balazos, pero pronto los cuerpos colgados en puentes fueron el asombro mayúsculo, hasta que empezar a aparecer los cuerpos desmembrados, los decapitados, la aparición de cabezas humanas algunas en hieleras de nieve seca o en bolsas ‘para la basura’ y los más descarnados a plena calle, a cielo abierto, a la vista de todos.
Así sucesivamente fuimos contando de a uno o dos desparecidos, hasta que se dieron los ‘levantones’ y los asesinatos masivos, pero todo ello que al principio nos causaba asombro y espanto, se nos fueron volviendo el ‘pan de cada día’, y nos fuimos acostumbrando a contar el número de muertos y desaparecidos, cuyas cifras son espeluznantes, pero en México dejaron de ser personas con nombres y apellidos, para convertirse en nadies, como diría Eduardo Galeano en su poema ‘Los nadies’. “Los hijos de nadie, los hijos de nada; que no tienen nombre sino número, que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”.
Y cuando ya la violencia estaba normalizada en nuestro horizonte, cuando se suponía que ya lo habíamos visto todo y que ya nada podría sorprendernos, la vida se encarga de ponernos enfrente hechos como para sacudirnos la conciencia, para estremecernos, para hacernos sentir que no, que lo que de pronto ya nos habíamos acostumbrado a ver en el día a día, no es por ello normal, de ninguna manera.
Y esta semana la hemos iniciado con la estremecedora noticia de la desaparición de Monseñor Rafael Rangel Mendoza, Obispo Emérito de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, en Guerrero, quien está desaparecido desde el sábado pasado, cuando se encontraba en el Estado de Morelos y se dirigía a Guerrero. Ahí se le perdió la huella y desde entonces no se sabe de su paradero ni las condiciones en que se encuentra.
Rangel Mendoza fue uno de los principales actores para establecer una tregua entre los grupos criminales, que mantenían –mantienen- azolado a todo el estado de Guerrero, principalmente al puerto de Acapulco y la capital Chilpancingo.
En una reciente entrevista con Azucena Uresti el mes pasado, el clérigo confesó a la periodista que estaba amenazado de muerte.
“Sí exactamente, incluso estoy amenazado, y le voy a decir hasta sentenciado a muerte, yo no sé si por el gobierno o si estos capos, pero yo sigo en la línea; por ejemplo, estuve a punto de reunirme con ellos hace dos días con un grupo, pero hubo un incidente por ahí y ya no lo pude hacer, yo sí les prometo que seguiré trabajando por la paz de Guerrero. En cuanto sea posible y me den la oportunidad estos señores, voy a seguir dialogando con ellos”
La entrevistadora le dijo que se estremecía al escucharle decir eso, porque de alguna manera había decidido aportar por la paz en Guerrero a costa de poner en riesgo su integridad, ante la ausencia total del Estado. “Desgraciadamente yo digo que Guerrero está ahorita ardiendo”, respondió.
A través de un comunicado, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) lanzó un llamado urgente y enérgico a las autoridades de los tres niveles de gobierno y les pidió su pronta y decidida intervención para la localización del Obispo emérito. Asimismo, lanzó un ‘respetuoso’ pero firme llamado a quienes mantienen en cautiverio a Monseñor Rangel Mendoza para que “en un acto de humanidad y considerando su delicado estado de salud, le permitan tomar de manera adecuada y oportuna los medicamentos que requiere para su bienestar”.
La CEM acudió ante las autoridades correspondientes en Morelos para que se procediera a iniciar la carpeta de investigación correspondiente, en concreto ante la Fiscalía Especializada en Desaparición Forzada de Personas y Cometida por Particulares.
Y, finalmente también hace un llamado a la sociedad en general para que, en la medida de sus posibilidades, proporcione información que pueda contribuir con las investigaciones.
En junio de 2022 dos sacerdotes jesuitas fueron asesinados en Chihuahua, y los hechos abrieron un debate incluso entre la Iglesia y el Gobierno Federal. Esperemos que este nuevo capítulo tenga un final menos trágico que aquél. Hacemos votos por la pronta aparición, en buen estado de salud, de Monseñor Rangel Mendoza.
P.D.- Al cierre de esta columna, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) dio informó que Monseñor Rangel Mendoza, fue localizado y se encuentra en el Hospital General “Dr. José G. Parres”, perteneciente al sistema de salud pública del Estado de Morelos en la ciudad de Cuernavaca, sin dar mayores detalles de sus condiciones de salud
X= @JulianParraIba