domingo 24, noviembre, 2024

A LA BÁSCULA

Los datos duros

Julián Parra Ibarra

En más de una ocasión y quizá hasta abusivamente, he recurrido tomando algunos fragmentos de un artículo de la autoría de Miguel Crespo, porque además de que desde su publicación original me identifiqué con su contenido, creo que sus consignas –o preguntas- cada día cobran mayor vigencia respecto del México actual.

Por inverosímiles e irritantes que puedan resultar las cosas en nuestro país, las creemos porque ya si no pasan aquí, no van a suceder en ninguna otra parte del mundo. El problema es que mucho de lo que aquí pasa, de a poco las hemos venido normalizando y ya poco o nada nos sorprende.

Se ‘filtran’ datos personales, identificaciones y hasta teléfonos y domicilios de periodistas que han dado cobertura a la mañanera, y el principal inquilino de Palacio Nacional, incapaz de dar la cara y reconocer la mínima falla o error en su administración, sale y dice que ‘fue un hackeo’, pero no admite que suponiendo que así fuera –como dicen los abogados-, es Presidencia de la República la responsable de esa información, porque fue el ente que la solicitó y se supondría sería el garante de su resguardo. Pero no, como todo, le vale madre expone a quienes fueron ‘balconeados’: total no son más que periodistas.

Se encrespa cuando Jorge Ramos le vuelve a presentar una vez más las cifras de la violencia, pero como siempre, sale con otros datos o se sale por la tangente. El periodista le pregunta si puede reconocer que su estrategia de militarización del país ha fracasado. “Es tu pregunta de siempre”, le increpa, y recibe como respuesta “Es el problema de siempre”.

Ramos le dice que él llamó a Calderón el ‘presidente de los muertos’ cuando débilmente esgrime el argumento de que todos se quedaron callados en el pasado. Y le vuelve a restregar que no puede presentar como éxito que haya 81 muertos diarios en su sexenio, lo que califica como una tragedia.

Y otra vez a tratar de evadir la realidad: que tragedia es lo que pasa en Estados Unidos “donde vives tú”, le dice, “donde hay muchas muertes por el fentanilo”.

Tan fácil que es reconocer lo que los datos duros, las cifras y números duros registran, esos que son contundentes y aunque diga que él tiene otros datos, todos los días se le restriegan en la cara, y los que nunca en el resto de su vida podrá sacudirse, lo perseguirán como los hechos del 68 persiguieron toda su vida a Díaz Ordaz.

Con todo, muchos de los que antes levantaban la voz para protestar por los malos gobiernos, hoy increíblemente aplauden todo, así sepan que son mentiras. Simplemente aplauden, y ahora sí se quedan callados.

Con la venia de Miguel Crespo, le vuelvo a tomar prestados fragmentos de un texto que ya tiene por lo menos dos o tres años que fue escrito:

“¿Cómo ocurre que, lo que antes fue objeto de críticas y denostaciones, hoy es justificado y hasta apasionadamente defendido? ¿Qué tienen de distintas la corrupción y las ineficiencias actuales que ya no son dignas de rechazo como las de antes? ¿Por qué los abusos y los excesos de hoy no perturban ni indignan como los de ayer? ¿Cómo es que los conflictos de interés dejaron de ser merecedores de reclamo?

¿Cómo le han hecho para dejar de ver lo que antes les resultaba tan evidente? ¿De qué manera olvidaron que estuvimos juntos, quejándonos por lo mismo que ahora les ha dejado de indignar? ¿Por qué antes nuestras críticas y reclamos eran festejadas y hoy son causa de repudio?

¿Qué pasó que dejaron de exigir aquello que antes consideraban justo? ¿Por qué les bastan las palabras de un individuo para cesar su lucha? ¿Qué los motiva a defender furiosamente un régimen tan lleno de huecos y falencias?

¿Cuándo dejó de molestar la presencia militar en las calles? ¿En qué momento las compras sin licitaciones se hicieron justificables? ¿Por qué ya no indignan las muertes de activistas y profesionales de los medios de comunicación? ¿Qué tiene que suceder para que regrese su actitud crítica? ¿En qué punto van a decir un «en esto se equivoca»?

¿Van a seguir sobredimensionando lo bueno para no tener que experimentar el dolor del desengaño por lo que no está bien? ¿A partir de cuándo un «los de antes también lo hacían» se volvió su argumento predilecto? ¿Qué los lleva a suponer que el autoengaño es la mejor disposición para enfrentar el presente y sus múltiples desafíos?

¿Continuarán por la vía de la descalificación de todo aquel que señale? ¿Seguirán matando al mensajero en vez de prestar atención al contenido de su mensaje? ¿Cerrarán, con tal de no dar su brazo a torcer, todo camino a la reflexión y el análisis? ¿Seguirán suponiendo como verdadero sólo aquello que refrenda su postura?

¿Por qué creen que México ya no los necesita críticos, demandantes y participativos? ¿Por qué?”.

Hasta aquí la visión de Miguel Francisco Crespo Alvarado. Una disculpa por el uso abusivo de este texto, pero es que no tiene desperdicio y está más vigente que nunca. Lo dejo sobre la mesa.

laotraplana@gmail.com

X= @JulianParraIba

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