jueves 6, noviembre, 2025

A Contrapié

Juan Antonio Martínez Barrios

“Sobre mi cadáver”

El cobardemente asesinado alcalde de Uruapan, Michoacán, Carlos Manzo, había pedido ayuda al gobierno federal en diez ocasiones. Y no era para menos pues le había declarado la guerra al narco desde su débil posición policiaca como cabeza de un municipio de alrededor de 400 mil habitantes. Y nadie atendió su llamado.

Con el gobernador del Estado, Alfredo Ramírez Bedolla, no podía contar, sino todo lo contrario, pues lo acusaba de corrupto, extorsionador y de estar coludido con el crimen organizado. En los videos, Manzo, que llegó a la Alcaldía por la vía independiente con un amplio apoyo popular que mantuvo hasta el día de su asesinato, le había advertido al mandatario: “Aquí no vas a venir a hacer tus chingaderas. Tendrás que pasar sobre mi cadáver”.

 El artero crimen, ocurrido en el segundo municipio más poblado de Michoacán, y que ha sacudido al país, se inserta en el clima de violencia que sufre la mayoría de las entidades federativas, que ha venido creciendo desde el sexenio del panista Felipe Calderón, que decidió sacar a los militares de los cuarteles para enfrentar a los cárteles con mucha fuerza pero sin una efectiva estrategia. Luego, asesinatos, extorsiones, secuestros, cobro de piso crecieron exponencialmente en el período de Andrés Manuel López Obrador con su criticada y fallida política de “abrazos, no balazos”. El morenista había prometido en campaña que los militares volverían a sus cuarteles. Pero no cumplió.

Con Carlos Manzo van siete alcaldes y dos empresarios asesinados durante el gobierno de Ramírez Bedolla, todos ellos bajo la presunta autoría del crimen organizado, reflejo de la terrible situación de inseguridad que padece Michoacán, dominada por la delincuencia.  Manzo, el séptimo, recibió siete balazos la noche del pasado día primero mientras asistía a un evento del Día de Muertos en la plaza principal de la ciudad.

Cuatro días después, con crecientes marchas de protesta y repudio, de exigencia de justicia, de quema de edificios públicos y ante un naciente “Movimiento del sombrero”, la presidenta Claudia Sheinbaum fue abrazada y toqueteada, acosada, pues, por un desconocido cuando caminaba por el Zócalo de la capital del país rumbo a la sede de la SEP. Para muchos se trató de un acto de imprudencia, para otros fue un montaje con el propósito de desviar la atención y bajar la presión al caso Manzo.

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