Raúl Adalid Sainz
No don Luis Estrada, ésta no es una película bien redondeada. Una narrativa repetitiva, sesgada, un mural superficial de aparente sátira al contexto actual mexicano, cinta donde impera el clasismo, racismo, y una intención facciosa. Película que dice poco en mucho.
Reminiscencias que toman eco de los miserables de «Viridiana», pero distante. En Buñuel, la pobreza lleva a una conducta de miseria moral, sobrevivir en la inequidad, en «Que Viva México», es mostrar la inmoralidad para conseguir un fin: una crítica de poco fondo a la 4T.
Al microcosmos de Estrada faltó decir en su sátira: ¿quién fue el culpable del esperpento humano que retrata? Otro reflejo de la cinta va a la obra teatral “Los Cuervos están de Luto», de Hugo Argüelles. Siendo esta obra un ejemplo de síntesis del comportamiento humano ante las herencias. Una realidad sí es palpable: la película es dispareja, y larga, y eso que yo no llevaba prisa.
Distante en mucho, de la gran cinematografía lograda por el director en: «La Ley de Herodes» o «El Infierno». Una síntesis depurada de guion hubiera logrado una mejor película, dentro del mismo discurso con el que Estrada ve a México.
Su violento y desagradable marco de miseria es repulsivo. Un grotesco fársico de conductas con el cual se podrá estar o no de acuerdo. Para mí, es uno de sus aspectos más logrados de la cinta. Es la metáfora de la descomposición social a la que hemos llegado. Vista así, más no por la degradación como los pobres son presentados en la cinta.
Esta caricatura debió ser vista con tal ironía en la clase pudiente. Y así lograr una potencia mayor en esta sátira. Cual mural de Diego Rivera, Orozco, o Siqueiros. Ahí la grandeza crítica social de estos pintores. Alguien dirá: en esta película no queda títere sin cabeza, todos tienen cola que les pisen.
Un intento que no se plasma contundente. Precisar en el nadie es inocente, debió ser más aplastante. Romper con el sesgo era fundamental, y así lograr una postura objetiva y por ende de mayor peso crítico. Lo cierto, es que según la cinta, tendremos Obrador volando en aeropuerto nacional, más allá del 2030.
De ser así, será un gran tema y oportunidad para que Estrada corrija y dé luz de síntesis a apuntes brillantes críticos que posee, pero que, en, «¡Que Viva México!», no cuajaron en un todo narrativo cinematográfico.
Epílogo: Como una situación hipotética me pregunto: qué sentiría el sector desheredado, de nuestras ciudades, pueblos, ranchos, aldeas, si vieran esta cinta. Gente que no tiene acceso a estas películas ¿Qué les diría Luis Estrada en un foro- debate? En la imaginación veo otra película quizá más interesante.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan