Vigilia
Arcelia Ayup Silveti
Disfruto muchísimo la comida de vigilia. Siento un aire nostálgico por lo que prepara mi mamá, doña Arcelia Silveti Mejía. En su casa aún se estila que la hora de comer es también para convivir y ponerse al día. Ella es excelente cocinera, y tiene un sazón particular, quienes hemos sido bendecidos con sus platillos, nos sentimos entre nubes.
Mi mamá no acude a guisos sofisticados, más bien ha sido una ingeniosa mayora para aprovechar lo que dispone de su alacena y refrigerador. Todo le queda delicioso, desde el arroz, hasta los frijoles. Ella es reflejo de su madre doña María Mejía Cervantes en el terreno culinario. Replica recetas familiares y mi hermana Lulú y yo reproducimos esta acción.
Tengo en mi memoria el aroma a comida cuando regresaba de la escuela primaria a mi casa. Eso me provocaba una sensación de bienestar y de cobijo emocional y familiar. Recuerdo que me paraba en la puerta de la cocina y cerraba los ojos para imaginar qué platillo sería el del día. Me acercaba a las cazuelas y me gustaba que el olor invadiera la casa.
Mi madre siempre ha sido previsora, colocaba tendederos con ingredientes de temporada como calabaza, tomate, y maíz. Los deshidrataba de manera natural y con ellos preparaba torrejas, y una deliciosa sopa caldosa de chuales, con el maíz crujiente. Elaboraba los siete platillos laguneros de cuaresma: garbanzos, lentejas, migas, nopales, pipián, tortas de camarón y torrejas. Era un trabajo de varios días. Con anticipación limpiaba las lentejas, pelaba los camarones y desvenaba los chiles para el pipián, para no atarearse tanto el viernes.
Imposible dejar fuera mi siempre anhelada capitorada, uno de mis platillos favoritos. Confieso que me gusta tanto que la he preparado en cualquier época del año, por aquello de que a mi edad es válido hacer cosas poco convencionales. Mientras escribo, se me hace agua la boca al pensar en la receta de la capitorada que prepara mi madre, y dicho sea de paso, para mí es la mejor del mundo. La he preparado con decoroso resultado, pero nunca la he igualado. Seguiré intentando, quizá algún día mejore.
En la vorágine de nuestros días, es mi deseo que en muchas casas impere esta sensación de abrazo a tráves de la comida. Que la cocina sea refugio para quienes viven en esa casa y los alimentos rebasen la necesidad primaria, se elaboren con dedicación y cariño, sean elemento de unión y que los celulares y televisiones se mantejan lejos de la mesa.
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