martes 24, diciembre, 2024

CEGUERA ANTE LA CIEGA PERMANENCIA

Luis Alberto Vázquez Álvarez

José Saramago, portugués premio nobel de literatura, nos presenta una novela titulada: “Ensayo sobre la Ceguera”. La obra en sí es una oportunidad de reflexionar con discernimiento, otorgándonos herramientas para que discurramos y hasta especulemos nosotros mismos sobre nuestra realidad sociopolítica; es decir, obliga que sea el propio lector quién cree su ensayo social y se comprometa con él. Invita a una introspección severa a cualquier comunidad humana cuando esta no es capaz de analizar para enfrentar y proponer respuestas a los problemas reales que enfrenta.

El tema central es la ceguera repentina que sin causa alguna empiezan a sufrir las personas; pero no una ceguera normal la cual “ven” todo negro, es una ceguera blanca, los personajes que la sufren la describen como si sus ojos estuvieran viendo fijamente una mar inmensa de porcelana. Dicha situación provoca un gran desconcierto comunitario obligando a todos a coexistir totalmente fuera de lo normal, máximo cuando los médicos al analizar a quienes van perdiendo la vista encuentra que sus ojos están perfectamente sanos. Como el problema se complica al crecer el número de “ciegos” el estado, incapaz de entender el problema, los encierra en un viejo manicomio, dividido en dos secciones: Ciegos y contagiados.

Prácticamente son dejados a su suerte, con poca comida y menor asistencia. Es ahí donde aparecen los traumas sociales que Saramago entrecruza entre maldad y bondad humana. aquellos que aún no eran víctimas de la epidemia, discriminaron pronto a los perjudicados; algunos incluso atreviéndose a acusarlos de algún mal invisible; abandonándolos sus familias, amigos y hasta amores. Pero este mundo insensible acabará peor que el ya contagiado.

Dentro del manicomio hace su aparición la naturaleza humana, cada uno tiene que adaptarse para mantenerse vivo con la esperanza de recuperar la vista. Ahí mismo emergen sentimientos de solidaridad y brutalidad; habrá quienes compartan y quienes busque poseer los escasos bienes. Se forman dos grupos; el dirigido por la esposa del médico que se finge ciega para ayudar, quienes buscaban el bien era el mayoritario. El otro era de los malvados, quienes eran pocos, pero se hacían seguir por muchos engañados; egoístas y capaces de causar males mayores, violan personas y leyes por el placer del poder; se apoderan de los bienes y presumen ser muchos agigantando imaginariamente su número, pasando sus presunciones de cientos a miles y de estos a millones, solamente para amenazar y obtener prebendas que les permitan dominar y recuperar lo que poseían antes de la pandemia.

De esta obra podemos obtener varias metáforas que nos ubican en el mundo actual y local. Quienes estaban realmente ciegos fueron los gobernantes que no supieron, pudieron y ni tan siguiera quisieron solucionar el problema social que desde mucho tiempo atrás cada día se agravaba más y más. Quienes apoyan a aquellos aún, son seres con profundo egoísmo cuya ceguera va más allá de la incapacidad física y que representan la búsqueda del poder por el poder mismo para ellos beneficiarse sin importar los demás.

En el otro extremo de la balanza comunitaria están quienes adquieren la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron y entonces deben luchar por ayudarlos a que recuperen los sentidos de una comunidad justa que dignifique a todos los seres humanos que ella abarca. La ceguera blanca, no se trata de un problema de ojos, sino de conciencia; es la incapacidad de mirar profundamente a las personas para poder confiar en ellas y no sólo dejarnos guiar por lo que se ve a primera vista; es indispensable analizar, estudiar, comprender lo que se sugiere y luego proponer u oponerse; solo así desaparecerá la ceguera mediática. Es indispensable recuperar la lucidez para sencillamente ser capaz de realizar una reflexión sobre la ética social, la verdad política y la solidaridad.

Con un final esperanzador, que llega después de la tensión de la vulnerabilidad visual y la crueldad política; Saramago en “Ensayo sobre la ceguera” deja un mensaje positivo: una vez recuperada la vista, la incredulidad sigue afectando sus apasionamientos; entonces concluye el médico con la famosa frase: “Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos”.

Compartir en: