martes 26, noviembre, 2024

Adiós Torreón

Raúl Adalid Sainz

Que días tan hermosos viví en mi tierra lagunera. Cuatro años de ausencia te hacen valorar, aún más, el no verla y sentirla en su multiplicidad.

Fue celebrar la vida en su aspecto total, desde el médico, que recobró mi salud, gracias doctor Enrique Carrillo, hasta cada despertar escuchando el coro de matutinos pajarillos, el silbar del viento, presagiante de tolvanera, los chiquillos que aún juegan a la pelota por las calles.  Cosas que las grandes urbes, como mi lugar de residencia, se tragó en su absoluto gigantismo.

El poder ofrecer mis vivencias de actor, en esa majestuosa «Casa Mudejar», de Torreón, y celebrar en esa noche de ensueño, mis primeros cuarenta años ininterrumpidos de histrión. El cariño ofrendado fue maravilloso para mí.

Al día siguiente, compartir un taller de actuación a gente interesada en la interpretación dramática. Fue un dar y recibir. Ver, a los que desean contestarse inquietudes con la mirada sonriente al despedirse, es sentir que uno cumple en el acto amoroso de dar lo aprendido en el camino.

La cereza en el pastel, fue la hermosa celebración cumpleañera de mi compañera de vida Elvira Richards. Donde vi el cariño, prodigado a su persona, por parte de sus excompañeros de secundaria, de aquellos de los tiempos de banquera en Bancomer, y ver también el amor, de los que fueron cómplices de los tiempos, en que Elvira hizo teatro en Torreón.

Linda fiesta, con cena norteña, karaoke, baile, risas y charla, en esa Quinta «Doña Oliva», que Elvira construyó. «CHPT», le dijo un día Jorge Lavat a mi querido hermoso sol.

Viví, disfruté, escuché, charlé, conocí más a mi familia política, caminé y recordé tiempos idos por el centro de mi Torreón. Me asaltaron las remembranzas de niño del brazo de mi madre.

Agradecí, internamente, que esta región, haya sido tan generosa con mi padre, para que nos haya dado sustento de casa, comida, ropa, y la posibilidad de una buena educación.

Me deleité con la comida de mi Comarca: la carne asada y tronadoras, de mi cuñado Jaime, su plática del querido Santos, el cabrito y cortes de mi restaurant predilecto «La Majada», las costillitas, las gorditas y tortillas de harina, la comida libanesa del restaurant «La Alhambra», los tamalitos norteños, el pan francés acompañando el menudo del mercado de Lerdo. ¡Dios…! ¡Que delicias!

En fin, a veces dice uno: algo habré hecho bien, para recibir tanto tan de tanto.

Gracias a Lupita Richards , por su gran apoyo para recibir los cariños y la posibilidad de desarrollar mi vocación de servicio. Gracias Jorge Richards, Mickey, Georgina e Iván, por ser tan cálidos anfitriones de hospedaje. Gracias señora Oli, por sus finas atenciones. Gracias Comarca Lagunera, por estos días tan arrebatadoramente bellos.

Hoy, en unas horas, volvemos a nuestra casa en México Tenochtitlan. Lugar que nos permite el sustento y la posibilidad de desarrollar nuestro llamado de vida artística. Gracias, ciudad de México, porque nos esperas. Vamos a iniciar el año, ya con la salud restablecida.

A mi querida comarca, sólo le digo ¡Muchas gracias! Y un pronto volvernos a sentir. Gracias a todos los que han llenado mis alforjas con tanto cariño generoso.

Vamos pues, al lago sepultado por el asfalto, con la única misión de ennoblecerte, y traer a la Comarca, lo aprendido a lo largo del camino.

Nota: CHPT, según don Jorge Lavat, era: chingona para todo. La foto, que me encanta, en «Casa Mudejar», es del gran fotógrafo, Ramón Sotomayor, del periódico » El Siglo de Torreón».

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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