sábado 21, septiembre, 2024

Historias de Actores

Hace siete años, un 30 de enero de 2016, filmaba con dos grandes actores, «Un Padre no tan Padre», mis queridos y admirados: Tina French y Héctor Bonilla

Raúl Adalid Sainz

Alternar el set con grandes actores es un regalo. Un privilegio que te da Dios. Es un don que alegra, porque los buenos actores, por lo general, son generosos. Habrá excepciones, claro está. Esta foto, que da marco a este escrito, me recuerda a dos lindos compañeros. Gente que se ha entregado en su pasión a los escenarios teatrales, al cine, a la televisión; y que han dejado su huella en el público y a quienes los hemos tratado. Hablo de la actriz, Tina French y de Héctor Bonilla.

A Tina tuve el placer de conocerla como espectador en el teatro. En aquel célebre montaje de, «Rey Lear», dirigida talentosamente por Salvador Garcini. Tina interpretaba maravillosamente la malvada perversidad de «Regania», hija de «Lear». El tiempo nos hizo conocernos personalmente, cuando nuestro querido amigo mutuo, el director teatral, Jebert Darién, preparaba la obra «El Vuelo».

Ahí tuve el gusto de alternar el escenario con Tina, en aquel entrañable montaje suscitado en el «Teatro Libanés». Para mí una emoción fue conocerla. Esa obra de «Rey Lear», me marcó significativamente en mi amor por el teatro y en especial a Shakespeare. Al vernos, Tina y yo, siempre existe la sonrisa de sentir que el compañero Darién y «El Vuelo», están entre nosotros. Nunca olvidaré su lectura en aquella carta de Juan José Gurrola, enviada al adiós de Jebert en su sepelio. Una mujer de exquisita sensibilidad la gran Tina.

De mi admirado Héctor Bonilla, ¿qué decir? Para mí significa el entusiasmo, la congruencia. Mi primer recuerdo hacia él, fue en el programa, «La Cosquilla». Era niño, y cada viernes, yo vivía ese maravilloso show televisivo. Me deleitaba en el humor de los dos Héctores: Suárez y Bonilla. Gozaba a Gastón Melo, a Raúl Astor, a Enrique Aguilar y a mis primeros amores de niño: Raquel Olmedo y Carla.

Después, ya adolescente, recuerdo a Héctor en una película llamada: «Meridiano 100», dirigido por Alfredo Joskowicz. Lo vivo, en una película que a mí me gustó mucho, por la aventura pasional que viven dos jóvenes con una mujer inquietante en Acapulco, me refiero a «Narda o el Verano», de Juan Guerrero. Cinta que es un antecedente a la triunfadora, «Y tú Mamá También», de Alfonso Cuarón.

Ya llegando a la Ciudad de México, de mi natal Torreón, veo en el cine una película de Héctor que es una de mis consentidas de la cinematografía mexicana: «María de mi Corazón», de mi querido Jaime Humberto Hermosillo. Héctor y María Rojo, estaban sencillamente entrañables. En la televisión no olvido un gran trabajo del gran Bonilla, me refiero a «La Gloria y el Infierno», telenovela dirigida por el enorme cineasta Gonzalo Martínez.

Pero hay una obra de teatro, donde yo me quité el sombrero emocionado por el trabajo de Héctor, estoy hablando de «El Vestidor», de Ronald Harwood, dirigida magistralmente por mi maestro querido y admirado: José Luis Ibáñez. Ahí Héctor, estaba soberbio. «Norman», su personaje, el vestidor fiel de su «Señoría», el viejo actor shakesperiano, interpretado memorablemente, por Ignacio López Tarso. Un referente escénico esa obra en mi carrera, un amor súbito por el teatro.

Recordar a Héctor en la última escena en que el viejo actor no deja una sola línea de agradecimiento en su diario de vida a «Norman», me llena los ojos de lágrimas. No olvido su espléndido personaje de embajador francés en «Señor Butterfly», obra teatral dirigida también por José Luis Ibáñez. Su circense actoralidad en «Barnum», comedia musical donde el actor mostró su dominio del género. Su entusiasmo valiente de productor y de actor, con la ya leyenda viva de nuestro cine, la memorable, «Rojo Amanecer», dirigida por Jorge Fons.

Cómo olvidar el entusiasmo del gran cineasta, Jaime Humberto Hermosillo, recordando a Héctor al dirigirlo en «Matinée» y «El Cumpleaños del Perro», estupendas películas donde Bonilla está soberbio en su actuación. Hay una comedia teatral entrañable que gocé enormemente con Héctor y mi querida Julieta Egurrola, su nombre: «Emociones Encontradas». El mismo Bonilla dirigió ese bombón teatral. Que delicia de trabajo.

¡Qué de recuerdos! Por eso al contemplar esta foto me lleno de orgullo de haber filmado con este par de actores consentidos para mí. Día soleado en San Miguel Allende, Guanajuato. Un nombre tiene esa película: «Un Padre no tan Padre». Misma que fue todo un éxito. Esa mañana y tarde de filmación fue platicar y platicar con Héctor. Una película, de las tantas mencionadas, y que no había visto, era: «Bloody Marlene», de Alberto Mariscal. Donde Héctor ganó el «Ariel», a mejor actor.

El mes pasado, diciembre del 2020, en que murió mi amiga actriz Martha Navarro, compañera sentimental de Héctor en esa película, la vi. Entendí por qué me hablaba con tal entusiasmo de esa cinta. Otra cosa que nunca olvidaré es cuando en esa filmación que compartimos, me dijo: «Un actor, es mejor actor, mientras más géneros maneje».

Que lindos compañeros, Tina y Héctor. Que grandes charlas. Que bella es la vida cuando se comparte con gente que se da en lo pródigo. Por eso esta foto significa tanto para mí. Es la admiración y el sentir que Dios te escucha cuando dices como actor joven que empieza: «Quiero un día trabajar con ellos».

Hoy, en este prematuro 2021, Tina y Héctor filman un «Padre no tan Padre», segunda parte. Mi abrazo enorme y en el cariño perpetuo para ellos.

PD: El escrito fue hecho en enero del 2021. Me enteré que Héctor y Tina filmaban en Playa del Carmen, Quintana Roo, la segunda parte de un «Padre no tan Padre», misma que finalmente se llamó: «Una Navidad no tan Padre». Por cierto se puede ver por Netflix. La foto fue tomada durante el rodaje de «Un Padre no tan Padre», en San Miguel Allende, por mi querida amiga, Dulce Angélica; espléndida delegada de la ANDA, y que fungió como tal, en ambas películas de este singular padre llamado «don Servando».

El año pasado (2022), Héctor nos dijo adiós. Cuando filmaba «Una Navidad no tan Padre», me enteré que trabajaba con mucha dificultad la película, su condición de salud, era difícil. Le escribí esta historia con el deseo de animarlo. Mi admiración hacia él, era, y es, mucha. La ausencia de los seres queridos hace que los ojos se nos aneguen, en un mar, de eso que llamamos recuerdos.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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