Luis Alberto Vázquez Álvarez
Históricamente los pueblos autóctonos que habitan esta gran nación que es México han sufrido discriminación, marginación y hasta desprecio, primero de sus vecinos originarios como los mexicas cuando llegaron al Valle del Anáhuac; luego ellos mismo sojuzgaron a sus colindantes y más tarde los conquistadores hispanos a todas las naciones indígenas del virreinato. Cuando llegó la independencia, los nativos fueron carne de cañón en múltiples guerras intestinas sin que nadie los considerara merecedores de un trato digno; incluso los dos presidentes más aborígenes los persiguieron. En pleno siglo XXI aún se pregunta si fulanito es “indio” o “gente de razón”.
El hecho de que la constitución declare los derechos humanos para todos los habitantes del país y México se considere jurídicamente una nación multicultural no permea en los grupos sociales que aún se siente “Casta Divina”; personas que lo único que poseen es odio irracional. Lo acabamos de comprobar en una marcha en la ciudad de México donde alguien que yo hubiese supuesto con porte ario, (rubia, alta, de ojos azules), se atrevió a lanzar improperios y designaciones de “indio de Macuspana, patas rajadas” a quien se carcajea de esos imaginarios oprobios. Líderes políticos de estados norteños que se oponen a que se ayude a las entidades federativas con mayoría de pueblos autóctones y un legislador anencefálico discurre que México sería país desarrollado si se eliminan Oaxaca, Guerrero y Chiapas. Nos preguntamos ¿Cómo puede hablar de democracia el consejero presidente del INE si él se burla de los indígenas que lo buscan por razones profesionales?
Según Norbert Bilbeny existen varios modelos básicos para la coexistencia de diferentes identidades étnico-culturales dentro de un mismo marco político: Segregación: “Cada uno en su medio y alejado de los otros”, generando arrogancia de quien habla sobre quien escucha. Asimilación: “hacer similar al otro”. No necesariamente intolerancia o desprecio hacia las minorías, pero sí, para valer como persona debes ser como soy yo. Agregación: “Aquí, pero separados”. Puedo aceptar a los diferentes entre nosotros, pero no confundidos sino apartados, sin caer en la segregación. Integración: “Aquí, pero diferentes” no representa homogeneización; es compatible con el pluralismo y excluye el trato discriminatorio a cualquier grupo social, pero mantiene el principio monista “Cada casta es única e indivisible”.
Inclusión social interétnico-cultural: Reconoce la diversidad en cualquier ámbito nacional o mundial. Enfatiza la inserción múltiple étnica, religiosa o social y excluye la diferenciación. Es multiculturalista, apuesta desde la disimilitud lo creativo de una nueva sociedad, inspira el dialogo interétnico y multiclasista al mismo tiempo que, todos los grupos ganan nuevos rasgos culturales y democráticos, provocando que pierdan sueños de privilegios añejos conformando una identidad común actuante a favor de una ciudadanía compartida.
Esta integración democrática y cultural social se sostendrá por el interés compartido hacia una causa comunitaria que se robustecerá en continua construcción. Requiere acuerdos entre grupos sociales, pactos, negociaciones permanentes y el compromiso de todos los sectores con mínimos principios éticos humanistas; exige la solidaridad de todos los grupos comunitarios, aceptando que todos cambiarán en este proceso, que ninguno será el mismo que antes, y la sociedad, en su conjunto, también mutará.
Este multiculturalismo étnico confluirá en una nueva identidad mexicana que se volcará en la defensa absoluta de todos los seres vivientes sobre el territorio nacional y aún de aquellos que viven fuera de él y porque no, a todos en el mundo entero en el más irrestricto respeto a la diversidad, facilitando un marco de convivencia que nos permita descubrir para admirar y honrar la identidad ajena y a la vez redescubrir lo valioso de la nuestra.
Concluyo esta reflexión con dos frases de Nelson Mandela muy apropiadas a la realidad que hoy estamos viviendo en nuestra amada patria: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel. La gente aprende a odiar. También se le puede enseñar a amar. El amor llega más naturalmente al corazón humano que lo contrario”. Y esta segunda que nos profundiza más en esta etapa de México: “Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada”.