AMLO está desesperado. Pero en serio
Carlos Arredondo Sibaja
Las marchas del domingo pasado –porque no fue solamente una, sino decenas– han desquiciado al presidente (con minúscula) debido a una razón simple: le han roto una narrativa sobra la cual ha venido insistiendo desde hace meses. Y lo hicieron en múltiples sentidos.
El primero de ellos es el relativo al monopolio de las calles; la exclusividad de la manifestación; el privilegio personal de la convocatoria a las multitudes. Si no es él quien emplaza entonces nadie sale a vía pública. Y si lo hacen jamás podrás ser sino unos cuantos, un puñado insignificante, una minoría ridícula.
¿Cómo se atrevieron a salir en números tales? ¡Eso es imposible! Los videos deben estar trucados… alguien hizo trampa… le metieron fotoshop a las imágenes…
El segundo aspecto en el cual se le ha roto la narrativa al Hijo Pródigo de Macuspana es el relativo a su pretendida capacidad para convencer -o, en su defecto, amedrentar- a quienes no comparten sus puntos de vista. Una semana entera se la pasó vociferando y haciendo bullying a quienes podrían asistir a las marchas… solamente logró convencer a más, según se vio.
Insultó sin recato, lanzó retos ridículos como el de invitar a los manifestantes a ocupar el zócalo capitalino, estigmatizó a cuantos pudo. La intención era clara: persuadir -por miedo a confrontaciones- a quienes pudieran acudir a las marchas, de quedarse en sus casas.
No logró convencer a nadie y a las marchas acudieron no solamente quienes siempre lo han tenido claramente catalogado como un farsante, sino muchos de quienes en 2018 le otorgaron su voto esperanzados -sin razón alguna- en la posibilidad de ver adecentarse la vida pública del país.
El tercer elemento en el cual se le ha roto la narrativa a nuestro Rey Julien del Manglar -aunque no resulte evidente en primera instancia- es el relativo a su egocentrismo congénito. Las manifestaciones del domingo anterior no se trataron de él sino de algo realmente importante: la defensa de nuestras instituciones democráticas (no solo el INE).
No fueron marchas en su contra. No fueron manifestaciones demandando su salida del poder. No fueron los exabruptos de sus detractores más virulentos. Fue la voz pacífica y sensata, pero potente y sonora, de quienes tienen clara la necesidad de defender -con todos sus defectos- el modelo de elecciones con el cual llegó el actual presidente al poder.
Esto último en particular tiene desquiciado a mister Yo Siempre Tengo Otros Datos. Su ego descomunal no puede concebir la posibilidad de un acto político en el cual no sea él quien ocupe el centro, ya sea porque se trate de quemarle incienso, ya porque se trate de atacarlo.
Y como el país, el mundo y el universo deben tenerle a él -siempre y en todo momento- como su centro de gravedad, entonces se ha inventado una marcha para dentro de poco más de una semana. La intención es, como siempre, diáfana: “demostrar” su superioridad como convocante.
Nadie se preocupe -y, menos aún, se ocupe- con el tema. La “marcha espontánea” convocada por su majestad, la cual será encabezada por él mismo y tendrá como propósito único la ratificación de la lealtad perenne de la plebe, será numerosa y llenará el zócalo.
“¿Y..?”, diría una impávida Lucero ante el argumento. No se trata de averiguar quién puede hacerla más grande… no es una competencia. No para quienes estamos de este lado de la mesa. No nos distraigamos.
No se trata de las marchas, sino de las consecuencias ulteriores de estas. Los acólitos del mesías tropical tendrán postales para mantener alta la moral; nosotros ya logramos el objetivo: la “reforma electoral” de López Obrador está muerta.
Por eso está desesperado… desquiciado.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
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