La izquierda toma el poder en América Latina, ¿por cuánto tiempo?
Rubén Olvera Marines
En poco más de un año, los triunfos de Pedro Castillo en Perú, Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro en Colombia y Lula da Silva en Brasil modificaron radicalmente el mapa político de Latinoamérica.
Salvo Ecuador, por primera vez en la historia concurrirán gobiernos de izquierda en las diez principales economías y países más poblados del continente.
El péndulo de la historia política de América Latina comenzó a oscilar hacia su lado izquierdo desde 2017 con el triunfo de Alberto Fernández en Argentina. En 2018, Andrés Manuel López Obrador hace lo propio en México. Tras un breve exabrupto de la derecha, el progresismo retornó a Bolivia en 2020 con Luis Arce. Mismos años en los que la izquierda venezolana de Nicolás Maduro se afianzó en el poder.
No es casualidad ni coincidencia. Creo más bien que el florecimiento de los regímenes populares-reformistas ha sido producto de la causalidad y la afinidad de las demandas sociales que se configuran en cada una de las naciones.
Como pocas veces, en la mayoría de los países latinoamericanos se percibe un sentimiento de desánimo frente a los resultados sociales alcanzados por las reformas estructurales y las políticas restrictivas emprendidas por los regímenes de centro-derecha.
Los avances macroeconómicos y financieros, si los hubo, no resultaron lo suficientemente significativos para convencer a los votantes de que esa era la ruta correcta.
La pandemia no hizo más que desnudar las profundas inequidades sociales que prevalecían en la mayoría de los países. Por lo tanto, el incremento de la pobreza y la desigualdad, la pérdida de empleos e ingresos y la falta de crecimiento solo exaltaron la integración de los movimientos progresistas que se venía gestando años atrás.
En consecuencia, el fortalecimiento de los programas sociales de transferencias, el retorno del Estado en la economía y la incursión de liderazgos populares, simbolizan las nuevas esperanzas de amplios sectores sociales, que apuestan por una mayor igualdad y protección gubernamental de las personas más desfavorecidas.
Sin embargo, la algarabía de los movimientos de la izquierda latinoamericana contrasta con el recelo de quienes consideran que esta podría ser una apuesta elevada. Una película ya vista, en donde la izquierda experimenta en carne propia la fatalidad del péndulo político, que constantemente oscila de un extremo a otro.
Antes del fin del ciclo, la historia advierte a la izquierda que tendrá poco tiempo para ofrecer mejores resultados en todos aquellos aspectos sociales que los regímenes conservadores pasaron de largo. Lo anterior, y este es el verdadero reto, sin decepcionar a sus electores, sin provocar un caos financiero y sin sucumbir frente a las tentaciones autoritarias.
Vale la pena recordar los tres excesos que han acelerado el retorno de los regímenes de centro-derecha.
Por lo general, la izquierda sucumbe en las urnas frente a sus rivales cuando las promesas ofrecidas en campaña exceden las capacidades y los recursos para cumplirlas. El desencanto es concomitante a la falta de resultados. El gobierno de Cristina Kirchner en Argentina es un ejemplo de ello.
La desilusión también sobreviene cuando se opta por incrementar el gasto más allá de las capacidades reales del sistema recaudatorio. Solo es cuestión de tiempo para que los desajustes macroeconómicos, encabezados por la inflación, se trasladen a las urnas. La primera época de Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil sucumbió a causa de efectos similares.
El tercer exceso de las izquierdas resulta de suyo complejo y controvertido. Se refiere a las tentaciones autoritarias en las que han caído algunos líderes de la izquierda. Comúnmente estas andanadas incomodan a las élites, las cuales no dudan en otorgar su apoyo a los opositores. Un claro ejemplo sucedió en Bolivia con Evo Morales, cuyos ánimos reeleccionistas estuvieron a punto de provocar el descarrilamiento del proyecto progresista de ese país.
Los primeros exámenes para la continuidad de la izquierda se aplicarán el próximo año en Argentina. Las encuestas no son nada halagüeñas para el kirchnerismo.
En 2024 toca el turno de México. Al momento, los sondeos posicionan a la izquierda por arriba de la coalición centro-derecha.
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