La Cuba mexicana
Jesús Vázquez Trujillo
Para 1821, todos los países dominados por España habían proclamado su independencia política y económica respecto de la metrópoli.
Todos a excepción de la isla de Cuba, misma a la que Lucas Alamán pensó que era urgente y necesario anexar a México, no solo por el vínculo comercial y económico que unía a ambas naciones, pues durante los 300 años del virreinato la jurisdicción de Cuba había pertenecido a la Nueva España.
Sí no también porque al seguir Cuba bajo el dominio español, una invasión española a México desde la isla caribeña para reconquistarlo era inminente.
En 1825, el general Antonio López de Santa Anna, realizó un frustrado intento para proclamar la independencia de Cuba, pues pensaban que sí México no se anexaba a Cuba lo haría la Unión Americana, entonces México quedaría atrapado por los yanquis en el Golfo de México.
El general Santa Anna compró varios barcos para asediar a la isla y proclamar su independencia, sin embargo, la expedición resultó infructuosa.
Mientras tanto los Estados Unidos también veían la necesidad de expulsar a los españoles de Cuba, para evitar con ello cualquier intento de reconquista no solo contra México, si no contra cualquiera de los países hispanoamericanos recién independizados.
Sin embargo, el gobierno estadounidense decidió permitir que los españoles siguieran posesionados de Cuba para evitar que otra potencia la conquistara, mientras los yanquis hacían los preparativos para declararle la guerra a España y arrebatarle sus posesiones caribeñas.
Entre tanto en México, se estaba gestando un nuevo intento para convertir a Cuba en una entidad integrante de la federación mexicana.
En 1895, el ministro de relaciones exteriores Ignacio Mariscal comenzó a armar junto con otros cubanos que veían con simpatía la anexión de su país a México, el Plan de la Cuba Mexicana.
Proyecto que contó con la aprobación y respaldo del presidente Porfirio Díaz, quien instruyó al embajador de México en Washington, Matías Romero para que entrara en platicas con los cubanos residentes en la Unión Americana.
La embajada mexicana en Washington patrocinó y editó un periodiquito llamado “La Cuba Mexicana”, de cuya edición le llegaba un ejemplar diariamente al general Porfirio Díaz.
Éste diario alimentaba las esperanzas de anexar a Cuba a la República Mexicana, sin embargo, esas esperanzas se esfumaron cuando el presidente estadounidense Robert Cleveland declaró que no aceptaría la anexión de Cuba a ninguna otra nación.
Finalmente, en 1898 con el hundimiento de un barco estadounidense en las costas cubanas, los Estados Unidos encontraron la excusa perfecta para declararle la guerra a España e independizar a Cuba.
Bajo el pretexto de que los intereses, bienes y propiedades de los ciudadanos estadounidenses residentes en la isla podrían verse seriamente afectados.
La guerra hispano – estadounidense duró tan solo nueve meses, los cuales bastaron para que España fuera completamente derrotada militarmente, además de quedar política, económica y financieramente aislada.
Tras la derrota, España no solo se vio obligada a concederle su independencia a Cuba, si no también a cederle a los Estados Unidos la isla de Puerto Rico.
Con la independencia de Cuba conseguida por los Estados Unidos, México perdía no solo la oportunidad de anexar la isla a su territorio, si no también su única fuente de influencia comercial en el mar Caribe.