Raúl Adalid Sainz
Desde que vi fragmentos, en la pasada celebración del «Oscar», de la película «Otra Ronda», me llamó la atención. Intuí que esa cinta ganadora de la máxima estatuilla comercial cinematográfica a la mejor película extranjera, tenía algo. La última secuencia de la cinta fue la elegida por la academia para dar marco al premio. Aquello era un canto de libertad entre juventud y el éxtasis del vivir. ¿Será que esas imágenes no las vemos ni las vivimos fácilmente? A mí me siguen seduciendo como adolescente en busca de aventura.
Así que «Otra Ronda» («Druk», en danés) llegó a Netflix y a verla de inmediato. El hastío, el aburrimiento de vida llega a cuatro profesores cuarentones largos de secundaria. Grandes amigos que deciden hacer un experimento: mantener una pequeña cantidad de alcohol en la sangre durante su labor en el magisterio. Todo con el objetivo de lograr un mejor desempeño profesional y tener una mejor relación social en todos los entornos. A las ocho p.m parará la ingesta alcohólica y no se beberá los domingos. 00.5 % es el límite de alcohol permitido. Ernest Hemingway es citado entre ellos, como ejemplo que el escritor logró su gran obra literaria estando en estado de traer el piloto del alma encendido.
El éxito llega a sus vidas, renuevan las ganas de vivir, están alegres, les llegan a sus alumnos, vuelven a sentir placer con su pareja. Habrá que aumentar la dosis para que el experimento tenga otras revelaciones. La seducción alcohólica traerá consecuencias. Empieza a haber enganchamiento etílico y rupturas familiares. «Tommy», uno de los amigos, termina suicidándose. La alerta los hace reflexionar, paran de beber. Terminan con notable alegría de comunión con los alumnos el fin de cursos.
Esta pequeña anécdota es realizada con gran inspiración por el director y guionista Thomas Vinterberg («Festen», «La Cacería», creador junto con Lars Von Trier, del movimiento cinematográfico «Dogma 95»). Un viaje al alma de estos cuatro fastidiados maestros que encuentran en el mágico viaje alcohólico la chispa para vivir.
La Película no juzga, deja ser a los personajes, ellos sacan sus propias conclusiones y ahí está su encanto. ¿Qué hacer cuando se pierde el sentido de la vida? Cuando llega el aburrimiento. Todos los que pasamos por la ruta de la madurez lo hemos sentido. Aún estando joven puede llegar a vivirse.
Ese espejo es el éxito de la cinta. La amistad, el amor, la solidaridad, la sinceridad, el ser buen ser humano, el apostar a lo verdadero, son las claves de luz de esta comedia con sus matices de dolor.
La secuencia final es el canto a la vida. El alcoholito como pistón que enciende el alma. La catarsis con la juventud, con el baile, con la risa, con la inspiración, con el desnudar, como en las fiestas dionisiacas griegas, el alma. El teatro de la vida que corre el telón para que el hombre se despida de sus máscaras que lo anclan. ¡Viva la vida!, parece decir el director Thomas Vinterberg con su última secuencia.
Todo matizado al compás de la canción: «What a life». Los cuatro protagonistas están excelsos. Pero hay uno de ellos que es un actor magistral: Mads Mikkelsen, un intérprete con una inmersión ficticia maravillosa. Un sisma interno de emociones que trasluce sutilmente por los ojos. Esos son los grandes actores de cine.
Me di a la tarea de verlo en otra película de Thomas Vinterberg: «La Cacería», extraordinaria cinta donde Mikkelsen está prodigioso. Hizo también la serie televisiva: «Hannibal». Ese ser canibalesco que hizo magistralmente Sir Anthony Hopkins en el cine.
Vivan por lo pronto, «Otra Ronda», dejen escapar a su duende travieso y gocen el éxtasis de este teatro que nos invita a no dejar pasar la vida. Carpe Diem. La pueden ver por Netflix.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan