viernes 20, septiembre, 2024

JUAN JOSÉ ARREOLA, EL ÚLTIMO JUGLAR

 

(La voz y el sentir de Arreola se metieron en mi como un rumor de caracol de mar acercado al oído)

De mi libro ‘Historias de Actores’, va este canto a un orfebre de la palabra.

 

Raúl Adalid Sainz

Todas las noches, allá por 1979, veía por televisión el programa «Vida y Voz». El mago hechicero era el gran escritor y actor Juan José Arreola. Tenía diecisiete años. En ese tiempo no era más que un vago lagunero que anhelaba terminar cuanto antes la prepa para irme a México a estudiar la carrera de Ciencias de la Comunicación. 

 

Un día mi papá me invitó a ver el programa, me dijo: «ve a este viejito, a lo mejor te gusta». Siendo yo tan vago e inculto (naco como decía mi gran maestro Raúl Zermeño) el señor me llamó la atención. Su manera de hablar, de gesticular, su grandilocuencia, su mecer de rizada cabellera en el máximo exabrupto emocional, me cautivó. 

Fue una flauta hindú que hechizó a la desaforada serpiente. Cada noche mi padre y yo lo vivíamos. Él me gritaba: «El viejito», eso significaba que ya iba a comenzar. Arreola me habló de «Segismundo». Me arrebató sin entender. Sólo intuía aquel monólogo de protesta del gran príncipe polaco: «¡Ah mísero de mí, apurar cielos pretendo!». 

Arreola me hizo sentir el término cultura: es aquello que se siente, es la vida, no datos que se aprenden de memoria, decía poco más o menos el poeta-actor de Zapotlán el Grande, Jalisco. Arreola me hizo amar a Zacatecas «y su gala rizada de sus nubes». Así lo dijo en su visita al «Cerro de la Bufa» zacatecano.

Fue mágico el programa. Recuerdo que en ese momento pasaba a lo lejos por las montañas el tren Ciudad Juárez-México. La cámara se posó en el ferrocarril y se escuchó a Arreola en total éxtasis sublime, recordando al poeta jerezano López Velarde, decir: «Y tu tren que recuerda a esos de las jugueterías». La estrofa del poema «Suave Patria» fue dicha en el momento justo. El tren a esa distancia se veía una pieza de juguetería. 

Arreola visitaba los estados de México. No llevaba guion, siempre improvisaba. Era un juglar de hechos y palabras. Transmitía sueños, verdades convertidas en orfebrería de palabras. 

Cuando fue a España, con su musa compañera de programa, Rosenda Monteros, el bardo actor se desbordó en «La Mancha», en la «Universidad de Salamanca», en Ávila, en un recuerdo místico mayor a la gran Santa Teresa. En la supuesta casa de Dulcinea, Arreola dijo: «todos somos el Quijote y todos somos Sancho, y que bueno Sancho que nunca le rompiste la ficción a tu señor».

El recuerdo vivo a Juan José vino porque ayer terminé de leer el libro: «Memoria y Olvido de Juan José Arreola», entrevistas hechas por el escritor Fernando del Paso a Arreola en Guadalajara. Treinta y seis horas de grabación que transcribió para lograr el libro que habla de la niñez y juventud de este talento jalisciense.

Arreola fue una inspiración para mí. Esa mezcla de actor y escritor me hizo seguir su camino. No a la sombra, sino a la luz de aquellos lúdicos y subyugantes programas que mi padre y yo tanto disfrutábamos. Después de aquellas inspiraciones literarias, teatrales y de la vida, la carrera de Ciencias de la Comunicación fue vista de lado, mi camino se dirigió hacia la carrera de «Literatura Dramática y Teatro», en la gloriosa Universidad Autónoma de México. Gracias siempre Juan José. Fuiste un Prometeo en el camino de un atisbado ciego en busca de luz. 

 

Nota: El escrito fue realizado un 2014 en la ciudad de Torreón. Hoy septiembre 21 de 2021, Juan José, cumpliría ciento tres años. Un hecho, una palabra, una inspiración, puede cambiar tus decisiones para siempre. Así es el llamado de la vocación del ser humano. Debo agregar que un día allá por 1990 vi a Arreola en el «Sanborns» de Reforma y Tíber. Desayunaba en una mesa de gabinete. El mío estaba a su espalda. Desayunábamos compartiendo ambas retaguardias. Al verlo de frente, me sonreí, no supe que decirle. La imagen en vivo era demasiado fuerte. Quizá preferí aquella de tantos sueños y ficciones donde él ya me había confesado tantas y tantas cosas.

 

Raúl Adalid Sainz, desde el origen, al norte de México

 

Compartir en: