viernes 20, septiembre, 2024

Homenaje a Raúl Zermeño, a siete años de su partida

 

 

De mi libro: «Historias de Actores» (un recorrido por el mundo teatral y cinematográfico); va este trozo de vida.

«Quién era el director teatral Raúl Zermeño trabajando».

 

Raúl Adalid Sainz

Allá por el año 1992 tuve el privilegio humano y profesional de ser invitado por el director teatral Raúl Zermeño para integrarme a su obra «Fugitivos», del gran dramaturgo chihuahuense Víctor Hugo Rascón Banda. El elenco lo componían: Víctor Carpinteiro, Dagoberto Gama, Miriam Cházaro, Socorro Miranda, Metztli Adamina, Carlos Álvarez, Emilio Guerrero, Raúl Adalid. La escenografía fue de Arturo Nava. La escenotécnia del maestro Sánchez Alvarado. Uriel Bravo en la asistencia de dirección. Teatro Coyoacán. Cincuenta funciones.

 

Proceso de trabajo.

Recuerdo una exhaustiva mesa de trabajo; no de proceso intelectivo sino de reconocimiento vital del material de trabajo. El tema era la desarrollada descomposición social y el poder del narcotráfico coludido con el gobierno en México. Un tema muy bien elaborado dramáticamente por Víctor Hugo Rascón Banda. Raúl recomendó como lectura de apoyo, «La Guerra del Galio», del entonces no vendido escritor, Héctor Aguilar Camín.

El siguiente paso fue entonar la obra leyendo. Rescatando subtexto, oliéndolo, intuyéndolo, eslabonándonos los personajes por medio de la línea conductual y de sus deseos. Estas sesiones fueron arduas. 

Después Raúl pedía memoria y decíamos la obra, sin movernos, en base a declararnos el devenir a partir del subtexto. Hacíamos leves improvisaciones motivadas en las situaciones y enseguida a piso. Es decir, a marcaje en el escenario. Este fluyó de una manera natural. El proceso se había gestado profundamente. El universo contextual era palpable. El movimiento era espontáneo. 

Raúl pidió al escenógrafo Arturo Nava, un gran enrejado de malla que cubría el escenario. Una de las paredes era pintada de verde, era el frontón de la cárcel. Ahí sucedía todo. El espacio eran las celdas, el patio, el universo pasado de los personajes. La iluminación jugaba parte central medular, creaba atmósferas, ámbitos de vida. El estilo de dirección fue de un realismo poético-violento por parte de Raúl. 

La violencia, el sexo, la imposibilidad, la corrupción, la ambigüedad, el poder, la amoralidad, y muchos temas se embrollaban en esta red que era una metáfora de este México que hoy es y que por entonces se desarrollaba aceleradamente en su podredumbre. 

Una hora antes del marcaje y corridas éramos citados a un entrenamiento físico exhaustivo que conducía nuestro compañero Dagoberto Gama. Después de las corridas, Raúl daba notas. Instando primero a que cada uno dijera cómo veía su proceso de trabajo individual y colectivo. Al final Raúl concluía y dejaba trabajo a concientizar en casa. Pedía un diseño corporal del personaje. Era exhaustivo en este aspecto. 

En lo particular me mandó a tomar clases de boxeo, y un poco de pesas. En cuanto a material a estudiar me pidió ver «Livia», de Luchino Visconti. Mi personaje era Valente Armenta. Narcotraficante chihuahuense que organiza una fuga masiva del penal de Chihuahua. Su abogada defensora (Miriam Cházaro), era seducida con grandes artilugios por parte de mi personaje. Obtiene por medio de ésta un revólver con lo que consigue el escape. La malla de aquel espacio dio tono al ámbito. Raúl se servía de ella para marcar situaciones. Hacía metáforas visuales con ella.

Zermeño recreó el texto de Rascón Banda. Iba regularmente a las funciones y daba notas particulares. Aunque no era un obseso en esto. Con el correr de las funciones instaba a la libertad creativa de búsqueda. Que no te quedaras con lo encontrado.

Fue un grupo de trabajo de un gran rigor profesional. Con disciplina. Con respeto al compañero y a la jerarquía de trabajo profundo por parte de Raúl. Uno entregaba el máximo porque sabíamos que estábamos en las manos de un gran director. Zermeño nunca gritó. Su ejemplo de trabajo era suficiente para marcar autoridad. El resultado artístico fue magnífico. Todos mis compañeros estaban excelentes. Víctor Hugo Rascón Banda lloró conmovido en el primer ensayo de corrida en que fue invitado a ver su obra.

La obra dio su última función en Pachuca, Hidalgo. En un teatro enclavado en medio de unos portales enfrente de la plaza principal. Por el año 2010 que fui a filmar a la bella Airosa busqué ese teatro; ya no existía. A veces creo que esa obra «Fugitivos» fue un sueño que no sucedió. Hay cosas tan trascendentes en la vida de uno, que crees que no fueron ciertas. 

Hoy al ver estas fotos, sé que todo existió. El viernes 3 de octubre de 2014 que Raúl nos dejó, recordé que tuve el enorme privilegio de trabajar con ese gran maestro y director llamado Raúl Zermeño. «Z», quién ahora es una leyenda viva. 

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

 

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