(Un viaje al submundo del horror y las pasiones que lastiman)
Raúl Adalid Sainz
La película invita al viaje en pantalla en negro con esta inscripción del “Doctor Fausto” de Cristopher Marlowe:
Fausto: Primero te interrogaré acerca del infierno. Dime: ¿Dónde queda el lugar que los hombres llaman infierno?
Mefistófeles: Debajo del cielo.
Fausto: Sí, pero ¿En qué lugar?
Mefistófeles: En las entrañas de estos elementos. Donde somos torturados y permanecemos siempre. El infierno no tiene límites, ni queda circunscrito a un solo lugar, porque el infierno es aquí donde estamos y aquí donde es el infierno tenemos que permanecer…
Sobre créditos escuchamos “Falsaria” con “Pepe Arévalo y sus Mulatos”. ¿Será capaz Salomé de perdonarla?
La misma música baña la llegada de un siniestro y destartalado camión rojo que llega temprano al pueblo de “Los Olivos”, es “Pancho Vega”, que tiene cerca de un año de no aparecer por el pueblo. El sonido del camión es de ruido sentencial macabro.
La cámara panea por la sala y patio de un viejo burdel, el viaje va hasta la cama donde duermen un hombre con la boca pintada y una muchacha maquillada. Son padre e hija, “La Manuela” y “La Japonesita”. Él, el travesti homosexual del lugar, socio del burdel junto a su hija. Él se levanta asustado, su hija también.
El extraño ruido reconocible despierta a “Manuela”. Se oyen claxons fuera de la casa. “No puede ser. Hija despierta. Es el camión de Pancho. Él dijo que un día iba a regresar”. Miedo. Las dos maquilladas. Se hablan como mujeres padre e hija. En todo esto descrito hay todo un universo. Ripstein dice: “La manera cómo se cuenta la historia, es la historia”.
Arturo Ripstein realiza esta película con 33 años. Será su sexta película que construye. Viene de un fracaso muy grande: la pretendida internacional película llamada “Foxtrot”, con Peter O´Toole, Charlotte Rampling, y Max Von Sidow. Un fracaso económico y en críticas desfavorables fue el resultado de la cinta.
Ripstein es castigado en presupuesto en esta producción financiada por el estado por medio de la productora “Conacite Dos”. Una cámara vieja ruidosa, un solo lente, no sonido directo, y enviado el director a filmar a “Los Estudios América”, era con lo que se contaba. “Hay que utilizar los obstáculos a beneficio”, sentenció Ripstein para sacar adelante la empresa a realizar.
El guion adaptado de la novela homónima, “El Lugar sin Límites”, de José Donoso, es elaborado por el mismo Ripstein, junto a los escritores José Emilio Pacheco y Manuel Puig. Una gran experiencia conjunta ya habían vivido, cinco años atrás, el director y José Emilio Pacheco, en la realización del guion de la célebre “El castillo de la Pureza”. Misma que significó a Ripstein como un talentoso cineasta.
Así que se partía de una gran historia significada en guion. Ripstein conocía muy bien el material pues desde años atrás había leído la novela de Donoso. Quería filmarla, pero había un problema, Luis Buñuel quería realizarla. Finalmente, Don Luis no la hizo y años después Donoso dio facilidades a Ripstein para llevarla a cabo. Los azares vinieron a tomar voz en la conformación de la filmación de la cinta.
Ripstein quería al actor español José Luis López Vázquez para “La Manuela”, a Katy Jurado para “La Japonesa”, y a Blanca Guerra para la “Japonesita”. Los dos primeros no pudieron hacerla. Blanca Guerra fue rechazada (tontamente) por el productor Francisco del Villar por considerar que no tenía nombre comercial.
Los personajes eligen a sus actores, llegaron a darles vida: Roberto Cobo, Lucha Villa y Ana Martin. Gonzalo Vega y Julián Pastor, los machos representantes de la historia, habían trabajado con el director anteriormente en “Los Recuerdos del Porvenir”, algunos años atrás. Ripstein los había visualizado para los roles de “Pancho” y “Octavio”.
¿Por qué la película es un hito en la historia del cine mexicano? Primeramente, por su impecable realización. El tema más fuerte, el de la homosexualidad y la homofobia cruel es tratado con toda seriedad y sin cortapisas.
Ningún director mexicano se había atrevido a tratar tan frontalmente el mundo gay de un travesti. Sus amores y pasiones contradictorias, su ultraje de dolor, su postura frontal de elección erótica en un pueblo de machos de doble moral.
La heterosexualidad que se confronta ante la aparición de la libertad sexual de “Manuela” misma que transgrede la condición dual erótica de Pancho. La secuencia del cuento de fantasía, al compás de “La Leyenda del Beso”, que viven “Pancho” y “Manuela” en el burdel nocturno, se convierte en un estrujamiento de las buenas conciencias, al culminar el ensueño narrado en un beso pasional entre las dos fuerzas: lo sublime y lo animal, “Manuela” y “Pancho”.
El censor cuñado (“Tavo”, Julián Pastor) pondrá el orden moral: “¿Qué pasó cuñado? no me diga que usted también le hace a eso”. Para instaurar el orden de vida “normal”, los dos machos perseguirán a “Manuela”, por las calles terregosas y oscuras del pueblo hasta llegar a la barda de la hacienda del cacique del pueblo “Don Alejo” y matarlo cruelmente. La sangre de “Manuela”, besa la tierra de ese pueblo sórdido, maldito de dolor y miseria.
“El Lugar sin Límites”, es el microcosmos del México olvidado. Ese controlado por caciques. Ese condenado a la miseria por el control de poder. A la sujeción para no poder salir adelante. Ese que encerrado en círculos viciosos no tiene otra salida que el alcohol y sexo barato en burdel decadente. Ese prostíbulo es el símbolo de la sordidez. De lo viejo y miserable. Del dolor de las ilusiones perdidas. Del amor que no se puede realizar. De las pasiones que se desbordan, de la dualidad erótica. De la naturaleza humana que aunque quiera protegerse termina por desbordarse; “Manuela” ante “Pancho”, víctima y victimario.
Es el lugar de la hipocresía, de la doble moral, del cacique diputado viejo (“Don Alejo”) que desnuda sus bajas pasiones teniendo relaciones sexuales con jóvenes prostitutas y cruzando retos para divertirse. Como la crucial apuesta que traza con “La Japonesa” con el fin de tentar sexualmente a “Manuela”, para ver si es capaz de enderezar al homosexual, en pensamiento del viejo cacique, y darse el gusto de ver la seducción como un voyeur. De esa relación de negocio es que nace “La Japonesita”.
La “Japonesa” y “Manuela”, ganan el reto. El pago: la consecución del burdel sin gasto ya de renta. Es la salvación, tener un lugar seguro ya sin andar rodando como piedras sin rumbo. Las pasiones, el miedo, la sexualidad reprimida, la violencia como escape de la misma, el dolor, la tristeza, la soledad, la vejez condenatoria, la miseria, el no haber futuro y esperanza, son el infierno que se vive abajo del cielo. Es la respuesta a ese prólogo del inicio de la cinta. Es Ripstein siendo un “Fausto” que vende su talento al cine para crear esta dolorida sinfonía del vivir humano.
Al menos ese es mi sentir del por qué esta película es una de las mejores de nuestro cine. Una cinta hecha con inteligencia y pasión por todos sus componentes. En ella hay mucho talento diverso. La parte actoral es soberbia. Gran trabajo en compromiso y verdad por parte de Roberto Cobo.
Un abanico de matices. Asume el riesgo de un personaje lleno de vulnerabilidades, de ultraje moral. Una extraordinaria recreación de “La Japonesa”, por parte de Lucha Villa. Gonzalo Vega monumental. Tomando riesgos, valiente, inteligente, con talento, mostrando el alma de su personaje en sus vulnerabilidades, en expresión erótica y violencia arrebatada ante lo innegable: su latente homosexualidad.
Los tres recibieron el premio “Ariel”. Roberto Cobo como mejor actor protagónico, Lucha Villa y Gonzalo Vega mejores actores coprotagónicos. Pero Ana Martin, Don Fernando Soler, Julián Pastor, Carmen Salinas, Hortencia Santoveña, Blanca torres, Marta Aura, y Emma Roldan están magníficos en sus roles.
Qué decir del talento en ambientación, escenografía y vestuario de Kleomedes Stamatiades. La fotografía matizada en luz diversa para crear atmósferas por Miguel Garzón. La edición de Francisco Chiu. La música de Joaquín Guitiérrez Heraz. La selección de locaciones, el hallazgo de ese pueblo, Río Bordo Blanco, en el Estado de Querétaro es un acierto.
Qué decir de la selección de reparto hecha por el mismo director. Creo que la única imposición por parte del productor Francisco Del Villar es Ana Martin, pero su gran desempeño actoral, da un plus al acierto de elección. La dirección actoral, unificando en tono a los actores, el extraordinario montaje de las secuencias, así como la precisa narrativa en fluidez y significado es parte del gran trabajo sensible e inteligente del gran director que es Arturo Ripstein. Un ejemplo del cómo organizar y expresar en talento e inteligencia el material a exponer.
Sí, “El Lugar sin Límites”, es una película de enorme y contundente vigencia. El cómo está hecha y el grito, como eco de las pasiones humanas que se desbordan ilimitadas, la hace universal. Un espejo para detenerse a mirar con suma calma y sacar conclusiones personales.
Nota: Una felicitación muy grande a los jóvenes organizadores de la segunda “Muestra De Cine Coahuila”, dirigidos por el entusiasmo vital creativo del actor Eduardo Treviño por promover esta gran película, como parte de las actividades de este aparador cinematográfico para el impulso creativo de los coahuilenses.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan