domingo 24, noviembre, 2024

Aventura de una obra de teatro: «El Vuelo» 

 

(historia de la emigración libanesa a México). Cuando crees y tienes fe, tu corriente fluye hacia donde tus sueños quieren ir.

Raúl Adalid Sainz

Esta foto de estos cedros de los bosques libaneses, me ha traído el recuerdo, como si fuera ayer, de una obra que tuve el enorme gusto de vivir como actor: «El Vuelo», del entrañable y cálido amigo poeta, Tony Trabulse Kaim. 

 

La obra hablaba de la emigración libanesa a México. La vida de un joven (Feres), que debido a la fuerte opresión otomana y a las difíciles condiciones de existencia, se ve obligado a dejar sus raíces y lograr la dignificación de su raza en el extranjero, en este caso en México. 

Grandes memorias vienen a mí. Un día fui a pedir chamba de locutor a Hebert Darien, QEPD, director magnífico de teatro. Como todos los artistas no comerciales, se ayudaba dirigiendo campañas publicitarias. Fui a verlo y me dijo que estaba muy en tipo para la obra que iba a empezar a dirigir. 

Un año antes él había visto mi trabajo como actor en la obra teatral: «La Soga (O Por el Placer de Matar)”. Así que de pedir chamba de locutor para comerciales, salí con un protagónico teatral. Así es de azaroso el mundo del actor. Un día puedes gozar el encanto y otro ni los vientos escuchan tus murmullos. 

La obra se estrenó un junio de 1990 en el Teatro Libanés. Tuve el enorme placer de recibir la dirección escénica de Hebert, alumno de la primera generación del mítico maestro Seki Sano. Hebert debutó como director dirigiendo «Salomé”, de Wilde, en el «Palacio de Bellas Artes». Un maestro de actores, una personalidad atrayente, culto, inspirado. Bailarín y pianista clásico. Un talento. 

Alterné el mismo papel «Feres», el emigrante libanés, con el gran actor Claudio Brook. Yo era la parte joven del emigrante, y él la parte madura. Los textos reflejaban la pasión, la ternura, el alma de una raza llena de candor, de historia de primeras civilizaciones.

Nunca olvidaré el final de la obra. El nieto del abuelo Feres era cuidado por éste una noche que sus padres salieron a una cena. Esa noche, el abuelo cuenta a su pequeño descendiente la historia de su vida, de Líbano, de su exilio. A medida que la historia avanza el niño se queda dormido. Al verlo el abuelo le dice: «Duerme tranquilo Ebne, que todo lo que hice, fue para que tú durmieras tranquilo». 

Hoy que recuerdo este bello montaje, rememoro tantas cosas, tantos rostros, tantos sentires, tanta gente ausente, sin embargo, la esencia de bosque, ese aroma de los cedros libaneses, me hace sentir como aquel joven libanés Feres; luchando, soñando, viviendo para que todas las noches alguien pueda dormir tranquilo. 

A mi querido Antonio Trabulse Kaim y a la memoria del profesor Jorge Marcos Karmi, adorador de este poema del viento llamado «El Vuelo». Ambos descansan mecidos por el vaivén de los cedros libaneses.

La primera foto corresponde al montaje de «El Vuelo». En ella están: la gran actriz Tina French, el director Hebert Darien, esa leyenda del teatro, actor de Luis Buñuel, tanto en el periodo cinematográfico mexicano como el francés, el excelso Claudio Brook y éste que hoy escribe.

 

PD: Antonio Trabulse Kaim, autor de la obra » El Vuelo», escribía este recuerdo de vida:

«Mi padre, Féres, decía que Líbano era agraciado,

que si hubo Paraíso seguro allí se ubicó.

Que la belleza en su tierra, bajo un cielo estrellado,

la cinceló el Poderoso cuando este mundo creó.

Yo le pregunté intrigado, en la edad de la inocencia:

“¿Por qué tú lo abandonaste si es tan bello como cien?”

Me respondió con dulzura, tal vez comprendiendo mi ansia:

“Lo hice… querido hijo… para que durmieras bien”.

 

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

 

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