(A mí querido Gastón, en su cumpleaños)
Raúl Adalid Sainz
Hay actores que desbordan la pasión. La savia profunda del vivir. Hay actores que aman escuchar la vida. La charla avasallante del momento. Hay actores que entregan su sensibilidad a la duela de los teatros, al silencio amoroso de la cámara, a la gravedad de la palabra transformada en imagen ante un micrófono. Eso es el duende amoroso de Gastón Melo. Un quijote de los tiempos. Un cisne que canta cual de Chéjov.
A Gastón lo conocí muy niño por medio de la televisión. Un programa célebre cómico fue la pantalla del conocimiento. Se llamaba: «La Cosquilla». Ahí Gastón hacia un personaje que narraba sus desventuras deshojando una margarita. Grandes actores, que eran promesas entonces, compartían con Gastón: Héctor Suárez, Héctor Bonilla, Enrique Aguilar QEPD, dirigidos por Raúl Astor.
Algunos años después vi a aquel actor en una película norteamericana llamada: “La Fuga de la Isla del Diablo». Gastón hablando un inglés impecable.
Su imagen quedó en mí. Los azares me convirtieron en actor. En el año 2000 conocí a ese actor que deshojaba la margarita. Fuimos compañeros en la película: «Un Mundo Raro», con dirección de Armando Casas. Ahí Gastón interpretó en luz a un productor televisivo. Al conocerlo le manifesté mi gran contento por alternar con él. Gastón y su sonrisa me fueron inolvidables.
La vida nos volvió a juntar con un par de trabajos en los dos años siguientes. En el 2001 compartimos el escenario teatral con: «La Controversia de Valladolid», de Carriere, dirigida por Rosa Martha Fernández. Compartimos una gira de ensueño por Costa Rica. Gastón interpretaba en intensidad, pasión y sutileza al defensor de los indios, Bartolomé de las Casas. No olvido, Gastón, aquella plática maravillosa teatral en la cafetería del Teatro Nacional de San José, Costa Rica. Nos acompañaba el actor, Macrosfilio Amílcar, QEPD.
Al año siguiente, 2002, viví el cine nuevamente con él. La película fue: «Las Lloronas». Dirigida por Lorena Villarreal. Gastón interpretó al cura del pueblo que lucha en desesperación contra la maldición de unas gitanas. Estuvimos mes y medio en una hacienda en despoblado a dos horas de Monterrey. Ahí, cuando no te tocaba llamado, la charla era un acompañante maravilloso. En esos días platiqué con Gastón de Seki Sano, de Juan José Arreola, de Juan José Gurrola, de José Luis Ibáñez, de los montajes de aquel grupo innovador en las artes llamado: «Poesía en Voz Alta».
Gastón me platicaba de la revolución teatral causada por ese grupo transformando a los clásicos españoles. A Calderón, a Lope de Vega, a Juan Ruiz de Alarcón. El concepto de una nueva puesta en escena surgió. El texto era un pretexto para crear nuevos mundos en la interpretación y dirección. El teatro del «Siglo de Oro» se acercaba al público joven en la ahora mítica «Casa del Lago».
No olvido aquella charla emotiva de Gastón platicándome de los dotes histriónicos de Héctor Suárez en «La Cosquilla». Aún resuenan en mí las carcajadas de niño del querido Gastón.
Aquella madrugada de llamado frío decembrino en el campo neolonés fue de recuerdo. Fue hablar de cosas personales mientras nos tocaba ser llamados al set. Gracias querido por tu confianza. He de citar, además, el gran sentido del humor fino del querido Gastón. Es un agregado de matiz a su charla. En ese tiempo Gastón había hecho una película polémica: «El Crimen del Padre Amaro”. Con gran dirección de Carlos Carrera y guion de Vicente Leñero. Gastón Melo hizo un trabajo muy interesante actoral como el sacristán de la iglesia de un pueblo. Fue una interpretación llena de ambigüedad y magnífica caracterización interior por parte de él.
No lo olvido en su personaje: «Paco». Inteligente, de mala leche irónica, pero tierno, en la película, «La Extinción de los Dinosaurios», de Luis Ayhllón. Gran trabajo actoral del buen Gastón.
La vida nos volvió a juntar en el cine, aunque sin alternar escenas, en «Familia Gang», dirigida por el querido Armando Casas. Por cierto, Armando y Gastón, son grandes amigos. Comparten la vida y la pasión por el cine.
Hoy Gastón es miembro de la «Compañía Nacional de Teatro». Ahí le vi un trabajo memorable: «Los Grandes Muertos». Estupenda dirección de Pepe Caballero a texto de la inconmensurable dramaturga mexicana Luisa Josefina Hernández.
El último trabajo visto a Gastón fue en la gran tragedia teatral mexicana: «Felipe Ángeles». Dirección del querido Rodolfo Guerrero a texto de Elena Garro. Ahí Gastón borda emoción, da cátedra de cómo se aprovecha un papel de aparente poca relevancia. Un secretario que en el detalle conductual objeta el absurdo proceder inmoral en el juicio al general Felipe Ángeles en Chihuahua.
Gastón Melo, un compañerazo de los tiempos. Un referente de dignidad y compromiso. Un actor enamorado del arte de actuar y de vivir, pero sobre todo un gran ser humano que comparte su saber, que agrada al duende del buen humor. Un mensajero angelical.
Gracias Gastón por tu presencia. Por tus enseñanzas. Por ser tan Gastón en los minutos, y las horas.
Felicidades siempre. Que vivas un célebre amor de tus cumpleaños.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan