Raúl Adalid Sainz
Qué lejos y qué cerca parece aquel 1991 en que conocí a Susana Alexander. Ese encuentro sucedió en Torreón. Estaba yo trabajando como conductor de un programa televisivo llamado, «Comarca», dirigido por el buen amigo Claudio Sánchez. Vi anunciada por el periódico una obra que llevaría a Torreón la gran actriz Susana Alexander. La intuición llamó a mi puerta y me dijo: «entrevístala».
Gestioné la misma por medio del «Teatro Isauro Martínez», lugar donde la actriz se presentaría. Fui con un camarógrafo y micrófono listo. La entrevista sería para la televisión. Entré antes de la función a camerinos y hablé con Susana Alexander. Recuerdo que me dijo enfática: «Para darle la entrevista tiene que ver la función, si no de qué me va a preguntar».
Así lo acordamos. Vi la obra. La trama era acerca de dos actores que en una combi van a dar funciones de recitales poéticos por los pueblos y ciudades de México. Un día la combi se descompone en plena carretera en un lugar desértico. En su soledad y desesperación los dos actores comienzan a interpretar poemas diversos de acuerdo al momento que están pasando.
Recuerdo que al terminar la obra le dediqué un poema a Susana de acuerdo a lo visto. Comparaba su espectáculo con el teatro trashumante de Moliere y García Lorca. Al ir a camerinos para la entrevista, la felicité, y le dije que de lo visto me había surgido un poema. Se lo leí y me brindó una gran sonrisa matizada con el brillo sensible que despidieron sus ojos azules: «Hagamos la entrevista pues», dijo en su entusiasmo arrebatador.
Rememoro una de las preguntas: «¿Qué es para Susana Alexander el escenario?», recibe la pregunta, alza su mirada y encuentra en la energía sublime la respuesta: «La hoguera de las pasiones, ahí es donde está todo, ahí es donde se da la verdad de la vida». Nos despedimos. Susana fue muy amable y cariñosa.
Rondaba yo los 28 años y hacía una pequeña pausa de mi carrera actoral para dedicarme a mi otro oficio que es la conducción y la locución. Esto no quedó ahí. Siete años después en 1998, volví a ver a Susana. Nuevamente la entrevisté, trabajaba en Torreón como conductor del programa, «Hola Comarca», para TV Azteca Laguna. Susana presentó en el «Teatro Isauro Martínez», un espectáculo llamado, «Poetas Anónimos», poesía que Susana impulsa en conocimiento hacia bardos desconocidos.
El recital fue maravilloso. La Alexander vive e interpreta hondamente la poesía. Hicimos la entrevista en su camerino. Antes le dije que siete años atrás en ese mismo teatro la había entrevistado. La sesión de preguntas y respuestas creo que le gustó. Nos despedimos de beso en la mejilla, y me dijo: «hasta dentro de siete años».
Retomé mi carrera de actor en la ciudad de México, y en el año 2003, hice la obra teatral, «Exonerados». Una actriz encabezaría el elenco: ¡Susana Alexander! Al verla nuevamente, ella no me recordaba, le dije: «Susana hace cinco años yo te entrevisté en Torreón y me dijiste que nos veíamos dentro de siete años. Bueno pues no fueron siete, fueron cinco, y ahora estoy feliz de poder ser tu compañero actor».
Susana se puso muy contenta, se ve que le gustaron el par de anécdotas previas a conocernos ahora como compañeros del escenario. Susana me ayudó mucho en esa obra. Un día me dijo: «Quiero que vaya a mi casa para potenciar su trabajo interpretativo». Con dos tres detalles y una charla que Susana me dio, elevó y clarificó mi interpretación, que a partir de ahí fue otra.
Esa obra de «Exonerados», era muy difícil, eran testimonios vivos de exconvictos norteamericanos que habían librado la silla eléctrica. Antes de la función, acostumbraba a irme a un lugar apartado de mis compañeros para concentrarme. Susana solía irme a buscar al camerino y les preguntaba a mis compañeros: «¿dónde está mi huerfanito? «, los compas de camerino (Iván Caraza, Benjamín Rivero y Juanito Navarro, QEPD) le decían: «allá anda en sus mazmorras».
Fueron lindos días, al lado de Aarón Hernán, Silvia Mariscal, Sophie Alexander (sobrina de Susana), Lety Pedrajo, Benjamín Rivero, Julio Manino, Iván Caraza, César Beas y Juanito Navarro. La dirección fue del querido y talentoso Gerardo González, producción de Morris Gilbert y Ocesa.
Así suele ser la vida. Llena de sorpresas. Nunca sabes lo que va a ocurrir. Siempre he admirado a Susana. Su energía. Su exquisita sensibilidad. Su entusiasmo. Su entrega al teatro. Su franqueza. Su generosidad. Su simpatía. Una líder. No porque quiera serlo. Su carisma, pasión, y su determinada energía la ponen en ese sitio. Siempre la recuerdo y la vivo en el teatro en obras como: «Punto y Coma» (Susana estaba extraordinaria interpretando a una enferma terminal de cáncer), «Cómo Envejecer con gracia», «Buenas Noches Mamá», «Yo madre, yo hija», «Cómo ser una Buena Madre Judía» y un trabajo bellísimo que le vi al lado de su sobrina Sophie Alexander y Javier Díaz Dueñas, llamado » Instrucciones para una Muerte Feliz».
Susana está más vigente que nunca, tiene en el cine, un trío de comedias que han sido un éxito, comenzando las mismas con: «El Cumpleaños de la Abuela». Mismas que se pueden ver por Netflix.
Es tan entusiasta que no olvido cuando me invitó a trabajar a su obra, «Yo Madre, yo Hija». Me habló por teléfono y me dijo: «Ay mi huerfanito, quiero que sea mi novio en la obra que voy a dirigir, no es un papel donde se vaya a ganar un «Tony», pero trabajaríamos juntos otra vez. Hay que darse un beso y yo no me voy a dar un beso con cualquiera».
Que linda mujer, tan sincera. Lamentablemente no pude hacer la obra por un compromiso personal ineludible. Susana lo entendió generosa y humanamente. Si un deseo tengo es volver a trabajar con ella en el teatro. Ruego a Dios se me conceda.
Este fue el retrato personal a una actriz muy querida. A una pasión enorme de mujer. A una sensibilidad que se ha entregado a los demás por medio de su arte. El escenario es, como ella lo definió, «La Hoguera de las Pasiones». Susana se vive en él como muy pocas. Es una sacerdotisa del teatro. Una ACTRIZ. Dicho así con mayúsculas. Que Dios nos la cuide por muchos años.
La segunda foto corresponde a la obra «Exonerados», donde tuve la gran dicha de alternar con Susana.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan