domingo 24, noviembre, 2024

Dustin Hoffmann, ese actor que a una generación nos cautivó

 

 

Raúl Adalid Sainz

Yo crecí en el cine admirando a Dustin Hoffman. La primera vez que lo vi fue en «Papillon», al lado del gran Steve Mcqueen. Pero la película donde más me impactó, como a eso de los diecisiete años, y mucho tiempo después de su estreno, fue en «Midnight Cowboy», de John Shlessinger. 

 

Hoffman dio vida a «Ratso Rizzo», un vagabundo lisiado, timador, viviendo en condiciones paupérrimas en Nueva York. La relación que crea con el vaquero, «Joe Buck», (John Voight), es inolvidable; profundamente humana. Aquel viaje de ambos a Miami, para que «Ratso» muera, es una secuencia que parte el alma recordarla. 

«Perros de Paja», película donde ofreció otra gran interpretación, bajo la dirección del maestro Sam Peckimpah. Dejo aparte su «Ben Bradock», en «El Graduado». Su interpretación fue un ícono generacional. Su confusión ante un mundo social de mentiras. Su despertar pasional con la madre (Miss Robinson) de su novia, su no saber a dónde ir en la búsqueda de su ser. Su silencio al lado de la bella Kathlleen Rose, su novia en la película, en la secuencia final en el camión, dice un mundo de cosas que vendrán. 

Por estas grandes interpretaciones la famosa academia Hollywoodense no le dio el famoso premio «Oscar». Fue hasta «Kramer vs Kramer», que lo obtuvo. Gran trabajo interpretativo al lado de Meryl Streep. En «Tootsie, de Sidney Pollack, logró otra gran actuación. Un actor desempleado, que en su desesperación por conseguir trabajo, recurre a envestirse de mujer. 

Se dice que Hoffman salía a la calle caracterizado de mujer a practicar, si sentía que pasaba desapercibido, era que iba por buen camino. «Rain Man», de Barry Levinson, le vale su segundo «Oscar». Interpreta a un autista tierno, lleno de matices espirituales. Hace una gran mancuerna con Tom Cruise, quien era su hermano. Un gran trabajo actoral de interpretación física y vocal. Un actor de no muchas películas. 

Su sello interpretativo es su gran versatilidad para caracterizar y ser absolutamente verosímil. Sus personajes de poco carácter, disfuncionales, o que muestran disminución física, guardan una gran riqueza de matices emocionales y de entrañables momentos humanos. Hoy, la tanta oferta de series y películas por plataformas, hacen olvidar a esos grandes actores, como Hoffman, que nos hacían ir a verlos a los cines.

Uno sabía que una película de Dustin, era sinónimo de una buena cinta. Siempre que hablo de él irremediablemente recuerdo a Misses Robinson, y a la bella y talentosa actriz, Anne Bancroft.

Hay una anécdota, que ya es mitológica, entre el gran actor inglés, Lawrence Olivier y Hoffman. Filmaban, «Marathon Man». Se dice que Hoffman contó a Olivier, que había pasado la noche en vela y corriendo para recrear una secuencia que trataba de eso en la película. 

Olivier lo oyó, y dicen que respondió: «Bueno Dustin, qué no sería más fácil actuar». Esta charla entre ellos, simboliza las dos escuelas de actuación: la vivencial, el método de Lee Strasberg, que practicaba Hoffman, y la escuela interpretativa formal inglesa, en la cual Olivier, era un maestro. 

Está anécdota se charló cuando Dustin Hoffman, estuvo presente en aquel gran programa de entrevistas a actores llamado:»Inside The Actors Studio», magistralmente conducido por James Lipton.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

 

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