(Teatro que está muy cerca de lo que somos: una oda al canto de sirenas de los ratings, del vacío de un like de seguidores y de la venta de la integridad)
Raúl Adalid Sainz
Vi por segunda vez la obra «Network», basada en la película homónima de Paddy Chayefsky y adaptada al teatro por Lee Hall. Un éxito en Broadway y Londres antes de llegar a México.
El Teatro histórico de «Los Insurgentes», fue el escenario. Un espacio preparado para las grandes producciones escénicas. Siempre ha sido así a lo largo de su vida.
He de decir que la obra me cogió por los huevos. Esa es la palabra. No tenía idea de que iba a ver. Fue un transcurrir de obra que me iba transparentado la vida contemporánea. Su egoísmo, la necesidad imperiosa y enferma de reconocimiento, la manipulación de la verdad, el estar sujeto por los medios informativos, hoy redes, para conocer la verdad que se desea que se conozca por los grandes poderes que controlan el mercado de vida. «Network» es conocer que ninguna idea existe, ni democracias, ni ideales, sólo un dios que rige todo: el poder y su derivante predilecto: el dinero.
La obra se centra en el conductor de un noticiero televisivo en Nueva York, (Howard Beale), alrededor de él, el mundo de la televisión, con sus directivos, productores, directores, programadores, técnicos, y la materia manipulable y necesaria para la conquista de la masa: el público. Obra situada a mediados de los setentas. Época en que no había más madre rectora del pensamiento y de la educación que la televisión. La aceptabas o la rechazabas. Ahí el dilema y la conformación de identidad a vivir.
Un texto muy vigente, pues lo señalado no es la contundencia de vida, hoy nos regimos por las brumas sentenciales y globales llamadas redes. El usuario se siente satisfecho infantil y engañosamente por los likes. Mentira vana fugaz que se evapora en minutos. El cautivo de la red, no se sacia, necesita el like cotidiano de aceptación.
Así antes la tele, y vigente aún en muchos, las mayorías no tienen acceso a las plataformas de contenido en programación diverso. La televisión y las plataformas dan el sentido de vida de muchos. Por ellas se entretienen, se mal informan y suplen la rutina atroz de las costumbres. De ahí se aprovechan los grandes corporativos para vender, para manipular para el desarrollo armónico conveniente de vida.
Esta última sentencia la encarna muy bien en la obra, el personaje de «Arthur Jensen», interpretado magníficamente por Alberto Lomnitz. Una especie de dios contemporáneo y símbolo del pensamiento del control y del éxito. «He conocido a Dios», dice «Howard Beale» después de entrevistarse y ser adoctrinado por «Jensen» para hacer convenientemente su trabajo como conductor.
Ver «Network», es vislumbrar los hilos del poder. El ser preso en los cánones actuales por conseguir fama, dinero y reconocimiento. Es reconocer que las generalidades son manejadas a falta de una identidad e inteligencia hacia la vida. Es ver cómo la gente se traga el veneno sin saberlo. Es observar el daño irreparable cerebral que causan los medios, que utilizan al público para aumentar sus insanos ratings. Es consternarse al ver la reacción absurda del conglomerado espectador en aras de satisfacer su morbo, miedos y necesidad de líderes de opinión que los represente. Así sean estos paladines unos inmorales servidores del bajo interés del poderoso. Es creer lo que se quiere creer.
Me preguntaba que género teatral sería, no es lo importante, lo arriba señalado es lo fundamental. Aunque cabe decir que sería una comedia ácida, muy negra e irónica hacia la vida actual. Donde los vicios humanos se enfatizan para reír muchas veces de nuestro ridículo y absurdo existir. Donde la ética y los principios chocan en un mundo dominado por la mentira, el egoísmo y el enfermo deseo de triunfar y tener dinero.
Escénicamente la obra es impecable. Muy bien dirigida por Francisco Franco. Espléndida narrativa en dirección para representar en ficción el texto. Sin caer en lo ilustrativo. Con un gran manejo del espacio para significar trazos y desarrollar coherente y verazmente las situaciones. Gran dirección de actores. Todos respondiendo a una unidad de medida en tono interpretativo. La recreación de época y ambientación televisiva, así como de diversos espacios, es esplendida. Muy bien organizado su material escénico por parte del director Francisco Franco.
Gran trabajo actoral de Daniel Giménez Cacho en su «Howard Beale». Una madurez, compromiso y talento, para vivir con verdad, arrojo y sensibilidad, en matices emocionales diversos. Toda su experiencia actoral se manifiesta en este personaje. Se siente en su transmisión que le llegó mucho el papel. Que decir de mi querido Arturo Ríos en su papel de «Max Schumacher». Un personaje complejo que se debate entre la verdad y la mentira. Siempre auténtico y siendo capaz de responsabilizarse del juego que decidió jugar. Arturo siempre presente en ese tipo de retos y brindándose generoso en su gran don actoral. Gran trabajo interpretativo de las actrices Zuria Vega y Paola Arrioja en el papel de «Diana Christensen», lo alternan. Una representación ese personaje del poder audaz de subir la montaña de la fama a cualquier precio.
Todos los actores son extraordinarios en verdad. Forman un gran equipo. Eso se siente como espectador. Artistas comprometidos con el texto, con sus personajes, y eso es siempre hermoso de sentir.
Gran trabajo de casting de Viridiana Olvera. En verdad solvente, demostrando que sabe de su materia y de conocer actores de diversos ámbitos. Magnífico diseño de vestuario de Estela Fagoaga. Gran despliegue de la elocuente y viva escenografía de Adrián Martínez Fraustro. Todos los distintos departamentos en su ejecución son impecables. Gran éxito por su certera elección de texto, y producción artística en general, de los productores, Tina Galindo, Claudio Carrera, Francisco Franco, y Diego Luna.
En verdad «Network», es una gran experiencia viva teatral. Ojalá gente de limitados recursos económicos, los jóvenes, sobre todo, pudieran ver esta aleccionante y crítica manifestación escénica. Sería tan útil, ahora que se habla, en manipulación demagógica, de transformaciones vacuas y sin ninguna sustancia de fondo cultural.
¡Gracias como espectador a este brillante equipo!
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan