Raúl Adalid Sainz
La conocí personalmente en Tepoztlán, Morelos. Bien que lo recuerdo, un noviembre del año 2011. Íbamos a filmar un cortometraje llamado «Lagunas», con dirección de la cineasta nicaragüense Laura Baumeister. Adriana fue mi madre en el corto. Una extraña relación entre madre e hijo. Cómplices, niños, y hasta amantes.
Un guion muy interesante. Filmación donde recuerdo también a la actriz enorme Úrsula Pruneda, como mi hermana, y a Meraqui Pradis, como mi hija. Estaba también Carmen Ramos. Hicimos una gran interrelación Adriana y yo.
La admiraba como actriz por tres trabajos teatrales maravillosos que le había visto: un monólogo de Dario Fo, («Sucedió Mañana»), dirigido magistralmente por el mago hechicero teatral Julio Castillo. No olvidaba a aquella madre dominante y vulnerable de «Sonata de Otoño», de Bergman, dirigida por Salvador Garcini.
Adriana estaba sublime. Sin perder de la memoria su comprensiva hermana de Silvia Pinal, en » La Señorita de Tacna», de Vargas Llosa, con dirección de José Luis Ibáñez. Obras sucedidas en esa sublime década ochentera teatral en México.
Ese material de recuerdos nos acercó. Yo veía la satisfacción, en sonrisa de Adriana, porque alguien recordara esos trabajos con entusiasmo. Somos actores, y nuestro máximo tesoro es haberle llegado al alma a los espectadores. Así que la relación madre- hijo, empezaba muy bien.
El equipo técnico, dirección, fotografía, producción, era de gente muy joven. De manera que Adriana se sentía protegida por mí. Me buscaba mucho. Vivimos en una casa muy grande en Tepoztlán, ahí estaba hospedado todo el equipo de trabajo.
En uno de esos días de rodaje, le recordé a Adriana su aventura como actriz, en la película «Kaliman». Se entusiasmó y rememoró que se habían ido a filmar a Egipto. Me decía que el actor que había hecho a Kaliman, era muy guapo; Jeff Cooper, me refería ensoñando el recuerdo.
Se acordó de mi paisano actor lagunero, Carlos Cardán, «era muy amable, me ayudaba mucho con un caballo que tenía que montar». Carlos era un gran conocedor de caballos, pues era charro. Así fueron nuestros días en aquel rodaje. Un cortometraje que, por cierto, nunca vimos Adriana y yo.
Fue exhibido en el Festival Internacional de Cine de Morelia, y en varios festivales más, pero nadie nos invitó a ver el filme. Hoy que Adriana nos dijo adiós, sería conveniente y linda su exhibición.
Al poco tiempo de esta vivencia con Adriana, la gocé en su película, «No Quiero Dormir Sola», dirigida por la querida Natalia Beristáin, Adriana ganó su segundo «Ariel» por esa extraordinaria cinta. La viví enormemente en la obra de teatro «Ilusiones», al lado de Ana Ofelia Murguia, Ricardo Blume, y Farnesio de Bernal, extraordinaria puesta en escena dirigida por Mauricio García Lozano en el año 2015.
La última vez que vi a Adriana fue en marzo de 2019, cuando presenté mi libro «Historias de Actores (un recorrido por el mundo teatral y cinematográfico). Adriana fue guapísima al evento, hizo una larga cola para que le firmara su libro que adquirió. La foto que da marco a este escrito es de ese día. Adriana tuvo a bien acompañarme en esa noche inolvidable para mí.
Las grandes actrices, los grandes actores, nos están diciendo adiós. Su pasión, y entusiasmo por su oficio de actor, es un océano interminable y eterno. Por eso, en ese rumor amoroso los recordaremos. Así como siempre viviremos a esta enorme señora del arte. Que privilegio en mi cosecha es saber que fue mi madre de ficción.
¡Hasta siempre querida Adriana!
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan