Recién estrenada en la plataforma de Netflix, este brillante trabajo fílmico se inscribe como uno de los mejores del año, trayendo de regreso a la directora Jane Campion, que hizo historia con su filme “El piano”, con una película envuelta en el género western que nos demuestra una profundidad, una estética y una notable actuación de sus intérpretes digna de todo elogio. “El poder del perro” tiene, además, la esencia espesa de un drama gótico de época que surge en la tensa relación que se genera entre la recién incorporada esposa (Kirsten Dunst) con su cuñado, un brutal granjero (Benedict Cumberbatch), en una mansión en medio de un paisaje arrebatador
Víctor Bórquez Núñez
Dividida en cinco capítulos, este filme es un prodigioso trabajo que revela no solo el pulso impecable de su directora, sino que además la vigencia del género western que sirve como base para un poderoso estudio de la naturaleza humana inserto en un paisaje brillantemente fotografiado y que opera como telón de fondo para un drama poderoso, asfixiante y llevado al extremo.
Y llega justo cuando estamos cansados de la repetición de las fórmulas y del agotamiento del cine blockbuster que, siempre más de lo mismo, hace rato que no entusiasman a nadie.
“El poder del perro” es una película sencillamente grande, hermosa y que se inscribe acaso como el mejor de los filmes estrenados este año, sorprendiendo porque ha revisitado un género que cuenta con un siglo y cuarto de historia, que siempre fue terreno de hombres y que en manos de Jane Campion cobra belleza, crueldad y parece tan lozano como lo fuera en sus años dorados, demostrando incluso que sus tropos narrativos (el exceso de testosterona, las peleas en el bar, las grandes planicies donde se funda la historia a balazos y violencia) permiten una lectura novedosa, cercana al melodrama o al cuento gótico, casi terrorífico, porque en estricto rigor “El poder del perro” es también una lección admirable de cómo la verdadera esencia del filme se encuentra en los subtextos, en los detalles mínimos, como esas rosas que parecen reales pero que son hechas con trozos de papel-.
Con ‘El poder del perro’, Jane Campion, sorprendió y se impuso merecidamente en certámenes de cine tan importantes como Venecia, Toronto o San Sebastián, donde la crítica aplaudió su soberbia captura de la esencia más pura del western, a la vez que el desglose de un drama tan espeso como inquietante, donde predomina la tensión sexual en una exploración acerca de la identidad, la masculinidad en un paisaje en donde predomina el macho y la violencia soterrada.
En 128 minutos, Jane Campion deconstruye y eleva el género western con la historia de dos hermanos granjeros, acaudalados, que arrastran un pasado dominado por la figura de un mítico vaquero que fue guía y modelo para el más agresivo y salvaje.
Estos dos hermanos son tan opuestos como complementarios y cuando aparece Jane, la viuda de un suicida, con su hijo cuyo comportamiento frágil choca con la masculinidad imperante, surge la grieta inevitable entre ellos, rompiendo una armonía sostenida por relatos y recuerdos compartidos hasta la saciedad e instalando una tensión que se hace insostenible hasta el brutal (y brillante) desenlace.
Un mérito no menor es que la realizadora revela la violencia característica del género, pero sin mostrar ni un solo revólver en pantalla y poniendo el paisaje natural -filmado como lo hacen los grandes clásicos- al servicio de una historia que se desarrolla con pinceladas inquietantes, con acercamientos y miradas cargadas de dobles intenciones, donde sobresale un Benedict Cumberbatch en su mejor actuación a la fecha.
Pero el relato, que se inicia como una historia épica y supone un camino, a medio relato se transforma en otro tema, más poderoso todavía y donde la enemistad entre el granjero y la mujer deriva en otro derrotero, cuando llega el hijo a ese mundo de machos que lo desprecia y lo tilda de afeminado, coincidiendo con el alcoholismo de esa mujer que instaló el conflicto en el hasta entonces ordenado mundo de los granjeros.
Con un guion preciso, lo mejor que hace Jane Campion es darle tiempo a su historia, haciendo que sus personajes aparezcan, crezcan y desarrollen sus personalidades complejas y retorcidas en ese ambiente de una belleza agreste tan impresionante como reveladora en los subtextos que comienzan a surgir, haciendo que todo el filme se tiña de un matiz cada vez más proclive al drama gótico.
Y como predominan los subtextos, desde la mitad del filme hasta su desenlace, todas las frases sueltas, todas las interacciones entre los personajes y algunos detalles del decorado (unas revistas, unas cuerdas, una silla de montar) y algunos momentos de gran intensidad (el baño en el río, el acercamiento durante el armado de un lazo) son tan perturbadores como incisivos y demuestran la riqueza del cine cuando detrás de la cámara existen ideas y capacidad de observación por medio de las imágenes en movimiento.
Y como predominan los subtextos, desde la mitad del filme hasta su desenlace, todas las frases sueltas, todas las interacciones entre los personajes y algunos detalles del decorado (unas revistas, unas cuerdas, una silla de montar) y algunos momentos de gran intensidad (el baño en el río, el acercamiento durante el armado de un lazo) son tan perturbadores como incisivos y demuestran la riqueza del cine cuando detrás de la cámara existen ideas y capacidad de observación por medio de las imágenes en movimiento.
Esa capacidad de trabajar la narrativa desde el subtexto se verá subrayada, precisamente, con la llegada del sensible Peter. Porque el muchacho revela una personalidad mucho más perturbadora de lo que parece y en un movimiento imperceptible, la directora lo pone en el centro del relato y quien parece ser la víctima de ese granjero tosco y grosero, pronto será su compañero y confidente de revelaciones dichas al azar, donde pareciera prevalecer un lado sensible que, tal vez, esconde verdades no reveladas jamás.
De este modo, toda la segunda mitad de este inquietante filme se organiza como el inevitable choque entre dos fuerzas, una batalla psicológica que no da tregua y que desemboca en ese plano final tan extraño, desolado, amargo e impensado como el ofrecido, en coherencia absoluta con el clima de opresión que atraviesa todo el relato donde se sabe que algo sucederá, alguien saldrá herido, pero no se sabe quién, ni cómo, ni cuándo.
Y como guinda para la torta, la directora se permite un final tan anticlimático como desolador, que revela el gran secreto de la película en solo dos minutos exactos, haciendo de “El poder del perro” una de las piezas fundamentales de 2021, a la que se suman méritos en su factura artística y técnica, sobresaliendo el magnífico trabajo fotográfico de Ari Wegner y la banda sonora de Jonny Greenwood que subrayan de manera especial la calidad de este filme imperdible que, de seguro, será coronado con merecidas nominaciones de la Academia.
FICHA TÉCNICA: Título original: The power of the dog. Año: 2021. Duración: 128 min. País; Australia. Dirección: Jane Campion. Guion: Jane Campion. Novela: Thomas Savage. Música: Jonny Greenwood. Fotografía: Ari Wegner. Reparto: Benedict Cumberbatch, Jesse Plemons, Kirsten Dunst, Kodi Smit-McPhee, Thomasin McKenzie, Frances Conroy, Keith Carradine, Peter Carroll, Adam Beach, Karl Willetts, Geneviève Lemon, Yvette Parsons, Tatum Warren-Ngata.
@VictorBorquez
Periodista, escritor y Doctor en Proyectos de Comunicación