Disponible en Netflix, esta película es una pulcra realización polaca que, en clave de thriller policial, da cuenta de la vergonzosa caza de homosexuales en los años del comunismo dictatorial en ese país europeo, en los años 80 a través de Robert, un joven y brillante policía de Varsovia (Tomasz Zietek), quien comienza a investigar un crudo asesinato que revelará muchas verdades, producto de lo cual empieza a cuestionar su existencia, hasta ahora fabricada por la inercia familiar de ser “normal”, casarse y formar una familia, en especial cuando se involucra con un joven estudiante gay que le ayuda a darse cuenta de su verdadera naturaleza, en un período de odio, venganzas y delaciones
Víctor Bórquez Núñez
Con una estupenda ambientación y un notable manejo de la fotografía, el filme nos recuerda la anécdota central de la polémica “Cruising” (William Friedkin, 1980), porque el protagonista debe involucrarse con la comunidad homosexual de Varsovia, buscando al asesino de un hombre que solía pagar por favores sexuales. En ese sórdido caso, Robert descubre que tanto su padre, también policía, como sus superiores, desean a toda costa hallar un culpable y cerrar el tema, en medio de la denominada “Operación Jacinto”, ocurrida efectivamente en el período más cruel de la dictadura comunista en Polonia y que era el nombre del programa destinado a perseguir e incriminar injustamente a homosexuales por el solo hecho de serlo.
Lo más inquietante de este filme es que la denominada «Operación Jacinto» fue un programa real de registro en la Polonia comunista, dirigido de manera específica a los miembros de la comunidad LGBTQI+ entre 1985 y 1987, y de ese dato oscuro y siniestro, la trama de la película se hace más inquietante al recordarnos que fue un acontecimiento histórico real y abusivo, en un clima político enrarecido y castrador de las libertades individuales.
Con el pretexto de evitar la propagación del virus del VIH y combatir la prostitución adolescente gay, la idea del programa Operación Jacinto era mucho más nefasta: el régimen dictatorial comunista de esos años persiguió, encarceló y llevó a la muerte a intelectuales, artistas y pensadores que significaban peligro para la estabilidad del aparato estatal.
De este modo, desde la década del 70, desde los años 70, el aparato de seguridad polaco reclutó a personas para atrapar a intelectuales y artistas homosexuales. Luego, las autoridades, obligaron a este último grupo de hombres, a espiar a sus colegas con opiniones consideradas contrarias al gobierno. Con la «Operación Jacinto», el régimen recopiló información sobre aproximadamente 11.000 personas. El programa clandestino terminó en 1987.
Todos estos antecedentes son necesarios para aquilatar la fuerza de esta película y su valor testimonial.
Se trata en efecto de una muy convincente dramatización, inserta en ese vergonzoso período. “Operación Jacinto” (Hiacynt, 2021), como película resulta un muy interesante thriller que, por su fotografía y el uso deliberado de la sombra, evoca al film noir.
Su historia transcurre en la década del 80, en Varsovia. Allí, Robert, el joven oficial de policía que sigue los mandatos de sus padres, es obligado por su padre, un oficial de la policía secreta, a «encontrar al culpable» de un asesinato en medio de la llamada “Operación Jacinto”. Esto significa que no importa quién sea, solo interesa que el caso se cierre de manera satisfactoria.
Pero Robert se siente molesto, insatisfecho con el resultado de la investigación, sobre todo porque entiende que hay inocentes comprometidos y eso, junto con provocarle un severo cuestionamiento, lo enfrenta a sus dudas acerca de su identidad sexual.
Con dirección de Piotr Domalewski, en la película destaca el modo muy bien trabajado de los elementos característicos del thriller criminal, con una estructura clásica, la que se ve reforzada por una atmósfera asfixiante, con ambientes muy cerrados, oscuros y que transmiten peligro y situaciones que desestabilizan la monótona rutina de este funcionario policial que, de pronto, descubre un mundo lleno de provocaciones y misterios.
Así, el director hace que todo su filme esté visto desde la perspectiva de los deseos reprimidos del protagonista, sobre todo cuando se encuentra con un estudiante gay que no solo lo atrae, sino que además lo seduce y enamora, aun cuando él trate de aferrarse a la “normalidad” de su vida que incluye una novia, también policía, una boda ad-portas y una familia que espera de él la continuidad de una carrera iniciada con el abuelo.
Es precisamente el juego visual lo más fascinante de esta cinta polaca, en especial cuando trabaja con la iluminación, los claroscuros y las perspectivas que dan origen a un clima opresivo, peligroso, en constante disolución de lo real y lo seguro. Este mérito recuerda esos viejos policiales del cine negro de los años 30 ó 40, a lo que se suma una exquisita reconstrucción de un pasado reciente sencillamente logrado.
La película se permite, incluso, un final abierto con lo cual desestabiliza aún más a los espectadores, poniendo énfasis en la crueldad de ese régimen policial comunista que tan odiosos recuerdos dejó.
@VictorBorquez
Periodista, escritor y Doctor en Proyectos de Comunicación