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Desde enero pasado, los antecedentes en contra del aborto en Texas llevaron a colectivas de acompañantes, particularmente de la frontera norte, pero también de otros estados mexicanos, a organizarse para integrar una red transfronteriza que apoye a las mujeres estadounidenses que quieren abortar, y entre las que hoy prevalece incluso el miedo a expresarlo.
En septiembre de 2021, entró en vigor en Texas el acta SB-8, conocida también como la Ley de Latidos del Corazón Fetal, que fue la primera vez que un estado impuso una prohibición para abortar desde la sexta semana de gestación, a pesar de la sentencia Roe vs. Wade de la Suprema Corte, que desde 1973 había garantizado el derecho al aborto hasta la semana 22. Además, fue la primera que incorporó la acusación por parte de particulares, pues autorizó a cualquier ciudadano a demandar por un mínimo de 10 mil dólares a quien practicara o facilitara un aborto.
Fue unos meses después cuando compañeras y colectivas mexicanas que ya habían coincidido desde hace tiempo, previendo lo que pasaría más tarde —la anulación de Roe vs. Wade en la Suprema Corte—, decidieron que tenían que reunirse para analizar lo que estaba pasando y el camino que seguiría Estados Unidos.
“En enero tuvimos un primer encuentro en una ciudad fronteriza, primero para conocernos, reconocernos entre nosotras, y luego ver cuál era el trabajo que podíamos hacer o cuáles eran los saberes que podíamos compartir hacia Estados Unidos”, relata Vanessa Jiménez, de la organización Necesito Abortar en Nuevo León.
A partir de ese momento, definieron estrategias para saber cómo accionar desde lo que ya habían atestiguado, por ejemplo, en Texas, donde algunas mujeres que podían viajar las habían contactado por la facilidad que tenían de moverse a Nuevo León, en algunos casos para conseguir medicamento y en otros por información o acompañamiento. Esa fue la base para los frentes de apoyo que surgieron frente a la anulación de Roe vs. Wade, y que ahora las une en lo que han denominado red transfronteriza.
A esa red se sumaron diversas colectivas, principalmente del norte, desde Baja California hasta Tamaulipas, pero también otras que por su experiencia han construido y fortalecido el conocimiento de muchas, como Las Libres, en Guanajuato, e incluso algunas que han aportado apoyo y conocimiento jurídico desde Yucatán. Así, definieron tres principales líneas de acción para ayudar a las mujeres estadounidenses.
La primera, acompañar desde México, ofreciendo contacto directo para brindarles información segura para realizar abortos en casa. La segunda es la opción de recibir a quienes tengan la oportunidad de cruzar a México en los estados fronterizos, mientras que la tercera es fortalecer vínculos encontrando o formando redes en Estados Unidos que permitan que, en caso de que las mujeres no puedan viajar a México, alguna persona o colectiva en el país del norte pueda facilitarles medicamento o indicarles cómo encontrarlo.
Hasta ahora, la red transfronteriza ha atendido en mayor medida a mujeres de Texas, pero no es del único estado donde recurren a ella; otras personas originarias de Ohio, Oklahoma o Illinois también se han acercado para recibir apoyo.
Liz Ovalle, quien pertenece a la colectiva Red Frida, también de Nuevo León, pero que participa en la red transfronteriza a título personal, recuerda que prácticamente todas las activistas y acompañantes relacionadas con el tema del aborto en México ya tenían en la mira lo que estaba sucediendo en Estados Unidos y el contexto cada vez más restrictivo, aunque al principio no fuera tan explícito.
Además, asegura, ya se veía venir la vigilancia sobre los cuerpos de las mujeres tras la aprobación de la SB-8 en Texas: “Este recurso con el que se incita a que las personas señalen a quienes apoyan a las mujeres a abortar, con sumas de dinero, es muy fuerte y lo que nos planteamos es que, detectando todo eso, eventualmente iba a ser complicadísimo o imposible abortar para mujeres que no se pudieran mover dentro de Estados Unidos a otros espacios”.
Liz relata que, paradójicamente, la dinámica se ha tornado similar a lo que pasaba en México hace años, cuando quienes vivían en el norte tenían que viajar a Texas, por ser lo más cercano; más tarde, por cierto periodo, a la Ciudad de México, hasta que creció cada vez más la autogestión en todos los estados por medio de las colectivas.
“Al ver esa necesidad que ya estaba en puerta, la idea es compartir con las organizaciones que ya existen en Estados Unidos el aprendizaje que hemos tenido acá: compartir lo que sabemos, dotar de logística en cuanto a medicamento, porque también la legislación sobre medicamentos es muy distinta allá, pero sobre todo la idea de que si bien hay que exigir al estado que garantice todos los derechos, incluyendo los sexuales y reproductivos, no usar solo esa vía, sino también la autogestiva y la autoorganización”, cuenta Liz.
Asegura que hoy en Estados Unidos, como ha sucedido en algunos países de Latinoamérica, las mujeres que quieren abortar “están literalmente siendo perseguidas”. De ahí la necesidad de tejer redes más fuertes y no esperar a que todo suceda en un consultorio o a que la única vía válida sea la médica.
Subraya que eso no quiere decir que se practique sin conocimientos: “Nos formamos y seguimos los protocolos de la OMS misma, pero es no tenerle miedo a tomar el conocimiento, descentralizarlo y hacerlo público para todas las mujeres; también saber hasta dónde podemos. Evidentemente, tenemos médicas aliadas para aquellos casos que se salen de nuestro conocimiento, pero tejer alianzas y sacar de los consultorios el aborto, y que sea una decisión que no te imagines que tengas que hacerla solamente a través de un profesional de la salud”.
Prevalece el miedo
Las colectivas y acompañantes independientes que conforman la red transfronteriza señalan, de manera particular, el ambiente de temor que prevalece entre las mujeres estadounidenses desde la anulación de Roe vs. Wade.
“Hay un montón de miedo; las chicas cuando escriben no mencionan la palabra aborto, tienen mucho miedo del tema de la seguridad en Estados Unidos: que puedan descubrir sus teléfonos, sus correos, su IP, cualquier rastro que pueda llevar a ellas, que es algo que ya tenía mucho… o más bien, de hecho nunca me había tocado verlo aquí en México”, lamenta Vanessa.
Por lo que ha visto, las mujeres estadounidenses están muy asustadas y temerosas de todos los cambios que se han vivido y que además, destaca, apenas van empezando, por lo que tiene que ver también con lo que puede pasar a futuro: “Tienen muchísimo miedo de todo, de hablar, de comunicarse, de ser descubiertas, de todo”.
Liz Ovalle coincide en que ella ha podido percibir mucha angustia y miedo, “porque la forma en la que operan en Estados Unidos es básicamente moverse a consultorios donde sea legal abortar; entonces, de entrada es muy costoso no solo el traslado, sino perder días laborales, etcétera, y también una sensación de poca autonomía, porque dependes de que te atiendan, de juntar el dinero, de conseguir el espacio…”.
Además, esas variables cambian dependiendo de la condición económica y circunstancias de vida que tengan las mujeres, pues para quienes viven una situación de precariedad, nunca fue opción moverse. En el caso de las mujeres migrantes, precisa, el temor prevalece incluso para acercarse a organizaciones no gubernamentales y ajenas al tema migratorio.
“Las mujeres migrantes siempre han dependido, como quiera, de sus redes en sus lugares de origen. Por ese lado, todavía veo miedo con este cambio, ese sentimiento de estar un poco o un mucho a la deriva; lo bueno es que el tema se ha movido tanto que a las compañeras de Necesito Abortar, por ejemplo, les están llegando muchos casos de allá; cada vez se están multiplicando”, dice Liz.
Eso también implica encontrar una forma de balancear, porque en México también hay muchos casos, por lo que la idea es dotar de herramientas para que allá se puedan dar los acompañamientos, aunque, por lo pronto, el “cuello de botella” es, en cierta medida, pasar o conseguir el medicamento, pues las organizaciones estadounidenses, además, hablan con mucha más precaución del tema, ante una vigilancia fuerte.
Ante este escenario, Vanessa Jiménez destaca que, aunque suene increíble, en México ahora estamos en el sitio más privilegiado en materia de aborto: “México es el país más avanzado, desde la despenalización que se da a nivel nacional por parte de la Suprema Corte de Justicia, y creo que justo tenemos un piso donde ya no podemos dar un paso más para atrás; aunque los congresos no quieran legislar, aunque sigamos teniendo negativas por parte de la Secretaría de Salud y otras instituciones, nuestra máxima autoridad ya se pronunció a favor del derecho a decidir de las mujeres y de otras personas con capacidades de gestar”.
Además, dice, por primera vez se puede hablar de que en México ya no es posible criminalizar a quien aborte, y los congresos gradualmente tendrán que ceder. “Simplemente falta que ya no esté el delito en los códigos penales, pero el aborto ahora se puede vivir más libre de lo que ya se vivía antes”, asegura.
Ovalle advierte que, de cualquier manera, los grupos antiderechos tienen un aspecto muy fuerte, que es ver siempre a futuro, a largo plazo: “Si una cosa no sale, le siguen, y es una banda muy organizada, muy intensa, y aparte con mucho dinero; definitivamente, no hay que confiarnos, hay que seguir fortaleciendo las redes y, sobre todo, desestigmatizar el aborto”.
En Estados Unidos, precisa, desde Roe vs. Wade, el aborto se veía como una decisión muy individual, en el terreno de la privacidad, por lo que trasladarlo a lo público y hacerlo una lucha colectiva, como ha sido en América Latina, es muy importante.
“Pero no hay que dormirnos, hay que desestigmatizarlo: que no sea solamente un discurso feminista, sino que sea un discurso de autonomía, de derechos, una cosa tan abierta y simple como decidir cuántos hijos tener; nadie o no mucha gente se pone a pensar cuántos hijos va a tener alguien más, pero sí cuándo no los va a tener o si decide abortarlos, o si se quiere casar o no; ese tipo de decisiones no se cuestionan. Entonces, que sea incuestionable el derecho a abortar”, concluye.
(Con información de Animal Político)