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“Este pueblo es una bomba de tiempo”.
Tras la frase lapidaria, Aída Almansa se lleva la mano al bolsillo del pantalón y saca un pañuelo de tela que coloca sobre la nariz. No busca tanto protegerse del COVID-19 —dice fatigada—, sino de los gases tóxicos que emanan de la tierra y que impregnan el ambiente de un penetrante olor a azufre.
La mujer está a las afueras de Cloete, una pequeña localidad de unos 4 mil 500 habitantes que pertenece al municipio de Sabinas, en Coahuila. A unos 10 kilómetros de este paraje desierto, que hasta hace poco era el basurero a cielo abierto de Sabinas, se encuentra El Pinabete, el pozo de carbón donde 10 mineros quedaron atrapados el 3 pasado de agosto tras una explosión súbita que lo inundó de agua.
Son poco más de las 10:00 de la mañana y los rayos del sol ya golpean todo a su paso. Muy pronto se alcanzarán los 40 grados a la sombra. Aída camina hasta colocarse casi al borde de un barranco. “¡Ten cuidado!”, le gritan sus compañeras cuando se acerca a unas enormes grietas que atraviesan la tierra arcillosa poco antes de llegar al precipicio. A los pies de Aída hay un cráter enorme. Aunque a simple vista no lo parece, es un viejo pozo de carbón abandonado. Uno de los muchos que empresas mineras o dueños de concesiones dejaron abandonados desde hace décadas después de explotarlos.
“Esto es un peligro constante. El suelo tiene grietas y estamos respirando todos los días gases tóxicos. Cloete es una bomba de tiempo porque el pueblo se ha quedado en medio de todos estos pozos abandonados. Por ello exigimos que se atienda de manera inmediata esta situación”, reclama Aída, que a continuación, asustada, da un paso hacia atrás luego de que, mientras explicaba la situación de Cloete, un pedazo de tierra de una ladera del pozo se desgajara provocando una pequeña avalancha.
“¡¿Grabaste eso?!”, pregunta con la respiración agitada la mujer, que toma el deslave como un ejemplo de lo que puede suceder a tan solo unos pocos metros del lugar, en la muy concurrida carretera federal número 57 que pasa por la zona. Ahí, Aída muestra más grietas que se extienden a unos pocos pasos de la orilla de la vía, por la que transitan ajenos al riesgo coches y tráileres pesados que van con dirección a la frontera norte con Eagle Pass, en Estados Unidos.
Y el riesgo, subraya Blanca Batres, otra vecina de Cloete, no se limita solo a lo que le pueda suceder a esa carretera.
“Nos tienen viviendo entre pozos”
Tras viajar unos cinco minutos en coche se llega a Cloete. A simple vista, se aprecia que todo en este pueblo está relacionado con la minería, la principal fuente de sustento de esta región carbonífera de Coahuila, donde los bajos sueldos en la industria de las maquilas —unos mil 200 pesos a la semana— hacen que la mayoría de los hombres opte por migrar a Estados Unidos o por trabajar en los pozos de carbón, aun cuando las deficientes condiciones de seguridad provocan que casos como el de los 10 mineros atrapados en El Pinabete sean frecuentes.
“Aquí hay muchos chavos que a duras penas llegan a la preparatoria. La mayoría se pone a trabajar. Y como la mano de obra en la maquila es muy barata, pues optan por los pozos de carbón, donde se gana un poco más (unos 4 mil pesos a la semana), pero el riesgo también es mucho más grande”, explica Blanca, mientras el carro va pasando por una vieja estructura gris y con aspecto de llevar años abandonada, que es una vieja “lavadora de carbón”. Por las orillas de la carretera, hombres de rostro agrietado por el sol y jóvenes con la cara cubierta de tizne regresan de los pozos de carbón tras terminar la jornada, mientras otros, arriba de bicicletas destartaladas, se dirigen fumando en silencio y con su casco de color naranja en la cabeza al siguiente turno.
Luego de pasar por el centro de Cloete, donde hay abandonada una enorme casona de piedra de planta baja de principios de siglo XX, rodeada de largas palmeras que le dan un toque exótico, de Medio Oriente, y que era la oficina de una de las mineras que explotaba la zona, Aída detiene el coche de nuevo a las afueras del pueblo, donde otro enorme cráter se abre paso a mitad de decenas de casas, en cuyas paredes se aprecian a simple vista numerosas grietas provocadas por los movimientos de la tierra.
“Aquí puedes ver que las casas están en mitad de los pozos abandonados. Nos tienen viviendo entre pozos”, lamenta María Victoria López, otra vecina de Cloete.
“Yo lo que les diría a todas esas personas y a esos empresarios que se dieron el tiempo de venir aquí a hacer estos pozos es que fueran responsables y que ahora vengan y los tapen, porque es un riesgo enorme el que estamos viviendo”, agrega la mujer, que, además de los posibles deslaves y de que los pozos están muy mal señalizados, con el riesgo de que cualquier personas pueda caerse, advierte sobre los gases están provocando enfermedades respiratorias entre los vecinos, alergias, incendios y el riesgo de una posible explosión.
“Ahora todos los empresarios le sacan a tapar estos pozos, porque les cuesta dinero, claro. Pero cuando quisieron sacar beneficios, ahí sí no les importó invertir”, denuncia Blanca.
“En los pozos, cualquiera puede venir y hacer lo que le dé su real gana —tercia María Victoria, que se protege del fuerte sol con un paraguas—. Pero eso es cosa también de que las autoridades que dan los permisos sean más estrictas y hagan que se cumpla la ley. Pero como a ellos también les conviene… pues dan los permisos y permiten que luego dejen abandonados los pozos. Y quienes sufrimos las consecuencias somos siempre los mismos: el pueblo”.
“Queremos que el presidente haga algo”
El tema de los permisos y las concesiones es, sin duda, una de las polémicas habituales en toda esta región donde predomina el “carbón rojo”, es decir, el carbón extraído por empresas clandestinas, ilegales, o bien, por compañías que, aun siendo legales, ponen en riesgo la salud y la vida de los mineros por obtener mayores ganancias.
Como resultado, más de 3 mil mineros han muerto en Coahuila en el último siglo, de acuerdo con un informe publicado por la organización civil Familia Pasta de Conchos. El último ejemplo de accidentes en pozos es precisamente el de El Pinabete, donde los mineros no tenían seguro ni contaban con medidas de seguridad, como ventilación. A pesar de ello, la Comisión Federal de Electricidad (CFE), que es la principal compradora de carbón, dictaminó como seguro este pozo y le entregó contratos directos por 75 millones de pesos, tal como publicó Animal Político el pasado 15 de agosto.
Ante esta situación, vecinos de Cloete se organizaron para elaborar un escrito que entregaron en mano al presidente Andrés Manuel López Obrador, durante la visita que hizo el mandatario el pasado 7 de agosto a los familiares de los mineros atrapados.
“Esperamos que el presidente haga algo, porque aquí nadie quiere invertir dinero para tapar estos pozos. Les sacaron chorros de dinero, se los llevaron al bolsillo, y ahora nos dicen: ¡pues ahí quédense con los pozos!”, denuncia de nuevo María Victoria.
“Sabemos que no es fácil tapar los pozos”, reconoce Blanca, aunque de inmediato defiende su punto: “Tal vez hasta nos critican en nuestra propia comunidad, porque dicen que nadie nos hace caso. Pero nosotras vamos a seguir denunciando esta situación porque queremos lo mejor para nuestro pueblo”.
(Con información de Animal Político)