lunes 17, noviembre, 2025

Generación Z

Enrique Martínez y Morales

Cada generación lleva consigo un código cultural distinto, casi como si nacieran con un lenguaje propio para entender el mundo. Últimamente hemos escuchado hablar de la Generación Z como promotores de manifestaciones en contra de la inseguridad, como antes se han mencionado a otros grupos de edad. Pocas veces nos detenemos a pensar que, más que etiquetas sociológicas, son ventanas para comprender las transformaciones aceleradas que nos rodean.

Los Baby Boomers (1946–1964) crecieron en un mundo que renacía tras la guerra. Tienen una relación profunda con el trabajo como vía de prosperidad, valoran la estabilidad, el mérito y la disciplina. La Generación X (1965–1980) apareció en una época de transición: vieron nacer la computadora personal, aprendieron a vivir entre lo analógico y lo digital, y desarrollaron una fuerte autonomía. Se les considera pragmáticos y escépticos, pero resilientes.

Los Millenials (1981–1996), en cambio, crecieron en plena globalización. Fueron testigos del inicio de internet y de la interconexión del planeta. Son quizá la primera generación que colocó la realización personal en el centro de su proyecto de vida, impulsando causas sociales, ambientales y nuevas formas de trabajo. Detrás de ellos viene la Generación Z (1997–2012), nativa digital, cuya identidad está profundamente marcada por la tecnología móvil, la inmediatez y la creatividad disruptiva. Son más diversos, más informados y más impacientes; también más sensibles a temas de justicia social. Beben menos alcohol y se preocupan más por su salud y apariencia física.

Finalmente, la Generación Alfa (2013 en adelante) está creciendo con inteligencia artificial, pantallas táctiles y asistentes virtuales desde la cuna. Serán los habitantes naturales de un mundo que aún estamos imaginando.

Pero más allá de las diferencias entre generaciones y sus extrañas nomenclaturas, hay algo que las une: todas son producto de sus circunstancias. Malcolm Gladwell, en su libro Outliers, ofrece una clave luminosa. Sostiene que el éxito —ese que solemos atribuir al talento individual— es también el resultado de factores externos: el año en que naces, la tecnología disponible, la cultura en la que creces, las oportunidades vigentes.

Si esta lógica también se aplica a las generaciones. Los Baby Boomers no serían quienes son sin el crecimiento económico de la posguerra. La Generación X no tendrían oportunidades sin la revolución tecnológica. Los Millenials y la Generación Z están creciendo moldeados por internet y las redes sociales, mientras que los Alfa serán hijos de la inteligencia artificial.

El talento, el esfuerzo y los méritos individuales son importantes, pero también lo es el contexto. No recordaríamos a Bill Gates si hubiera nacido 3 años antes, o a Steve Jobs si hubiera nacido 3 años después.

El verdadero progreso surge cuando alineamos talento, esfuerzo y circunstancias. Cuando generamos oportunidades para todas las edades, reducimos brechas y entendemos que el futuro no es de una generación contra otra, sino de todas complementándonos y caminando juntos.

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