lunes 10, noviembre, 2025

México emprende: cómo transformar el vigor inicial en negocios sólidos y globales

Francisco Treviño Aguirre

En el panorama actual de México, el emprendimiento se presenta con una combinación de dinamismo y retos estructurales que requieren de intervención estratégica para transformarse en una palanca de productividad y desarrollo. Según datos del INEGI, a mayo del 2025, el país contaba con 6,097,675 unidades económicas, de las cuales el 95% aproximadamente, correspondían a micro empresas que emplean cerca del 41.5 % de la fuerza laboral. Este dato revela un ecosistema de negocios intensivo en micro-actividad, pero con un limitado impacto en escalamiento, productividad y competitividad global.

Por otro lado, la digitalización de estas unidades sigue siendo baja: apenas el 5.5% realiza ventas online. Esta brecha digital representa una oportunidad estratégica no sólo para los propios emprendedores, sino también para políticas públicas que permitan cerrar esta brecha y activar nuevos canales de crecimiento. La dinámica de nacimientos y cierres de negocios también arroja señales mixtas. Entre 2019 y 2023 se reportaron aproximadamente 1.7 millones de nuevos establecimientos frente a 1.4 millones de cierres, reflejando que la supervivencia continúa siendo un reto para muchos emprendedores. Además, el tamaño promedio de los nuevos negocios ha tendido a crecer (de 2.0 a 2.85 personas) lo que sugiere una entrada con mayor recurso humano, mas no necesariamente una mayor preparación o soporte institucional.

Otro factor relevante es el acceso al financiamiento. De acuerdo con el INEGI, el 46.6 % de las empresas ha solicitado crédito alguna vez y el 43.2 % lo consiguió. No obstante, los principales motivos de rechazo son la insuficiente capacidad de pago (19.7%) y la falta de historial crediticio (12.0%). Esto evidencia que el ecosistema se ve limitado no tanto por la oferta de financiamiento, sino por las barreras de entrada de nuevos negocios o microempresas sin respaldo formativo. En paralelo, los instrumentos de respaldo como las cadenas productivas del NAFIN representan una vía interesante para proveer factoraje y garantías, particularmente si se articulan con grandes anclas corporativas y gobierno.

En cuanto al segmento de innovación, crecimiento y capital de riesgo, México presenta un aumento de la tasa de actividad emprendedora temprana (TEA) cercana al 17% según el portal del Global Entrepreneurship Monitor (GEM). Aun así, persisten debilidades estructurales: alta informalidad, baja tasa de negocios establecidos y poca entrada a mercados de alto valor. En América Latina, los flujos de capital de riesgo ascendieron a aproximadamente US$ 4.5 mil millones en 2024 y la perspectiva para 2025 muestra mejora. En este contexto, la falta de vehículos locales de coinversión, líneas de crédito de capital semilla y salidas secundarias se convierten en limitantes para la expansión de empresas mexicanas con vocación global.

A la luz de estos datos, se vislumbran tres áreas de intervención clave. Primero, la digitalización de micro y pequeñas empresas se posiciona como “bajo colateral, alto retorno”, pues amplía canales de ventas y reduce dependencia del mercado local. Segundo, la formalización y crédito con datos alternativos son palancas de inclusión empresarial: mediante medida no tradicional, factoraje y alianzas con corporativos se pueden incorporar muchos negocios que hoy quedan fuera. Tercero, para que el ecosistema de startups cobre mayor relevancia global, es urgente construir un puente de crecimiento que vaya más allá del capital semilla, mediante coinversión público-privada, deuda consolidada y mecanismos de liquidez. Finalmente, el marco fiscal simplificado para personas físicas, como RESICO, ofrece una oportunidad para formalizar negocios con menores barreras administrativas, lo que puede incentivar la transición de la informalidad a la formalidad con beneficios.

El papel del gobierno, la academia, los grandes corporativos y los emprendedores se vuelve complementario: la tarea no es únicamente “iniciar” empresas, sino sostenerlas y escalarlas. En ese sentido, una estrategia pública-privada bien articulada que articule digitalización, financiamiento, formalización y crecimiento puede transformar el impulso emprendedor mexicano en un agente de desarrollo regional, innovación y competitividad internacional. En México hay energía emprendedora, pero aún falta alinear los recursos, la estructura institucional y el capital para convertirla en una realidad sostenible y escalable.

Hoy por hoy, El ecosistema emprendedor mexicano vive un momento de transición: de la mera proliferación de nuevos negocios hacia la maduración de empresas con impacto y escala. Los datos confirman que existen tanto condiciones favorables, como una tasa de emprendimiento temprana de 17% y un repunte del capital de riesgo en América Latina, como obstáculos persistentes: baja digitalización de microempresas, limitado acceso a crédito por falta de historial y un ecosistema de crecimiento que aún carece de infraestructura.

Para que el emprendimiento se traduzca en motor de desarrollo económico y social en México, se requiere una estrategia integral que articule digitalización masiva, acceso al crédito con nuevos modelos de riesgo, formalización simplificada y escalamiento de empresas mediante capital de riesgo sofisticado. Así, el país podrá transformar el “gran inicio” en negocios sólidos, productivos, globales y capaces de generar empleo de calidad. En síntesis: emprender en México no es solo comenzar, sino consolidar y crecer.

X:@pacotrevinoag

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