Federico Berrueto
Las alianzas conceptualmente siempre han sido cuestionables, pero eficaces en el plano electoral y políticamente han contribuido a la alternancia; consecuentemente, a la democracia electoral. En el cierre del siglo, las coaliciones fueron cruciales para derrotar al PRI en elecciones de gobernador en Tlaxcala, Nayarit, Oaxaca y Chiapas, que se sumaron a los triunfos del PAN sin coalición en Nuevo León, Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato, Jalisco y Nuevo León.
Treinta años después la dirigencia nacional del PAN se muestra desesperada por su marginalidad y persiste un sentido de culpa, que van de la mano. Cuando el país más requiere de la oposición, ésta se muestra frágil, desacreditada en muchos frentes y en su peor momento. El PAN es la principal fuerza opositora, sin embargo, en buena parte está ausente en el debate que trasciende. No todo es culpa de los medios, hay quienes han hecho su parte, pero el partido como tal no cala en el debate público.
Los observadores y analistas en su mayoría no opinan de manera favorable sobre el intencionado relanzamiento panista. Un aspecto relevante ha sido su negativa a emprender alianzas, compromiso que tendrá que revisarse si el PAN quiere ver derrotado al partido gobernante, como ocurrió en los tiempos de Felipe Calderón y López Obrador dirigentes.
El grito desesperado de Jorge Romero se ve mal. En primer término, la crisis del PAN antecede a la alianza con el PRI. El registro más desastroso ocurre en la elección de 2012, con Josefina Vázquez Mota candidata, y un presidente que despojó al PAN de su mística cívica, democracia interna, lucha municipalista y probidad intransigente. Josefina tuvo que confrontar a la casa presidencial que se le volvió en contra durante la recta final de la contienda por los acuerdos debajo de la mesa con el candidato Peña Nieto. Se ve mal, también, porque parece un intento de expiar culpa por el señalamiento de corrupción que subyace en la nueva generación de panistas.
El PAN debe estar abierto a la negociación hasta con el diablo para defender lo que queda del régimen democrático; los panistas lo entienden muy bien en los territorios que están en la lucha. Si no se actúa con apertura se puede perder Chihuahua; con el PRI pueden llegar a ganar Nuevo León, con MC Campeche y hay muchos municipios de peso en los que se debe presentar un frente opositor común. Zacatecas es ganable para la oposición; Morena empieza a conocer las fisuras que en su momento llevaron a la derrota al PRI. La dinámica de los Estados y municipios es muy diferente a la del centro, espacio de hegemonía totalizadora de Morena y de la presidenta Sheinbaum. Optar por el discurso de la pureza doctrinaria es inconsistente con la biografía de quienes le dirigen y disfuncional para ganar votos. Un partido de nicho requiere autenticidad de quienes le dirigen -que no existe-, y conformarse con ver pasar el tren de la historia. El futuro no corresponde definirlo a una frágil dirigencia nacional, sino a los panistas en territorio a quienes todo va de por medio en la lucha por el voto.
En perspectiva debe resultar muy difícil la sociedad del PAN con el PRI, no en la práctica por estrategia electoral y para contener la embestida del régimen. Es necesario concertar con todos los partidos, MC, PVEM y PT, la defensa del sistema de representación plural. Inaudito que una fuerza política que ganó 43% de los votos se plante como representante única de la nación. El PT y PVEM deben poner atención a que la presidenta Sheinbaum no habla en términos de coalición, sino de movimiento, que remite exclusivamente a Morena. También es revelador que antes de los escándalos de Andrés López Beltrán y de la jerarquía legislativa de Morena, los intelectuales orgánicos del régimen exigían cortar con ambos partidos; otra convocatoria de pureza doctrinaria, en otro espectro político.
El problema que no abordan los partidos -al menos con el acento que se requiere-, es que el crimen organizado llegó a la política y la política al crimen organizado. No se debe generalizar, pero tampoco soslayar que la corrupción y la impunidad desbordadas implican hasta a las fuerzas armadas, al menos parte de ellas, que se asociaron con el crimen organizado, al menos en parte, y que fueron cruciales para ganar votos, al menos en parte. Un proceso en espiral creciente. Esto converge en el señalamiento del presidente Trump quien pondera a la presidenta Sheinbaum, pero afirma que los narcotraficantes dominan al gobierno.
El PAN tiene una misión histórica por cumplir en la defensa del régimen democrático.







