Jessica Rosales
Las heridas de la traición
Hace unos días circuló en redes sociales un video que muestra al dirigente de la UNTA en Coahuila, José Luis López Cepeda, agrediendo con un palo a un ex colaborador, hoy regidor de Ramos Arizpe, Antonio Trejo. La violencia nunca es justificable de ninguna manera ni por ningún motivo, pero resulta relevante analizar el contexto y los antecedentes de este lamentable incidente.
Quienes tenemos más de dos décadas en el gremio periodístico conocemos el trabajo de José Luis, quien ha encabezado la organización durante 24 años en Coahuila, dentro del marco de los 46 años de vida de la UNTA a nivel nacional. A lo largo de este tiempo, ha mantenido una lucha constante en apoyo a campesinos y habitantes de zonas periféricas de la ciudad.
Conocí al dirigente de la UNTA hace varios años como fuente de información, en el contexto de una denuncia ante autoridades federales interpuesta por unos campesinos. De manera cordial y respetando siempre el trabajo de la prensa, solicitó su derecho de réplica, además de informar sobre su labor comunitaria. Efectivamente, dichas denuncias nunca prosperaron, dándole la razón a él.
A partir de entonces documentamos diversas acciones de la UNTA. En ese proceso también conocimos a Antonio Trejo, quien en ese tiempo fungía como su asistente, junto con otros colaboradores que mostraban gran compromiso con la organización, gracias al respaldo y apoyo que siempre brindaba a su equipo.
Hace un par de años me llamaron la atención fuertes críticas—no desde el ámbito profesional, sino personal—provenientes de otro colaborador cercano, distinto a Trejo. Ante lo que había observado en el pasado, me resultaba difícil de creer. Entonces, personas ajenas al propio líder de la UNTA me informaron que esa persona le había robado, guardándose medicamentos destinados a la gente vulnerable para abrir su propia farmacia y lucrar con eso. Según esta versión, fue descubierto y retirado del equipo. José Luis nunca reveló esto públicamente, pero se supo extraoficialmente, mientras el joven aprovechaba ese silencio para despotricar cada vez que podía. Gracias a ese perfil logró enfilarse en un partido político, hoy ya extinto. Este episodio evidencia que no fue la primera vez que José Luis enfrentaba traiciones de quienes consideraba cercanos.
Posteriormente, seguía viendo a José Luis en las colonias apoyando a sectores vulnerables: pagando las cuentas de familias a quienes los hospitales retienen los cuerpos de sus difuntos por falta de pago, solventando festejos y apoyos en colonias de bajos recursos económicos. Pero ya no veía a Trejo. En una ocasión que entrevisté a José Luis en un espacio radiofónico, con la confianza de saber que Trejo había sido uno de sus principales aliados—mi percepción era que lo trataba casi como a un hijo—le pregunté fuera del aire por él. Solo me respondió que ya no era parte de su equipo, con un tono de tristeza y decepción, sin agregar más.
Como reportera, me ganó la curiosidad e indagué. Personas externas a la UNTA me comentaron que había existido una grave traición, varios millones defraudados y el robo, al parecer, de una propiedad. Nada de eso me consta hasta la fecha, pero es lo que se me informó, incluso por algunos compañeros reporteros. Nunca esa información salió directamente de José Luis.
Después vino la intención de Antonio Trejo de arrebatarle la dirigencia estatal de la UNTA. Públicamente se auto nombró líder, asegurando que el dirigente nacional lo respaldaba. No sé si existió tal respaldo, pero era evidente que había un rompimiento definitivo. Resulta contradictorio que después de los logros obtenidos—sí, gracias al trabajo de Trejo, pero también al impulso y plataforma que le proporcionó José Luis—intentara apropiarse de aquello por lo que el dirigente había luchado durante más de dos décadas. Al final, Trejo tuvo que formar su propia organización.
El análisis de las imágenes sugiere que José Luis no pudo contener más la acumulación de frustraciones y resentimientos hacia quien habría sido no solo su colaborador, sino alguien a quien consideraba cercano. Si bien es comprensible el contexto emocional, esto no justifica el acto violento. Las consecuencias de imagen que enfrenta podrían resultar más costosas que las ofensas recibidas ¿Vale eso la pena?
Cada actor en esta historia tendrá su propia versión de los hechos. Lo que resulta indiscutible es que las rupturas entre José Luis Cepeda y un par de sus ex colaboradores han dejado un rastro de acusaciones y desconfianzas. En el ámbito del activismo social y la representación comunitaria, estas fracturas afectan a los protagonistas, pero también a las causas que dicen defender. La UNTA ha sido durante décadas un referente de lucha social en Coahuila; esperemos que este episodio no eclipse el trabajo legítimo que la organización o cada uno de ellos ha realizado en favor de los sectores más vulnerables.
Al final, lo que queda es una reflexión sobre la lealtad, el poder y las consecuencias de las traiciones—reales o percibidas—no solo en estas organizaciones, sino en cualquier ámbito de la vida. Definitivamente este episodio merma la confianza. Ojalá logren dejar atrás este incidente y no caer en más provocaciones.