martes 30, septiembre, 2025

El actor místico

(De cuando el actor habita un escenario teatral o un set cinematográfico o televisivo)

Raúl Adalid Sainz

Sagrado momento es cuando el actor en su soledad habita el escenario. ¿Cómo es esto? Es saludarlo, coordinarte en él con tu respiración. Desconectarte del mundo exterior. Es entrar a tu templo sagrado. Al santuario más íntimo. Vas a limpiar y abrir las puertas y ventanas de tu casa para que alguien lo habite: el personaje.

Para eso se necesita soledad, paz interna, armonizarte con el espacio escénico, pedirle su protección, decirle que quieres que ambos creen juntos. Yo me arrodillo, beso el piso del teatro y me persigno. El señor es mi pastor y nada temo. Una paz interior empieza a circundarte. La respiración es el faro y brújula del viaje a iniciar.

Un poco de Tai chi, para relajar los músculos, enseguida visualizo con mi mente todo mi cuerpo. Desde los dedos de los pies, hasta la coronilla. Con tiempo andante, suave, nada de prisa. La respiración es una orquesta de mar suave que acompaña el ejercicio.

Enseguida voy a las butacas del público. Visualizo y siento las escenas. Empiezo a comunicarme con mi personaje. Le pregunto qué quiere, qué desea hacer, sus dudas, miedos, temores, alegrías, esperanzas, sus motivaciones, sus obstáculos, sus metas. Nos reímos también, nos contamos un chiste, a veces se enoja y me dice que mi casa está sucia.  «Limpia esos pensamientos, que no me permiten fluir».

De ahí en adelante, el silencio. Una sonrisa con los compañeros. No distraer el viaje a emprender con las llamadas «chorchas de camerino». Todo lo anterior se hace ya vestido con la ropa del personaje. Aunque puede variar ese acto ritual previo; se puede hacer en pants, luego habitar el cambio, ataviándose con la ropa del amigo personaje.

Grandes actores he visto que hacen su comunión con el momento a vivir. Con el encuentro con el personaje y el viaje a emprender. No olvido las caminatas por el escenario de Miguel Flores. Musitaba su texto como si estuviera rezando. Miguel llegaba dos horas antes al teatro. La primera hora podía hablar contigo, una hora antes de la función, el señor ya no hablaba. Gran lección de vida con Miguel cuando fui su compañero de camerino en «El Corazón de la Materia», dirigida por Luis de Tavira.

Farnesio de Bernal y su calentamiento dancístico en el escenario. «Far», fue bailarín de danza contemporánea y coreógrafo. Claudio Obregón, y sus diálogos en privado consigo mismo en su camerino. Hacia gárgaras, y parecía cantar. Preparaba en voz su encuentro con su personaje. Un día le pregunté: «qué hacías Claudio», «hablaba con mi personaje». 

Claudio Brook cantaba «Lo imposible Soñar», de la comedia musical » El Hombre de la Mancha», mientras se maquillada en su camerino. El buen don Claudio, como yo le decía, había interpretado, célebremente, al «Caballero de la triste figura».

La concentración solitaria de Laura Almela y Marina De Tavira llamaba mi atención. Nadie existía para ellas. Muchas actrices y actores tienen sus propios rituales para que el invitado habite la casa. Eso es hermoso. Da tono al compañero para sentir una armonía conjunta. Un mensaje importante y urgente se va a comunicar al invitado, ese llamado: El público. Sin él, la reunión no tiene ningún sentido.

Bendito el actor que aún habita la mística y el respeto por el escenario teatral, el set cinematográfico o televisivo. Bendito el actor que apaga el celular para habitar el templo sagrado de su oficio. Bendito el actor que clama: libérame de mi mismo para ofrendarme a los demás. Eros no Narciso.

A eso es a lo que llamo: un actor místico. Quedan aún actrices y actores que juegan el compromiso sagrado de comunicar. De sentir realmente el pacto sagrado de ser actor.

Benditos los invitados a ese don inmenso de dar y ser en lo absoluto.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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