sábado 13, septiembre, 2025

DOGMA DE FE

Marcos Durán Flores

La absurda muerte de Charlie Kirk

La justicia del ojo por ojo ya ha dado sus frutos podridos. El impactante asesinato de Charlie Kirk es un ejemplo de ello. Kirk, activista a favor de la causa de Donald Trump y a la ideología de extrema derecha en general, ocasionó, que antes incluso de que se identificara al autor, el presidente Trump culpara a la “violencia política de la izquierda radical”, afirmando que la retórica liberal contra los conservadores era “directamente responsable del terrorismo que se está viendo en ese país. Él mismo sufrió un atentado el año pasado, pero también muchos demócratas han sido blanco de ataques. 

Y sí, la evidencia sugiere que la normalización de la violencia política solo conduce a más violencia, fenómeno que es viejo en un país que ha vivido una guerra civil, cuatro asesinatos presidenciales y linchamientos. Pero está aumentando. El ciudadano común se está radicalizando. En un entorno así, hay algo que une a los polos políticos: cualquier figura prominente es vulnerable.

No olvidemos que demonizar a quienes no están de acuerdo con nosotros, es muy peligroso, pero el propio Trump ha normalizado los ataques brutales contra sus oponentes. La tolerancia a la violencia, como en el caso de los indultos generales de Trump a los alborotadores del 6 de enero en el Capitolio, lo que también transmite un mensaje.  Si las opiniones de una figura pública son suficientes para justificar que sus oponentes se conviertan en juez, jurado y verdugo, entonces nadie está exento del peligro.

Las causas de los actos violentos son complejas, pero un entorno propicio para los ataques políticos puede canalizar las propensiones de los posibles perpetradores. Hoy la política estadounidense y la política en general en el mundo, podrían estar al borde de una era extremadamente violenta… Cuanto mayor sea el apoyo público a la violencia política, más común será. Y hay que decirlo: La adicción estadounidense a las armas de fuego aumenta drásticamente su impacto.

Me preocupó mucho ver que la noticia de la muerte de Charlie Kirk fue celebrada por muchos con el argumento de que dedicó su vida a defender la ideología de derecha; ayudó a que Trump saliera elegido, dos veces; atacó todo, desde el control de armas hasta los derechos LGBT. ¿Acaso no se lo merecía? No.

En los oscuros pasillos de las redes sociales, desde TikTok hasta Twitter, se bromeaba y publicaban memes y dichos estúpidos de que «No podemos sentir empatía por los supremacistas blancos». Es impresionante ver a millones de estadounidenses unidos solo por su ira y sería impactante si no nos resultara tan familiar en México. 

La violencia política ha seguido el mismo patrón con una regularidad alarmante, como si estuviera preestablecida: alguien recibe un disparo (ya sea una figura liberal o conservadora), algunos piden que se baje la temperatura, otros desvían la culpa, la gente celebra o llora, y así sucesivamente, hasta el infinito.

Observen las mareas de las redes sociales y surge un patrón común: una mezcla especial de placer, ira y dolor que se retroalimenta. El regocijo por el mal ajeno. Celebrar una muerte en solitario es sádico; celebrar una muerte con miles de desconocidos es unirse a la fiesta.

Es verdad que esa ira que se propaga con rapidez, pues tiene sus raíces en un dolor real. La injusticia real hace que la violencia y la celebración parezcan casi obligatorias, al menos, como nos quieren hacer creer furiosos comentaristas en redes sociales. Las celebraciones de la muerte dividen el mundo en bien y mal.

Desde esta perspectiva, el amor es de suma cero; si amo a un opresor, no puedo amar al oprimido. Resulta curioso entonces darse cuenta de que quizás en lo único que la izquierda y la derecha coinciden es en el odio y su idea de amar a quienes te aman, odia a quienes te odian, pues somos nosotros o ellos.

Denunciar la cultura de la violencia; puede significar entender un mucho a nuestros adversarios; puede significar apoyar su bienestar incluso cuando no apoyan el nuestro; puede significar tratar a todos con amabilidad, no solo a quienes nos agradan; puede significar negarnos a endurecer nuestros corazones ante la injusticia. Esto tiene que terminar. Ayer fue Charlie Kirk; ¿quién sabe qué nos deparará el mañana?

@marcosduranfl

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