Ciberseguridad: el talón digital de México
Francisco Treviño Aguirre
Mientras los conflictos del siglo XXI se libran cada vez más con líneas de código que con líneas de batalla, México navega entre dos aguas: presume avances técnicos en su infraestructura digital, pero tambalea en lo esencial: una estrategia coherente, liderazgo político y capacidad institucional. El Global Cybersecurity Index 2024 de la Unión Internacional de Telecomunicaciones le otorga a México 85.77 puntos sobre 100. Buen número, mala historia. El país figura en el Tier 2, cercano a Canadá y Uruguay, pero la comparación es más ilusoria que justa.
Los puntajes lucen halagadores en el escaparate internacional: 18.39 de 20 en el rubro legal, 19.6 en el técnico. Avances que no se niegan, leyes de protección de datos, delitos informáticos tipificados y una Guardia Nacional cada vez más equipada, pero que resultan parciales frente al reto real: coordinar, articular, liderar. Las cifras más preocupantes están donde más duele: en cooperación internacional, apenas 13.39 puntos. En un ecosistema donde los ciberdelitos no reconocen fronteras, México se presenta como un actor aislado en un teatro de guerra transnacional.
Por su parte, el mercado local se mueve con otro ritmo. En 2023, el sector de ciberseguridad generó más de 7,251 millones de dólares, creciendo a un ritmo de 15% anual. El auge del comercio digital, la digitalización gubernamental y el fenómeno del nearshoring exigen blindaje digital. Pero ¿de qué sirve una puerta blindada si el resto de la casa está sin cimientos? Más allá de las cifras del GCI, el National Cyber Security Index ofrece un espejo de la realidad: 38.33 puntos sobre 100, lugar 66 global, por detrás de Chile, Colombia y Brasil. El desfase entre capacidades técnicas e integridad estratégica es abismal. México está desarrollando esquemas de ciberseguridad sin política pública, sin legislación obligatoria, sin brújula.
La paradoja es inquietante: una superficie digital cada vez más expuesta, sin una estrategia centralizada ni normativa efectiva. Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, el avance en ciberseguridad fue más promesa que programa. La Agencia Nacional de Ciberseguridad quedó varada en el Congreso; los recortes presupuestales minaron la infraestructura digital; y la Guardia Nacional, aunque activa, opera en la oscuridad de lineamientos estratégicos inexistentes.
Pero quizás el problema más profundo sea la falta de talento humano. Según el BID, América Latina necesita 1.3 millones de expertos en ciberseguridad, y México concentra el 40% de esa demanda no cubierta. Aunque instituciones como el IPN, la UNAM o el ITESM intentan llenar el vacío, el sistema educativo no está produciendo el talento que el país necesita. Menos aún en campos como ciberinteligencia estratégica, análisis forense digital o gobernanza en inteligencia artificial. Y el talento que se forma, emigra.
Hoy por hoy, la pregunta no es si México necesita una estrategia nacional de ciberseguridad, sino si sobrevivirá sin ella. Seguir jugando al gato y al ratón con los hackers mientras se improvisa a ciegas no es opción. No hay soberanía posible sin soberanía digital. Y sin ciberseguridad, el futuro de México será hackeado, no conquistado.
X:@pacotrevinoag