Para el anecdotario
Julián Parra Ibarra
A principios de este mes, el 1 de julio para ser más exactos, los legisladores Ricardo Monreal y Gerardo Fernández Noroña, además de la presidenta Claudia Sheinbaum, recordaron que esa fecha, pero de siete años atrás, Andrés Manuel López Obrador ganó la elección que le llevó a la presidencia de la República.
La presidenta incluso fue más enfática en sus redes sociales en las que escribió: “Este 1 de julio celebramos orgullosamente el día de la revolución de las conciencias (…)”.
Un día después, el 2 de julio, aunque nadie lo recordó o lo mencionó –o al menos no me enteré si alguien lo hizo-, se cumplió un cuarto de siglo de la primera alternancia del país. Ese día, pero del año 2000, el panista Vicente Fox Quesada ganó por primera vez la presidencia de la República por un partido distinto al PRI, que hasta ese momento desde su nacimiento primero como el PNR y después como el Revolucionario Institucional, había conservado la primera magistratura del país.
Aunque ambos personajes consideran como su némesis a la contraparte, en lo personal siempre me han parecido demasiado iguales en muchísimos aspectos. Aunque uno de derecha y otro de dizque izquierda, los dos son populistas. Los dos se vendieron como excelentes candidatos, pero muy pronto decepcionaron a una importante mayoría por su forma de gobernar.
Fox y AMLO supieron canalizar muy bien el enojo, el encabronamiento de los ciudadanos, el primero de ellos el hartazgo que la gente tenía en contra del PRI. Fue un auténtico encantador de serpientes por su porte de ranchero, sus botas, su cinto con una enorme hebilla con su apellido, y su lenguaje florido. Era el típico ranchero mal hablado. En los mítines la gente le aplaudía y festejaba todo lo que hiciera o dijera.
“Vamos a sacar al PRI de los pinoles”, “los vamos a aplastar como cucarachas, como tepocatas, como víboras prietas”, entre las frases que la gente más festinaba. En Torreón recuerdo que, en un evento masivo en el auditorio municipal, con una enorme mano de esponja con la que delineaba la ‘V’, de Vicente Fox y de la Victoria, en un momento dado fue doblando uno a uno los dedos, el meñique, el anular, el pulgar y el índice hasta que solamente quedó el medio. La gente que abarrotó el recinto aplaudió a rabiar la ‘tirada de dedo’ del entonces candidato presidencial. Se vendió como un gran candidato y la gente veía en él la gran esperanza de hubiera un cambio en el país.
Muy pronto decepcionó, porque en realidad el único cambio fue el de partido en el poder, porque el guanajuatense no se comprometió a nada, nunca, nadó seis años ‘de a perrito’. Llegó con una gran legitimidad, pero no quiso enfrentarse ni cambiar al ‘sistema’, que siguió operando intacto, se mantuvo por un sexenio más, aunque fuera con otros colores. Desperdició la gran oportunidad de haber podido pasar a la historia como el presidente del cambio, pero no quiso, le faltaron agallas.
Tras dos administraciones panistas y el regreso del PRI en el que es recordado como el sexenio más corrupto en la historia moderna de México, López Obrador se erigió como el ‘rayito de esperanza’ que los mexicanos esperaban para ahora sí lograr un verdadero cambio, y repudiar en las urnas tanto a priistas como a panistas.
Otra vez la gente se ilusionó, pero otra vez una mayoría pronto se decepcionó. Uno que no se animó a tocar al sistema, y el segundo llegó a destruirlo todo, empezando por la suspensión de la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, acción que provocó un quebranto a las finanzas públicas por más de 10 mil millones de pesos, y se siguió frente al demoler el edificio de la democracia en el país, sometiendo al órgano electoral, sometiendo al poder legislativo y provocó el desmantelamiento del poder judicial cuando no logró someterlo como al otro poder.
Las consecuencias de muchos de sus actos apenas están empezando a flotar como la suciedad en el agua, poco a poco, pero están quedando a la vista de todos.
Esas dos fechas, la del 1 de julio del 2018, y el 2 de julio del 2000, ¿tienen algo para festejar, para celebrar? ¿algo por lo que valga la pena ser recordadas? Aunque deberían significar algo especial porque son las fechas de la alternancia en nuestro país, tristemente son dos fechas que serán y quedarán inscritas solo para el anecdotario. No más.
X= @JulianParraIba