Enrique Martínez y Morales
¿Por qué algunos países se mecen sobre las aguas de la abundancia mientras otros se debaten en la pobreza? La respuesta a esa interrogante se ha convertido en la escurridiza piedra filosofal de los economistas, quienes han ofrecido un amplio espectro de explicaciones.
La Teoría Geográfica propone que los países más cálidos, localizados en torno al Ecuador, tienden a ser más pobres por las enfermedades tropicales, la complejidad de sus suelos para la agricultura y la improductividad laboral causada por las agobiantes temperaturas.
Sin embargo, esta hipótesis se viene abajo con un simple vistazo a la frontera Norte: los estados ricos norteamericanos, con quienes compartimos los desiertos de Chihuahua y de Sonora, presentan temperaturas muy superiores a las del Altiplano mexicano.
La Teoría Cultural sostiene que religión y origen étnico son factores causantes del éxito económico. La ética Protestante, argumenta Weber, ha jugado un rol importante en el surgimiento de la sociedad industrial en Europa Occidental. Religiones como la Católica, acusa Francisco Martín Moreno, son paternalistas y han generado un incentivo económico opuesto al deseado.
Esa conjetura se desvanece al voltear hacia Francia e Italia, países con una larga tradición católica, pero ubicados dentro del Top Ten de las potencias económicas.
El argumento del origen étnico sataniza el mestizaje y la población indígena en favor de la sangre europea. Estadounidenses y canadienses son descendientes de ingleses, dicen quienes apoyan esta teoría. Pero nada mencionan de los afroamericanos ni de la creciente sociedad latina inmigrante.
La llamada Teoría de la Ignorancia, de Acemoglu y Robinson, recientes ganadores del premio Nobel de Economía, supone que en los países pobres los mercados no funcionan correctamente porque los gobiernos no saben cómo actuar.
Si algo han tenido las economías rezagadas es asesoría de Estados Unidos con todo y su Consenso de Washington. Los hacedores de políticas públicas fallan en su implementación, nos explican los galardonados, porque no pueden actuar, están atados de manos.
Viejos vicios, muchos de ellos arrastrados desde la Colonia, han generado sistemas complejos, controlados por intereses particulares, que mermaron los procesos democráticos, distorsionaron el esquema de incentivos, desmantelaron la competencia y frustraron toda posibilidad de hallar nuestra piedra filosofal: las instituciones políticas y económicas fuertes.
Nuestra apuesta como nación debe ser fortalecer nuestro andamiaje institucional y apostarle a la educación de calidad. Ahí está la piedra filosofal del éxito económico.