Don Ramón: El fotógrafo que dejó en sus fotografías al pueblo de Viesca del siglo 20
Don Ramón dejó plasmada en sus fotografías la sociedad viesquense del siglo 20: la belleza del pueblo, el tren, la fábrica y las tradiciones
Salvador Hernández Vélez
Ramón de la Rosa Medellín, el fotógrafo del pueblo, nació en 1911 y falleció el 29 de agosto del 2000. Vivió sus 89 años en Viesca. Casi todo el siglo 20. Sus padres fueron don Librado de la Rosa Samaniego y Luz Medellín, originarios de Parras, Coahuila, quienes se establecieron en Viesca en la época en que la economía era floreciente, por los manantiales. El matrimonio crio a cuatro hijos: Ramón, Dámaso, Carmela y Reynaldo.
Don Librado y doña Luz se establecieron en Viesca atrás de la iglesia, por la calle Carranza, y pusieron una gran tienda de abarrotes y granos, “El Progreso”, donde podías encontrar desde productos básicos, mercería, granos, alimento para ganado, calzado, implementos agrícolas y hasta una aguja. Don Ramón, de niño, gozó de una buena situación económica, eso nunca fue obstáculo para disfrutar y jugar con los demás niños en el barrio y en los manantiales, era muy desprendido, compartía con todos ellos sus golosinas. Por las tardes, antes de salir a jugar, debía ayudar en la tienda, eso era “ley”: si no ayudaba, no tenía permiso de salir a jugar, ni golosinas.
Cursó su primaria en la Escuela Andrés S. Viesca, luego estudió contabilidad, aprendió a llevar los libros de raya, en los que daba cuenta de los ingresos y egresos. Ello le permitió ayudar a su papá como auxiliar de contabilidad en las salinas, donde don Librado era el administrador, también lo fue de otros salineros. Le tocó trabajar al lado de Atilano Mena, Adrián Macías, Daniel Magallanes, Chayito el “peluquero”, Macario Salinas, Efrén Rivadeneyra, Román Baca, Manuel López, Jorge Baca y el señor Salvador de la Fuente, entre otros. Los trasladaban en una troca, la llamaban: “La Chata”. El chofer era Juan Miranda. Todo eso, hoy, sólo ha quedado plasmado en las fotografías de don Ramón.
Al enterarse por la radio que se podía estudiar fotografía por correspondencia, se inscribió. Así se hizo fotógrafo. Puso su estudio fotográfico al lado de la tienda, era el único fotógrafo en el pueblo. Cuando se metía atrás de la tela negra, a la cuenta de tres, tomaba la foto. Contaba con una sala grande de madera con su mesa de centro y sus respectivas revistas, un televisor en blanco y negro para que se entretuvieran mientras esperaban a que les tomara la foto. Cuando aparecieron en el mercado las cámaras instantáneas, las compró, aunque las fotos eran más caras y pocos las pedían, sin embargo, siempre había turistas o novios que querían su recuerdo.
Principio del formulario
Final del formulario
Al salir al mercado las cámaras de rollo, también las adquirió. Los rollos los revelaba en Torreón. Él cubría todos los eventos desde religiosos, educativos, sociales y las graduaciones de las escuelas. Desde temprano, se le observaba muy aseado y vestido impecablemente, listo para cuando llegaran a tomarse la foto. Tenían que sacar cita para las sesiones fotográficas fuera del estudio.
Don Ramón dejó plasmada en sus fotografías la sociedad viesquense del siglo 20: la belleza del pueblo, el tren, la fábrica y las tradiciones. Entre risas y anécdotas, platicaba que no todo era ganancia, había gente que iba a tomarse la foto y no volvía. Él las guardaba por si un día regresaba.
En ocasiones, los niños de la primaria, cuando salían en bailables, acudían a tomarse la foto, pero los papás no iban por ellas, él se sentía satisfecho porque les regalaba momentos de felicidad. Algunos niños, ya de grandes, fueron por su foto. Solía recorrer las calles de Viesca en su bicicleta para tomar los mejores momentos, luego lo hizo en moto y con ella acudía a los ejidos, a los eventos que lo contrataban para los acontecimientos familiares.
Don Ramón se casó con la profesora Odila Pérez Guillén, quien llegó a Viesca a trabajar en la escuela primaria; era de Saltillo, Coahuila. La conoció cuando fue a sacarse la foto. Tuvieron dos hijos: Odila Catalina y Ramón Julián. Dámaso de la Rosa, hermano del fotógrafo, fue mecanógrafo, tenía su máquina de escribir y su escritorio en la plaza principal, redactaba todo tipo de oficios. Su hermana Carmela se casó con don David Hadad, inmigrante del Líbano, el dueño de la gasolinera.
Cuando aparecieron las redes sociales, las familias siguieron acudiendo con don Ramón a la foto, para atesorar ese recuerdo. Al fallecer, las fotografías que quedaron guardadas en su escritorio, su familia las regaló a los fotografiados.