lunes 23, junio, 2025

Un conflicto no tan lejano

Enrique Martínez y Morales

La reciente escalada de tensiones entre Israel e Irán ha encendido las alarmas del mundo. Los ataques frontales, que durante años se habían limitado a enfrentamientos indirectos o cibernéticos, han tomado un giro crítico. A esto se suma la participación militar de Estados Unidos, lo que ha convertido una disputa regional en un foco de atención global. ¿Por qué debería preocuparnos un conflicto tan distante de México? La respuesta es simple: porque vivimos en un mundo interconectado donde la ausencia de paz nunca es ajena.

La enemistad entre Irán e Israel no es nueva. Desde la Revolución Islámica de 1979, Irán ha adoptado una postura radicalmente opuesta a la existencia del Estado de Israel. A su vez, Israel considera a Irán una amenaza existencial, especialmente por su programa nuclear. En medio de esa tensión histórica, ambos países han librado una guerra de sombras durante décadas: ataques a embajadas, atentados selectivos, ciberataques y bombardeos a milicias aliadas en terceros países.

La ruptura de esta “guerra silenciosa” y el inicio de hostilidades abiertas, donde China y Rusia observan con cautela, no solo tiene implicaciones militares, sino también económicas y diplomáticas que ya están repercutiendo a nivel global.

México, aunque geográficamente alejado del conflicto, no está exento de sus consecuencias. La primera es económica: el precio del petróleo ha subido ante el cierre del estrecho de Ormuz, por donde circula una quinta parte del crudo mundial. Aunque México es exportador de petróleo, también es un gran importador de gasolina, por lo que los aumentos en los precios internacionales impactan directamente en el bolsillo de los consumidores. Además, el costo del transporte, los alimentos y el gas se encarece en cadena, afectando a millones de familias mexicanas.

La segunda es financiera. Los mercados globales reaccionan con sensibilidad extrema ante cualquier conflicto armado, y en un mundo donde las economías están interconectadas, la volatilidad no respeta fronteras. Lo que ocurre en Tel Aviv o Teherán puede hacer temblar las bolsas de Nueva York, Frankfurt o México. Las inversiones se retraen, el tipo de cambio se altera y los riesgos financieros se disparan, generando incertidumbre incluso en países que no participan directamente en el conflicto.

La tercera es política. En tiempos de incertidumbre global, los gobiernos deben afianzar sus relaciones internacionales, fortalecer sus instituciones y garantizar la seguridad interior. No podemos aislarnos ni permanecer indiferentes ante el sufrimiento humano, ni tampoco perder de vista que en un mundo globalizado, la estabilidad de una región puede significar la paz —o el caos— del resto.

Aunque la guerra se libre a miles de kilómetros, sus ondas de choque también llegan a México. Lo que está en juego no solo es el equilibrio de Medio Oriente, sino la capacidad del mundo de mantener la cordura en tiempos de polarización y violencia. Hoy más que nunca, la paz no puede darse por sentada. Hay que defenderla, cultivarla y construirla. Desde todos los frentes.

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