Elección judicial: el monstruoso cochinero
La lección es clara y nadie debiera ignorarla: el cochinero judicial busca normalizar el regreso de las peores prácticas electorales de nuestra historia. Ignorar lo ocurrido es tanto como asumirnos cómplices de esta intención
Carlos Arredondo Sibaja
Han transcurrido tres semanas… ¡tres semanas!, desde la jornada comicial de la mal llamada “elección judicial” y aún no podemos conocer la lista de quienes se alzaron con la victoria en la inmensa mayoría de los casos. De los 881 cargos en juego, el Instituto Nacional Electoral apenas ha podido entregar constancias de mayoría a 31 de los “electos”.
¿Cómo ha podido ocurrir esto? La respuesta es simple: porque la exquisita simulación orquestada por la transformación de cuarta dio lugar al más espectacular cochinero electoral de nuestra historia. Una elección “inédita”, sin duda, pero no precisamente por razones dignas de mérito.
Los datos desgranados en las sesiones del INE de los últimos días son de colección y deben permanecer en nuestra memoria de forma indeleble como muestra del aberrante ejercicio realizado.
El consejero Arturo Castillo Loza enumeró algunas de las prácticas detectadas durante el cómputo de los votos y la lista recuerda, de forma inevitable, las prácticas del viejo régimen de partido hegemónico, cuando las elecciones eran una simulación ejecutada sin recato ni rubor alguno.
Principio del formulario
Final del formulario
Al menos en 818 de las casillas instaladas el pasado 1 de junio, detalló el Consejero, se detectaron una o más de las siguientes irregularidades:
Participación de 100 por ciento, e incluso más, de los electores registrados, un hecho imposible de dar por bueno pues, por muy diversas razones, jamás acuden a una casilla la totalidad de las personas inscritas en la lista nominal correspondiente… ¡y menos todavía un número superior!
Boletas “planchadas”, es decir, sin ningún doblez, pese a lo cual, de acuerdo con la narrativa oficial, se encontraban dentro de las urnas por haber sido depositadas allí por un elector. Si usted ha ido alguna vez a votar lo tiene claro: es imposible introducir una boleta electoral en la urna sin doblarla.
Boletas marcadas con una misma caligrafía. Poco se requiere explicar al respecto: se trata de una misma persona votando en múltiples ocasiones, es decir, alterando artificialmente el resultado.
Candidaturas a las cuales correspondió la totalidad de los votos en alguna casilla. O, como se conoció largamente en la época del fraude institucionalizado, “casillas zapato”, un hecho igualmente inverosímil.
Y, finalmente, la reina de las irregularidades: la inducción al voto mediante “acordeones”, un hecho del cual se ha comentado con profusión: no hay duda de cómo los citados acordeones indujeron de forma contundente el voto de los electores y, por tanto, construyeron una simulación.
La consejera Claudia Zavala retrató sin ambigüedades el significado de esta práctica generalizada en el país: “esta estrategia de difusión y distribución de acordeones me lleva a la conclusión de que por lo menos estas acciones rompieron con principios básicos de las elecciones: la autenticidad del proceso electoral, la equidad y la certeza”, dijo en la mesa del Consejo General.
Dania Ravel, por su parte, no se anduvo por las ramas y puso los puntos sobre todas las íes: “declarar válida una elección en estas condiciones representaría enviar un mensaje preocupante a la ciudadanía que, aún con evidencias claras de irregularidades, las elecciones pueden considerarse válidas, que no hay consecuencias ante estas conductas”.
Por su parte, Martín Faz Mora nos recordó lo importante: “sobra decir que todas estas prácticas pertenecen a la herencia de un pasado autoritario, cuando las elecciones en este país eran una simulación, (y) aunque las suponíamos superadas, su aparición revela que debe actualizarse y reafirmar su combate y erradicación, pues de lo contrario las veremos proliferar en nuestro sistema electoral”.
Pese a todo, el cochinero judicial avanza hacia su institucionalización sin encontrar mayores resistencias. El objetivo del nuevo régimen, nadie tenga duda, es reinstaurar las peores prácticas del pasado político del país. Nadie se llame a sorpresa cuando las prácticas señaladas se trasladen al resto de las elecciones.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
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