Ser psicólogo en un país roto
Daniella Giacomán
Hoy celebramos en México el Día del Psicólogo, y me parece importante hablar de lo que realmente representa. No solo conmemorarlo como una efeméride más, sino reconocerlo como una necesidad urgente en un país herido como el nuestro.
México es un país con heridas abiertas: violencia, desigualdad, machismo, pobreza, duelos no resueltos, depresiones silenciadas, suicidios… Y aun así, la salud mental sigue siendo uno de los grandes pendientes.
Tres de cada 10 personas padecerán algún trastorno mental en su vida, y el 60% de ellas no recibe tratamiento (CIEP, 2023). Además, el 66.1% de las mujeres mexicanas mayores de 18 años ha sufrido algún tipo de violencia —emocional, económica, física o sexual— (INEGI ENDIREH, 2021).
Pero no necesitamos estadísticas para saberlo; todas conocemos a alguien cercano que ha vivido esta realidad.
Vivir en un país así nos deja marcas invisibles que cargamos en silencio. Por eso, creo que más que nunca, necesitamos a quienes saben escuchar, contener, orientar, abrazar y acompañar: los psicólogos.
Ellos han sido faro para muchos de nosotros. Han estado allí cuando el cuerpo ya no aguanta, cuando la mente no da más, cuando el corazón se parte en pedacitos y grita ayuda. Nos han acompañado en duelos, crisis, rupturas, fracasos, cirugías, infancias rotas, adolescencias dolorosas y búsquedas internas.
Yo misma no estaría hoy donde estoy sin ese acompañamiento. He tenido la fortuna de contar con el apoyo de varias psicólogas a lo largo del camino y, desde entonces, aprendí a no verlo como un tabú. Sí, tomo terapia desde hace mucho tiempo y, aunque algunas voces ignorantes me han dicho que tiro el dinero en consejos que ellos pueden dar, ha sido la mejor inversión que he hecho en mi vida.
Magda, Eyly, Gaby y ahora Sonia, me han acompañado en momentos importantes, y aunque a veces (bueno, casi siempre) soy muy repelona, enojona y cuestiona-todo, la verdad es que cada una me ha ayudado a tener esa conciencia que ahora tengo.
Sé lo que es llegar rota y salir un poco más entera al terminar una sesión. Sé lo que es llorar frente a alguien que no te conoce ni te juzga. Sé lo que es, a veces, no querer ir porque quieres seguir en el papel de víctima, pero algo me dice: “Eh, Daniella, no seas cabeza dura, enfréntate a ti misma para poder crecer».
Hoy quiero decirles gracias por todo: gracias por recordarnos que pedir ayuda no es fallar, sino valiente. Gracias por enseñarnos que decir “ya no puedo” no es signo de debilidad, sino de fuerza. Gracias por escuchar.
Gracias porque en un país deprimido, dolido y muchas veces desbordado, los psicólogos no solo hacen su trabajo; nos devuelven la esperanza.
Daniella Giacomán
email: dgiacoman@gmail.com