Don Rosendo y su vida de reinvención sin límites
Revela que de niño, a la salida del cine, aprovechaban que estaba oscura la calle, tocaban las puertas y salían corriendo. Esas eran sus travesuras
Salvador Hernández Vélez
Rosendo López Rangel nació en Viesca el 23 de marzo de 1945. Perteneció a una familia integrada por sus padres, Refugio López Ovalle y María Rangel Sifuentes, y ocho hijos: Mariano (f), Germán (f), Rosendo, Arturo, Juana María, Manuel (f), Humberto y Javier. Llegó al mundo y creció en el barrio La Tapatía, en la casa grande de los López; lo recibió en este mundo la partera doña María Adriano de Vélez. En aquel tiempo se atendía a las recién paridas durante los siguientes 40 días. Se les observaba todo el tiempo, pues se creía que después del parto estaban en grave riesgo. Comenta don Rosendo que su abuelo paterno, Anacleto, les decía que la partera era su abuelita, así que cuando la visitaban se hincaban con la rodilla derecha y le adoraban la mano.
Su padrino de bautismo fue Enrique Madariaga Ruiz, presidente municipal en aquellos tiempos, al igual que su hermano Heberto. De la primaria, recuerda a sus maestros: en primer año, a Marcelina Loza; en segundo, a la señora Bordaño; en tercero, a la maestra Aurorita; en cuarto, a Chana Froto; en quinto, a Eusebio Salazar López, y en sexto a María Martínez de Loza. La señora María impulsó que muchos egresados salieran del pueblo a estudiar una carrera, su labor fue muy fructífera y ardua, pues para ello tenía que convencer a los papás. Para don Rosendo fue diferente: cuando finalizó la primaria, se dedicó a ayudar en la labor y a cuidar a los animales que había en casa: puercos, caballos, cabras y vacas. En la temporada de la cosecha de algodón, se iba a la pizca.
Mientras estaba en la casa, regaba los árboles de la huerta familiar, nogales, granados, higueras, vides, aguacates, entre otros. Platica que el vecino que estaba regando, al terminar, les avisaba que ya les tocaba. Desviaban el agua con compuertas de madera. Aprovechaban todos los recursos. En su memoria están las anécdotas de cuando desgranaban mazorcas y juntaban mezquites que vendían para alimento del ganado.
Revela que de niño, a la salida del cine, aprovechaban que estaba oscura la calle, tocaban las puertas y salían corriendo. Esas eran sus travesuras. Incluso tuvo el gusto de andar en las serranías en la caza de venados; se iba con Manuel Martínez Luna y Alfredo Sandoval. También durante la época de cosecha, recuerda que de niño veía cómo sacaban los carretones llenos de cebolla para venderlas, si no se las compraban, las tiraban en las afueras del pueblo. Evoca con nostalgia aquellos días de abundante agua, con muchos álamos y oportunidad para cosechar ¡y para nadar! Eso último lo disfrutó de niño en los manantiales que recorría completos como pececito.
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De mayor, disfrutaba de las tardeadas dominicales con la orquesta de don Pancho Ramírez en el quiosco. Ahí bailaba con su enamorada Rosa María Medina Ibarra, con quien luego contrajo matrimonio y se fueron a Paso del Norte a buscar trabajo. Estuvieron un año y medio. Allá nació su primera hija, Sandra Luz, luego regresaron a establecerse en Viesca. Después dejó a su esposa con su mamá, doña María, y se fue a México y de ahí a Toluca, donde trabajó en una planta de General Motors. Cuenta que otro viesquense, Mariano Barraza, lo apoyó para trabajar en la construcción de fábricas. Al regresar al terruño entró a laborar en la fábrica de sal (SULVISA). Empezó cargando bultos y llegó a supervisor general.
Del matrimonio que edificó nacieron: Sandra, Eduardo, Rosa María, Evelio, Marco Antonio (f), Rosendo, Rolando, Jorge y Jimena Adriana. Dejó de laborar en la fábrica antes de su cierre y se fue al Bajío de Ahuichila a trabajar en una vinata de sotol con el señor José Ángel Medina (f), pero no prosperó. No se desanimó y se asoció con un vinatero de San Juan de Guadalupe, Durango, y gente del Bajío de Ahuichila, hasta que lograron producir sotol. Él se encargaba de administrar la sotolera.
Don Rosendo también participó en la política. En el mandato del alcalde Mauro Pargas Meza, de 1985 a 1987, participó como el quinto regidor; así como en el periodo de la administración municipal de 2006-2009, cuando fue apoyo administrativo en la tesorería. Desde joven le gustó participar en la vida política del pueblo. Tiene credenciales del PRI desde 1964. A partir de esa fecha trabajó por el bienestar del pueblo. La historia de don Rosendo es una aventura de reinvención, de trabajar y ser creativo. Su actividad no tenía límites y su imaginación, menos.
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