viernes 25, abril, 2025

A LA BÁSCULA

El árbol de la honestidad

Julián Parra Ibarra

¿Puede el lugar de origen de las personas definir su honestidad, capacidad intelectual y profesional, y su vocación de trabajo y de servicio? ¿Es su lugar de nacimiento el que nos puede indicar si una persona es honesta o no lo es?

A ver, de los más recientes presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador es originario de Tabasco, Enrique Peña Nieto del Estado de México, Felipe Calderón Hinojosa de Michoacán, Vicente Fox Quesada de Guanajuato. De cuatro entidades diferentes, y creo que ninguno de ellos pasaría la prueba del ácido.

Si el lugar de origen determina su nivel de honestidad y capacidad, que alguien nos diga en cual estado de la república se dan los árboles de la honestidad; y si no es mucho pedir, que de cada entidad nos pudieran indicar en cuál municipio se dan las personas más honestas, para repartirlas en cada municipio y con ello levantar la bandera de la honestidad en todo el país.

En las campañas electorales de Durango, particularmente en las de Gómez Palacio los dos candidatos varones, Omar Castañeda y Raúl Meraz, al arranque de sus actividades pretendieron enarbolar la bandera de ciento por ciento laguneros o gomezpalatinos, sugiriendo que la candidata mujer no es gomezpalatina, o al menos esa intención se ve en sus expresiones.

Pero van dos elecciones en las que Betzabé Martínez Arango participa con documentación que acredita su lugar de residencia en Gómez Palacio: la primera hace tres años en que contendió también por la presidencia municipal de Gómez Palacio y el Instituto Electoral avaló su documentación; la segunda el año pasado cuando contendió por la diputación federal que al cabo terminó por ganar de manera abrumadora en las urnas.

Como ese argumento no ha tenido mayor impacto, creo que lo han empezado a dejar de lado.

Porque si de lugares de origen se tratara –solo por poner un par de ejemplos-, Homero Martínez Cabrera, el dos veces alcalde de Lerdo es originario de la comunidad de Las Lajas, del municipio de San Juan de Guadalupe, y aunque el tema no es nuevo –ya había sido señalado desde que buscó la primera vez la candidatura a la alcaldía lerdense-, ha sido acusado ante la Fiscalía Anticorrupción por enriquecimiento ilegal.

Su esposa, Susana Torrecillas, diputada local de mayoría relativa en su primera candidatura; y en la segunda fue ‘colocada’ como plurinominal en un extraño movimiento que el Instituto Electoral permitió para premiar ‘al mejor segundo lugar’; y ahora es candidata a la presidencia municipal de Lerdo.

Ella es originaria de Durango capital, egresada del Tecnológico de Durango, su carrera política la realizó en Durango donde estuvo al frente de un programa de promoción a los mezcaleros –entonces era conocida como Miss Mezcal- durante el gobierno de Ismael Hernández Deras, y si me apura tantito fue hasta regidora en el municipio de Durango. Llegó a Lerdo como delegada del PRI.

Es decir, en unos municipios se cuestiona –sin bases, al menos hasta el momento- el origen de los candidatos (as) y en otros se permite y se da manga ancha en ese mismo sentido, aún con las acusaciones de enriquecimiento ilegal que se han presentado de manera formal ante la Fiscalía Anticorrupción.

Por eso mi pregunta, en el caso concreto de Durango donde en estos momentos hay campañas para elegir alcaldías ¿cuál es el municipio donde se da el árbol de la honestidad para ir a traer una docena de personajes de esos y plantarlos por todo el estado?

De pronto en el fragor de las campañas uno escucha cada frase como la de que ‘no vamos a permitir que gente que no es de aquí venga a saquearnos’, o sea que ¿para saquearnos, nos basta con los nativos, no necesitamos a los foráneos? ¿o cómo es eso? No se debería permitir el saqueo ni de propios ni de extraños, y por desgracia eso ha ocurrido.

Me parece, lo he dicho en varias ocasiones y lo seguirá insistiendo, que la mejor forma de conquistar el voto de los ciudadanos, es presentado una oferta que resulte realista, viable y alcanzable, sobre todo en los rubros que más lo piden los ciudadanos.

No pueden ser –no deben ser- los ataques, los insultos, la denostación de los adversarios, el arma principal que como estilete se use en las campañas. Aunque muchos no lo quieran entender, los ciudadanos vomitan y repelen las campañas con guerras sucias. Lo que quieren es escuchar las propuestas de quien aspiran a gobernar su municipio en los siguientes tres años.

La gente quiere que le detallen y le expliquen cómo les van a solucionar los problemas relacionados con la inseguridad, cómo se van a atender servicios básicos de su cuadra, de su colonia, cómo mejorar el abasto de agua potable, cómo se va a mejorar el servicio del drenaje sanitario, como se van a iluminar las calles y las colonias, cómo se va a mejorar el servicio de recolección de basura, el pavimento de calles y avenidas.

Eso es lo que quiere escuchar el ciudadano común y corriente, el de a pie, pero encuentran muy pocas voces que estén dispuestas a platicar lo que al ciudadano le duele.

Y lo honesto, no. No se determina por el lugar de origen, sino por su formación, sus valores, sus principios. La integridad no se da en árboles, como tampoco la moral es un árbol que da moras.

laotraplana@gmail.com

X= @JulianParraIba

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