sábado 19, abril, 2025

Los mejores padres no quieren tener hijos

Rodrigo L. Serrano Ulloa

En 2030, por primera vez en la historia moderna, la mayoría de las mujeres en edad fértil estarán solteras y sin hijos. Así lo proyecta Morgan Stanley en un informe de 2020 titulado «The Rise of the SHEconomy», en el que anticipa que cerca del 45% de las mujeres entre 25 y 44 años en países desarrollados no tendrán hijos. Este fenómeno no es simplemente una curiosidad demográfica; es el reflejo de una profunda transformación cultural. La maternidad y la paternidad, antaño vistas como etapas naturales de la vida adulta, se han convertido en decisiones opcionales, frecuentemente postergadas o descartadas.

Podríamos pensar que esto representa una liberación: más autonomía, más opciones, menos imposiciones. Pero también revela algo más inquietante: una sociedad que ha comenzado a negar la adultez misma.

Cada vez más adultos jóvenes, incluso pasados los treinta años, viven estilos de vida que antes asociábamos con adolescentes. Prolongan su formación académica, retrasan compromisos, rehúyen responsabilidades tradicionales y se definen con orgullo como «niños grandes». Un estudio de Barna Group (2021) en EE.UU. mostró que menos del 20% de los adultos jóvenes consideran tener una familia como una prioridad vital. La adultez ya no es aspiracional; se percibe como una pérdida de libertad.

Este rechazo a crecer no es un simple capricho. Responde a factores reales: la precarización laboral, la inflación, la inestabilidad emocional y una ansiedad colectiva que impregna toda proyección de futuro. En este contexto, criar a un hijo se percibe más como una carga que como un propósito.

Una de las justificaciones más comunes entre quienes eligen no reproducirse es la creencia de que tener hijos en el contexto actual es irresponsable. Por un lado, se argumenta que hay una crisis ecológica –lo cual es real– y que cada nuevo humano agrava el problema. Por otro, se considera que el mundo es demasiado hostil, injusto o incierto como para traer una nueva vida.

Esta narrativa ha calado hondo, especialmente entre sectores educados, urbanos y progresistas. Sin embargo, hay un problema: no estamos viviendo una crisis de sobrepoblación, sino de infrapoblación. En países como Japón, Corea del Sur, Alemania o Italia, las tasas de natalidad están por debajo del nivel de reemplazo desde hace décadas. Corea, por ejemplo, alcanzó en 2023 un mínimo histórico de 0.72 hijos por mujer (Statista, 2024), muy lejos del 2.1 necesario para mantener estable una población.

Aquí se encuentra la paradoja más inquietante: quienes más reflexionan sobre la ética de tener hijos, quienes tienen más herramientas para ser buenos padres… están eligiendo no serlo. Mientras tanto, en entornos donde la planificación familiar es limitada, la educación escasa o las condiciones precarias, el número de hijos suele ser mayor.

Este patrón perpetúa una forma silenciosa de desigualdad: la cultura y el capital humano no se están transmitiendo. La crianza consciente, intencional, responsable… se está extinguiendo. Y no porque falte capacidad, sino porque falta voluntad.

No tener hijos no está salvando al mundo. Está reflejando una crisis de propósito. En una cultura narcisista, hipervisible y autocentrada, tener un hijo se interpreta como una amenaza a la libertad personal. Criar ya no es parte del sentido de vida, sino una especie de sacrificio innecesario.

Pero lo que está en juego no es solo la natalidad. Es la transmisión intergeneracional de valores, de sentido, de comunidad. El resultado es una sociedad que se va vaciando, no solo de personas, sino de vínculos.

La generación más informada, más sensible, más emocionalmente disponible de la historia moderna, está renunciando a la idea de formar nuevas generaciones. Y eso debería preocuparnos.

Esto no es una crítica moralista. Es una advertencia estructural: si las personas más lúcidas se excluyen del futuro, el futuro será escrito por el caos.

Porque si las personas más lúcidas deciden no escribir el futuro, el futuro lo escribirán otros, tal vez menos preparados, menos conscientes, menos responsables. Y el mundo no necesita menos niños, sino mejores adultos dispuestos a criarlos.

Fuentes consultadas:

– Morgan Stanley. The Rise of the SHEconomy, 2020.

– Barna Group. The State of Gen Z, 2021. – Statista. Fertility rate in South Korea from 2012 to 2023, actualizado 2024.

– World Bank Data. Global Fertility Rates.

– Pew Research Center. Why more U.S. adults are delaying parenthood, 2022.

Rodrigo L. Serrano Ulloa es médico egresado de la Universidad Anáhuac México. Empresario y consultor, lidera despachos en desarrollo enfocados en la transformación del sector salud y educativo mediante soluciones estratégicas, modelos de gestión innovadores y vinculación institucional. Su enfoque integra el criterio clínico con pensamiento organizacional y visión de impacto. Padre y esposo, impulsa proyectos con propósito, ética y profundidad humana.

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