lunes 10, marzo, 2025

‘Todo es teatro. La vida en el arte de Julio Castillo’, por Gabriel Pingarrón

Raúl Adalid Sainz

Hacía mucho tiempo que un libro no me llevaba a pasear por la vida, con tal intensidad y gozo, como el libro escrito por el actor y escritor Gabriel Pingarrón.

Estupendo. Julio Castillo y su genialidad humana y artística, vuelven a vivir gracias al talento narrativo de Gabriel.

Viví la locura mágica, onírica teatral, de un ser privilegiado. Un duende mensajero que nos legó la vida hecha teatro. Un verdadero poeta escénico.

Sí, México dio un director genial a la altura de Grotowski, Brook, Bergman, Kantor, Artaud. Y lo concibió porque Julio Castillo dirigió desde las propias entrañas de su barrio. Ahí conoció la vida, al ser humano, lo narró, le puso nombre, y lo transformó en atmósfera y poesía teatral.

Gabriel Pingarrón nos toma de la mano y nos conduce por un viaje alucinante y delicioso. Va llevando su tránsito de carretera desde que conoció a Julio Castillo. Desde las aulas estudiantiles, desde los sueños construidos en la «Escuela de Arte Teatral del INBA». Los amigos y compañeros de estudios, sus aventuras cual caifanes del asfalto en la Ciudad de México. El despertar de director del gran Julio. Gabriel despliega letras que son faunos traviesos. Construye un universo para hablar, desde la admiración de amigo, acerca de un genio con quien trabó una hermandad.

El autor se despoja de máscaras y nos platica con toda sencillez y sinceridad un recorrido de teatro creado por Julio Castillo. Gabriel es un Homero que cuenta la vida al lado de su «Gordito», cuate del alma. Desde el asombro causado por Julio con «Cementerio de Automóviles», hasta llegar a la última hoja escénica de «Dulces Compañías». Dentro de ese itinerario teatral, se mezclan los detalles de las anécdotas de vida. Vemos una épica teatral maravillosa. Sentimos el contexto de vida en México a mediados de los sesentas, de los setentas, y finales de los ochentas, en que Julio cierra sus ojos.

Sentimos los encuentros y desencuentros entre Gabriel y Julio. Las netas dichas de Pingarrón a los montajes de Castillo. Su dolor ante las no invitaciones de Julio Castillo a sus obras. Pero están las grandes aventuras, como esa que Gabriel vive con Julio en Nueva York. Ese encuentro siento que amacizó chingón, el vínculo de su amistad.

El libro es en verdad muy bonito. Es una época que se fue, pero que está ardiendo de vida presente. Gabriel, Julio, Torner, Adrián Ramos, «El Yeyo», Matturano, Macrosfilio, Becerril, la querida Angelina Peláez, están más que vivos; ardientes al jugar con ellos, tan extraordinariamente, como lo hace Gabriel, a lo largo de sus páginas.

Puedes sentirte en paz y satisfecho, has cumplido el pedimento de Julio a tu persona: «Nadie podrá escribir lo que hicimos más que tú». Y, ¡qué bien lo has hecho Gabriel Pingarrón!

Han sido unos días maravillosos que he pasado leyendo tu libro. Contagiado de teatro. Sintiendo tu cariño a un genio amigo. Vislumbrando por medio de tus letras el mundo maravilloso de creación de Julio Castillo. Tu libro es grande porque lo has escrito con el alma, sin la torpeza del ego, despojando el ser para convertirse en pura sal de vida. Nunca una estatua de sal por voltear al pasado. Gabriel y Julio nos han dado un pedazo maravilloso de existencia. Así como el que Gabriel vivió siendo dirigido por Julio en la inolvidable y entrañable, «De la Calle».

Agradecer todo el impulso otorgado a Gabriel por la querida actriz Blanca Guerra, para que el libro pudiera tener una nueva edición. Amén de su difusión en presentaciones del libro que han hecho ella, José Luis Cruz, y Rodrigo Vázquez, acompañando al querido Gabriel Pingarrón.

Leer esta belleza de libro, es decir: ¡Gracias por el inmenso privilegio de vivir en todos sus pasajes! ¡Gracias, Gabriel Pingarrón!

Raúl Adalid Sainz.

PD: Primera foto: estoy con Gabriel en la presentación de su libro en el Palacio de Minería. La segunda es la portada de su libro.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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