Luis Alberto Vázquez Álvarez
Acostumbrados por milenios a los caprichos y hasta deficiencias mentales de los gobernantes al tomar decisiones trascendentes en la vida de los pueblos, hoy poseen la oportunidad de cederle el lugar de sus desvaríos a la llamada “Inteligencia Artificial” y, por lo tanto, deshumanizar, en cierta manera, la gracia e ingeniosidad la ciencia.
La humana inteligencia se define como “Facultad de conocer, analizar y comprender, así como habilidad, destreza y experiencia de resolver problemas”. (RAE) y surge del cerebro humano cuando dispone de sus capacidades físicas plenas.
La inteligencia artificial (IA) es la novedad ahora mismo, y se define como la “capacidad de una máquina o sistema informático para realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana”. Estas máquinas en su capacidad tecnológica incluyen aprendizaje, razonamiento, percepción, comprensión del lenguaje natural y la toma de decisiones.
Hoy se habla de “inteligencia híbrida” que significa la humana acrecentada por los sistemas de IA entrenados por humanos. Dicho mejor: la IA puede ayudar en el proceso de reflexión para mejorar los objetivos, más cuando estos tienen áreas de oportunidad ante conflictos sociales con las prácticas de gobernanza; pero se necesita y mucho, de la sensibilidad que solamente un corazón racional ofrece para alcanzar la cumbre del desarrollo humano como ser espiritual, único e irrepetible.
Para lograrlo se requiere que la percepción de la realidad sea aumentada y retroalimentada oportunamente a fin de mejorar y ampliar acciones para una toma de decisiones gubernativas propositivas. Así se obtiene el objetivo anhelado que es relacionar la política con la empatía social y evitar el uso inadecuado de ella que, en lugar de dominar los medios de comunicación para beneficios partidistas e ideológicos creando mentiras monstruosas que, destruyendo dignidades y hasta instituciones como faltando a la ética social, garanticen una democracia justa y transparente, así como elevar la participación ciudadana, sociabilizando los mensajes políticos sean relevantes y atractivos para cada sector de la ciudadanía y logrando una efectiva rendición de cuentas y transparencia.
Increíble lo que puede hacer la IA a través de deepfakes; unir en una canción humanista desde el loquito mitómano de la casa blanca, el tirano del Kremlin, el corrupto defensor de Ucrania hasta el nefasto che argentino con el dictador bolivariano y los perritos falderos de la UE. Todo ello engañando a las personas cuando la realidad es como la reunión vivida recientemente en el despacho oval de la Casa Blanca que terminó a gritos una peripecia que, en lugar de encontrar el camino a la paz, fue un ardid para tratar de robarle parte de sus riquezas a una nación ensangrentada, haciendo eco del dicho mexicano: “El que parte y reparte, se queda con la mejor parte”.
Sin dudar de que la IA ofrece múltiples beneficios, su uso en política también esboza desafíos éticos ya vividos con la inteligencia meramente humana, como el riesgo de manipulación de la opinión pública, la viralización de desinformación, fraudes y suplantaciones con intenciones partidistas, así como polarizaciones y fragmentaciones de los sectores sociales; por ejemplo: con inteligencia natural te carcajeas de las necedades de quienes acusan de corruptos a gobernantes honestos que el pueblo los adora y dan lástima cuando profetizan el fin del partido que tiene casi 50% de aceptación popular mientras el suyo a duras penas alcanza un 7%.
Después de los conflictos mundiales actuales, donde alguien ataca a todo el mundo y quiere absorber naciones y territorios, ¿Cómo será aplicado ahora el “Big Stick” con la IA a favor del golpeador?