sábado 3, mayo, 2025

MIRADAS EN PROGRESO

Debí tirar más fotos

Daniella Giacomán

¡Vaya sacudida que nos ha dado la vida a muchos en estos últimos cinco meses! Apenas había logrado, con esfuerzo y trabajo terapéutico, concluir duelos tan dolorosos y zaz, la vida no te pide permiso: las cosas suceden.

Pareciera cumplirse aquella frase que me dijo alguien: nos vamos acostumbrando a decir adiós a personas muy queridas.

A finales de septiembre falleció la mamá de una de mis mejores amigas, con quien conviví más tiempo que con cualquiera de mis tías. La recuerdo con mucho cariño: doña Lidia.

Siempre al pendiente de su hija, de sus nietos, de los suyos, con un amor incondicional a su descendencia. Prudente, amorosa y agradecida hasta el final por el amor que su hija le profesó en vida.

Después, a principios de octubre, vi por última vez a Luis Carlos, un entrañable amigo que conocí en la universidad hace muchos años.

Ese día nos despedimos en el templo de Cristo Rey. Me subí al carro para ir a casa, y al dar la vuelta, lo vi a lo lejos. Nos dijimos adiós. Y fue un adiós para siempre.

¿Dónde caben tantos años de amistad? ¿Dónde caben tantos recuerdos? ¿A dónde se fue su espíritu, que ya no lo escucho?

Hace unas semanas traía en la mente el tema de Bad Bunny, Debí tirar más fotos. Al escuchar la canción por segunda vez, fue inevitable pensar en Luis Carlos y en tanta gente querida que se ha ido.

«Debí tirar más fotos de cuando te tuve…»

«Debí darte más besos y abrazos las veces que pude…»

Recordé cuando nos veíamos en Torreón o en Saltillo, ya fuera para desayunar, comer o cenar. Siempre estaba al pendiente de mí, y a veces creo que me faltaron fotos y muchos «te quiero».

Nuestra amistad era recíproca, de ida y vuelta. A veces discutíamos, y fuerte, pero no pasaba de ahí. Me hubiera gustado agradecerle todas las veces que fue a mi casa, porque me alegraba el corazón y me hacía sentir que no había tiempo ni distancia que mermara nuestra amistad.

A finales de enero, a unas semanas de cumplir cien años, falleció mi abuela paterna, Socorro Mah López, una mujer adelantada a su época: contadora, actriz de teatro, pintora, escritora y boy scout. Mamá soltera con dos hijos.
Ella creció junto con Torreón. Cuando nació, la ciudad tenía apenas 18 años de haber sido elevada a ese rango. Fue testigo de muchos cambios en la Perla de la Laguna.
Entre los recuerdos tristes que alguna vez contó, fue víctima de discriminación por ser china en aquellos años: en el banco, en la calle, en algunos comercios.
No se dejó intimidar, se mantuvo fuerte con la frente en alto y con una inteligencia envidiable hasta el final de sus días. Ella es la guerrera centenaria de mi papá.
Debí tomar más fotos con ella, muchas más. Siento no haber estado más presente. Lamento no haber podido tener esa conexión que hubiera sido ideal. Siento haber estado en otra ciudad, ensimismada en mis cosas.
Me dolió ver a mi padre destrozado por la muerte de su madre. Ese día vi a un niño pequeño llorando la pérdida de su mamá. Jamás lo había visto quebrarse de esa manera y esa imagen me ha acompañado en estos días.
Es entonces cuando pienso que le damos demasiada importancia a lugares, a personas, a fechas, a vínculos que ya no suman, que nos olvidamos de lo esencial, nos olvidamos que hay prioridades… Que somos lo que dejamos en el corazón de las personas y que eso es lo único que nos llevamos al trascender: el amor que dimos a los demás.

«Para mí, es bien importante que estén aquí

Cada uno de ustedes significa mucho para mí

Así que, vamo’ pa’ la foto, vengan pa’cá

Métase to’l mundo, to’l corillo, vamo’…»

(Debí tirar más fotos, Bad Bunny)

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