Don Rogelio: El viesquense que conoció a Pancho Villa en los libros y se hizo fan
Le encantaba leer y releer la historia de Doroteo Arango, venía muy explicada, desde cómo inició su vida hasta cómo hablaba de la mamá y de la hermana
Salvador Hernández Vélez
Cuando cumplió 8 años, don Rogelio decidió ir a inscribirse a la escuela para estudiar. Un año antes, sus papás lo inscribieron en la escuela Primaria Gral. Andrés S. Viesca, pero prefirió acompañar a su hermano Dolores “Lolo” a cuidar las cabras. De hecho, reprobó segundo grado y tardó casi 15 años en terminar la primaria. Los dos se iban rumbo al túnel y al manantial azul; dice que allá todo era felicidad. Su hermano lo llevaba en el burro, eso lo hacía sentirse muy importante y querido, ya que en el campo gozaba de la naturaleza y del agua.
Tanto en los manantiales como en el túnel y el ojo azul, se compartía el agua a la acequia de Bilbao. Estaban las parcelas, a un lado de las dunas. Él y su hermano llevaban a las chivas a pastar por el rumbo de esos ojos de agua y aprovechaban para nadar. Cuando inició la escasez del agua se empezaron a pelear por ella los habitantes de la Villa de Bilbao y de Viesca. Ahí anduvo de intermediario el general brigadier Bernabé Ávila Rey, que llegó a Viesca con escoltas y caballos. Vivió y murió en la casa de don Rogelio en la colonia La Tapatía. Cerca del túnel estuvo el jacal de los soldados. Una vez fallecido, al general lo enterraron en el panteón municipal de Viesca.
Con respecto a la vida de don Rogelio Sandoval Medrano, nació en Viesca el 30 de diciembre de 1951. Sus padres fueron Manuel Sandoval García y María del Rosario Rosales Medrano (en el acta de nacimiento le pusieron Medrano, porque sus padres no estaban casados). Fueron 11 hermanos: cinco varones y seis mujeres. En los manantiales, cuando atrapaban pescados los llevaban a la casa para cocinarlos. Evoca que una vez, al meterse a bañar, de repente vio a una serpiente de agua color verde, se asustó y se salió de inmediato porque pensó que la serpiente estaba de pie.
Recuerda que en la primaria tenía compañeros de más edad que la de él. Todos iban con ropa remendada, algunos descalzos; se prestaban los útiles y escribían en papel canela cuando no llevaban cuaderno. En esos años no existían los libros de texto gratuito, por lo que la maestra María Ignacia Martínez de Loza les recomendaba comprar algunos, pero no todos tenían la posibilidad de comprarlos, así que los libros los tenían que cuidar muy bien para que les sirvieran a los otros hermanos. Se ponían a leer en equipo, no había envidias, el que tenía un libro lo compartía con sus compañeros y entre todos comentaban de qué se trataba, la imaginación los hacía transportarse a los lugares de la lectura o a imaginarse los personajes de los que se hablaba. Forraban los libros con periódico. Dice que el libro obligatorio se llamaba: “Cielo, Tierra y Mar” y contenía mucho de historia, desde la Conquista de México, la Independencia, la Reforma, la Revolución Mexicana y otros temas.
En ese texto le encantaba leer y releer la historia de Doroteo Arango, venía muy explicada, desde cómo inició su vida hasta cómo hablaba de la mamá y de la hermana; y del porqué se convirtió en Pancho Villa. Eso se lo aprendió de memoria y lo cuenta como si estuviera leyendo el libro. Comenta que en la época de don Porfirio Díaz había mucha injusticia y muchos terratenientes que eran españoles. Le llamaba la atención los nombres y fotografías de los presidentes de México. Leyó con atención lo de las tiendas de raya, que eran de españoles que abusaban de los campesinos. El libro fue un tesoro para él y sus compañeros, él lo guardó por mucho tiempo, pero luego se hizo ilegible con el uso. Recuerda que su papá le platicó que, en los años de la Revolución, pasaban por Viesca grupos de hombres a caballo que venían del rumbo del Bajío e iban a Torreón; y que ellos formaban parte de los que tomaron Torreón por Pancho Villa. Su abuelo, Juan Sandoval Gallegos, se fue a la Revolución y ya no regresó.
En el 1967 trabajó en la fábrica de sal, duró poco tiempo y se fue a la CDMX. Estuvo dos meses. De regreso, volvió a trabajar en la fábrica de sal hasta el 9 de junio de 1992, día que lo liquidaron. Luego se dedicó a hacer leña para venderla. Después se contrató de velador en la maquiladora textil Viesca 2000 y se pensionó del IMSS. No se casó, vive con sus sobrinos, ellos lo cuidan con mucho cariño. A sus 73 años se le ve en su triciclo muy contento paseando por las calles y recordando la Revolución, los manantiales y a sus compañeros.
jshv0851@gmail.com